Elena, como cada día llegó a la parada del auto bus.
Se sentó. Siempre se sienta cuando espera el auto bus, porque le gusta ver, tranquila y sentada, a los transeúntes que pasean medio perdidos por la ciudad.
Coger el el auto bus se vuelve rutinario. Ella piensa que nunca pasa nada fuera de lo normal.
Nunca se encuentra un billete de 50 euros debajo del asiento, o al amor de su vida esperándole allí sentado.
Lo más grande e interesante que le ha sucedido en un auto bus ha sido cederle su asiento a una anciana.
Elena mira de un lado a otro, como si estuviese viendo un partido de tenis.
Su auto bus llega. Para justo delante de ella.
Mete la mano en su bolso, para buscar la tarjeta con la que paga el viaje.
Saca su monedero grande y rojo, saca la tarjeta, y vuelve a guardar el monedero en su bolso.
Sube al auto bus. Siempre se sienta en el lado derecho, pegada a la ventana.
Le gusta ver a la gente. Verles en sus coches, en moto, o a pie, de tienda en tienda.
Mira por la ventana, y justo antes de que el auto bus arranque, sus ojos se clavan con los de un chico.. Un chico guapísimo, alto, delgado, moreno, de ojos grandes. El chico la mira, y ella mira sus ojos.
El corazón le da un vuelco. Pega la mano en el cristal, como queriendo alcanzar la mano del chico: y tocarlo.
El chico no deja de mirarla, incluso parece que quiere decirle algo, pero no sabe como hacerlo.
Ella piensa que es el amor de su vida. Que los flechazos de este tipo, no solo ocurren en las películas americanas.
Pero en cuestión de segundos, el auto bus arranca. Va despacio, despacio...
El chico comienza a caminar tras el auto bus.
Elena no deja de mirarlo. Quiere gritarle al conductor que pare, que pare, que se ha enamorado a través de un cristal.
El auto bus comienza a ir más rápido. Más rápido.
A Elena el corazón también.
El chico cada vez aligera más el paso. Ahora corre.
Esta corriendo, corriendo detrás del auto bus, detrás de Elena.
Elena no puede respirar. Ya se imagina bajándose del auto bus y abrazando a ese chico del que no conoce ni su nombre: pero se han enamorado.
Ha sido un flechazo en toda regla.
Elena suspira desde su asiento.
El chico corre, corre tras el auto bus.
La próxima parada está cerca.
Pronto Elena y el chico se abrazarán. Y quien sabe, quizá se den un tierno beso en los labios, y terminen cogidos de la mano paseando por la calle.
Elena se pone nerviosa pensando en todo eso.
La parada llega. El auto bus se para, para dejar a unos pasajeros que han solicitado la parada.
El chico, jadeando, se para frente a la puerta de entrada del auto bus.
Le dice algo al conductor. El conductor asiente con la cabeza.
El chico entra en el auto bus. El auto bus no arranca.
Elena se pone nerviosa, se levanta del asiento.
Quiere acercarse a el, quiere abrazarle, besarle, decirle que lleva buscándole toda la vida y que por fin lo ha encontrado: se han encontrado.
El chico se acerca a Elena.
Y antes de que Elena pueda abrir la boca para decir algo, el chico, medio ahogado de tanto correr, extiende su brazo hacia ella, como entregándole lo que sujeta su mano, y le dice:
-Se te calló justo antes de subir al auto bus, lo cogí, y quería devolvértelo. Toma, tu monedero.
Elena se queda mirando su monedero rojo.
No sabe si llorar o reír.
El chico le sonríe. Le da las gracias al conductor y baja del auto bus.
Elena se queda muda. Muda.
Mirando:
su monedero rojo.
Me ga gustado muchísimo este relato. Es genial.
Besotesssss
Escrito por: Patri, el Domingo, 18 de Marzo de 2007 a las 02 AM