Hablando de humor: ¿qué hacemos ahora con la risa? ¿Debemos seguir riéndonos? ¿Qué pensamos de alguien que muestra alegre en un funeral? Confieso que caminando por la calle el 11-M odié minuciosamente (y casi seguro que injustamente) a la gente que era capaz de reirse (por el motivo que fuera) un día como ese. Por un lado, algo dentro me dice que no debe uno alegrarse demasiado cuando el de al lado está sufriendo. Por el otro, es evidente que reaccionando así, los terroristas logran otro más de sus objetivos: paralizarnos (el primero, exterminarnos, ya está cumplido con creces). Al mismo tiempo, sentí una afinidad inmediata, avasalladora, con la gente que lloraba o no quería evitar mostrarse afectado. Unos amigos que preparaban el estreno de una obra cómica el 14-M renunciaron por respeto al dolor de las víctimas. La relación entre la risa y la tragedia es un tema endiabladamente complejo que me gustaría estudiar de alguna manera (¿antropólogos, psicólogos, sociólogos?). Por ejemplo ¿qué tipo de persona sería capaz de hacer chistes (como los que hubo en su día acerca del 11-S) acerca de lo ocurrido en Madrid? ¿Qué sociedades justifican la alegría frente al dolor?