Mayo 05, 2004

Jueves, 29 de abril de 2004.

Tengo dos juegos de sábanas iguales. Las únicas diferencias entre uno y otro las ha dado el tiempo; la bajera de una de ellas tiene un agujero en un costado, producto tal vez de una polilla que ya debe haber muerto o de algún enganchón en la lavadora. Así que, en la superficie, es como si no cambiara nunca de sábanas y, aunque sí las cambio, tengo la sensación de que duermo siempre sobre y bajo las mismas, aunque nadie que no sea yo venga nunca a dejar su olor sobre ellas, sobre la almohada también, ojalá, junto a sus cabellos, mejor largos, que me gustan más las chicas con el pelo largo, están todas más guapas; casi no conozco excepciones a esta regla mía.

Últimamente paso bastante tiempo en salas de charla en internet (algo que en otro tiempo jamás habría hecho), eso que llaman «chats» (de ahí, «chatear»), y he conocido a alguna gente interesante. Entro muy a menudo en la de un artista que me gusta mucho y he hecho no voy a decir que amigos, al menos de momento, pero sí buenos conversadores habituales. Quien mejor me cae es AS, que a veces se llama O. Es normal que la gente tenga varios apodos o sobrenombres, pero yo llevo casi casi siempre el mismo; ahí adentro los llamamos «nicks», apócope de «nickname». El de ella es AS. Un día me habló se su amigo Gi, que en la vida real se llama S. Ayer me lo encontré por casualidad en esta sala de la que hablo e instintivamente me lancé como quien dice a su cuello, por una razón. Resulta que Gi ha publicado (mejor: editado) un libro de poemas en prosa, y yo quería saber cómo lo había hecho, porque yo también tengo acabado un libro, pero de poemas en verso, y tal vez lo publique. Aún no sé qué hacer con él, si destruirlo o no, si darlo a una imprenta que lo quiera imprimir; ni siquiera sé si puede haber alguien interesado en sacarlo; a mí no me importa mucho, pero la vanidad me puede un poco, y tal vez lo intente. Pero, ya digo, si se quedara sólo ante mis ojos no sería ninguna decepción, y si lo destruyo no será una gran pérdida, porque no soy un buen poeta. Creo que no soy un poeta infame, pero tampoco soy uno bueno. De hecho, no sé si soy un poeta o sólo un impostor o un mero imitador. Esto es probable.
El caso es Gi ha sacado su libro. Según me contó, se lo ha editado él mismo en una empresa dedicada a estas cosas. Y me habló de cómo lo había hecho, de cuánto dinero cuesta, de cómo funciona la cosa. Vi la portada de su libro en la página web de esa autoeditorial y me pareció muy bonita, de buen gusto. También leí algún fragmento que hay en esa página, como un aperitivo para que te decidas a comprar el libro entero, y me gustó mucho lo que vi. Me pareció sensible. Según me dijo el propio Gi, habla de la mujer y la noche; dos temas inagotables y que me gustan mucho, sobre todo si van juntos. Las mujeres de noche me parecen más hermosas, pero nada como una buena melena al Sol y al gobierno caprichoso del viento, con una flor colgando de la oreja. Qué tópico.
Me cayó muy bien este Gi; creo que podríamos llegar a hacer cierta amistad si nos tratáramos, pero él vive en Madrid y yo no y voy poco por allá, y es muy improbable que venga a mi ciudad nunca, así que no ocurrirá jamás. Me di cuenta de que teníamos ciertas cosas en común, cosas de importancia, y me gustó. Él pensaba que yo era una chica, tal vez por mi apodo, que no es masculino pero tampoco femenino, y tal vez por mi forma de escribir; no es la primera vez que me pasa, y no me disgusta. Se disculpó con mucha naturalidad.
A AS la he tratado un poco más y hemos «conectado» (horrible verbo, pero no tengo otro) bastante bien. Es simpática y muy agradable, y dice la verdad y está siempre o casi de buen humor. Me gustaría conocerla más y verla, saber su cara y su nariz, verla de perfil, poder saber de ella. Fácilmente nos haríamos amigos; esa impresión tengo.
Luego está el problema del libro. ¿Qué hago con él? Para empezar, ni siquiera tengo una copia impresa, pero no sé para qué podría necesitarla si nadie más va a verlo. Si la imprimo habré de registrarlo (una cosa es que me dé un poco igual y otra que venga un listo ladrón a plagiarme eso), y es una burocracia desagradable como todas las burocracias. Luego, si se lo muestro a alguien, habrá de ser, en primer lugar, a M, que es de quien es en realidad el libro, o el librito. Ya le mostré el original cuando aún tenía otro nombre y otra extensión, pero ella aún no ha visto los últimos poemas, que a mi me parecen los mejores casi todos, no hay en esta parte final ninguno muy malo como en las otras partes. Si lo ve ya lo habrá visto y no habrá vuelta atrás (esta frase es un robo con cambio a JAVIER MARÍAS –javiermarias.es; vayan allí-). Cuando le di el libro, entonces aún sin terminar y así se lo advertí, le gustó mucho y la hizo llorar. Dijo que era el mejor regalo que le habían hecho nunca, y eso debió parecerle porque no miente sin necesidad y no la había. Muy exagerada, pero me halagó. Estaba conmovida, pero aun así no se ha enamorado de mí, y apenas hemos vuelto a hablar a solas ella y yo desde entonces, hace ya de eso bastante tiempo, quizá 6 meses. Quiero decirle que su libro ya está terminado, que tiene esta extensión, que quizá quiera ver lo que no ha visto todavía. No sé qué dirá. Imagino que si lo leyera descubriría cosas que intuye, como que mi amor por ella viene de mucho más lejos de lo que me he atrevido a confesarle, algo de lo que yo mismo me he dado cuenta mucho más tarde. Pero todo eso está por ver, y se verá.
Aquel día de la entrega pactamos que lo destruiría cuando se enamorara de nuevo. Me costó un poco que aceptara esta imposición o condición mía previa, pero de no haberla aceptado no habría tenido el librito y ella se habría quedado con la duda.
Si lo publico será con infranqueable pseudónimo, eso lo tengo muy claro. No quiero haber tenido esto callado tanto tiempo y que ahora todo el mundo descubra el pastel, aunque creo que todos o casi todos lo intuyen, lo creen o lo saben a falta de confirmación. Solo mis amigos J, N y Ai lo saben de mis labios, a parte de M y de mí mismo, claro. Y eso seguirá siempre así si nadie traiciona mi confianza, y creo que ninguno de estos 3 (4 con ella) lo hará. Son buenos amigos.
Este fin de semana tenemos si queremos fiesta en un pueblo, a lo mejor voy y me emborracho. La última vez (la primera) que fui a ese pueblo me emborraché como nunca antes, y estuve malísimo. Todos me vieron. Nunca me había sentido tan enfermo ni tan avergonzado, ya a estas edades, vomité hasta lo que no tengo; un horror. Me daría vergüenza volver ahora y que alguien me reconociera como aquel borracho; lo cierto es que no era yo. La culpa fue de la cena, como siempre desde que me emborracho.

Escrito por Desubicado a las Mayo 5, 2004 10:39 PM
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