Sentada tras el volante observa el camino. El velocímetro marca cincuenta y ocho kilómetros por hora. Su mano se desliza sobre la palanca de velocidades, mientras su pie titubea frente al acelerador. Su mente no esta plenamente concentrada en la conducción del auto. ¿En qué piensa entonces? ¿En el camino que ha dejado atrás? Sus ojos le pesan, ha conducido por varias horas. Se reprende por no haberse parado en el motel que pasó hace horas. Aún no sabe a dónde llegará, sólo tiene la certeza de que debía salir de su casa, subirse a su automóvil y conducir. No dejar recados, no explicar nada a nadie. Seguir la sensación de libertad que desde hace tiempo cosquilleaba en todo su cuerpo.
Sonia orilla el auto y lo detiene. La autopista se abre ante ella como el mar, infinita, eterna. Piensa que debió haber hecho una maleta, pero entonces algo la hubiera detenido, por alguna razón se hubiera estancado. El sol del atardecer colorea el paisaje con un hermoso color carmín. Siente un ligero frío pero el cálido toque de la luz la sume, poco a poco, en un delicado sueño.
Se ve a sí misma, como dentro de una filmación, como si fuera la directora de la película de su vida. Ve algunas de las cosas que han sucedido, las ve con la fuerza y la entrega de un director de orquesta que busca la armonía de cada instrumento. Pero en este caso los instrumentos son sus familiares y amigos. La orquesta es enorme, monumental. Ella filma la película de su vida con pasión, mientras los actores/instrumentos se desplazan dibujando colores, paisajes y cuadros impresionistas. Sonia ve las cosas, se enfada, se alegra, se angustia, se sorprende de sí misma, y de los demás. No entiende algunas cosas. Cosas que han sucedido y que sin embargo puede descifrarlas de una manera distinta. Escucha notas que no deberían estar ahí, y que sin embargo suenan maravilloso. En una imagen/melodía se ve sosteniendo una sombrilla mientras camina sobre una colina, la imagen/melodía es imprecisa, pero le recuerda "Femme à l'ombrelle tournée vers la gauche", de Monet. Ella dirige la orquesta pero no tiene control de sus manos, sólo fluye con los eventos a través de una ligera mística.
Sus ojos se abren lentamente. Siente sobre su rostro el cálido toque del atardecer. Su mirada se dirige instintivamente hacia el reloj en la muñeca izquierda, pero recuerda que lo dejó junto con otras muchas cosas. Todo quedó atrás. ¿Todo quedó atrás? Se extraña de su pensamiento. ¿Es su vida un espacio? ¿Existe un centro, un adelante, un izquierda o un arriba? Divaga durante unos segundos, sobre la costumbre de espacializar o temporalizar la vida. De construir todo a través de los referentes espaciales: el futuro está adelante o cerca, el pasado desapareció. Tropieza sus pensamientos una y otra vez sobre lo absurdo. Ni siquiera sabe por qué en un momento decidió que era hora de salir, ¿huir acaso? No, ella no tiene de qué huir, sólo necesita esto, salir, sentirse libre. No es que se haya sentido atrapada. Nuevamente le viene a la mente la abstracción del espacio. Atrapada en qué, en dónde, por quién. Le extraña que el sol esté aún sobre las colinas. Piensa que durmió mucho, pero no un día entero. Se siente relajada, bastante descansada lo cual sólo le pasa cuando duerme una hora o dos en la tarde. Pero si hubiera dormido ese tiempo el cielo estaría obscuro. De pronto se siente ridícula pensando esas cosas. Sabe qué tiene que hacer. Seguir adelante, retroceder no es una opción. Y aunque no entienda las razones está decidida a hacerlo.
Sale un momento del auto. Estira el cuerpo mientras aspira el aire del atardecer. Una ligera brisa levanta su cabello. Una imagen hermosa. Si alguien hubiera podido verla, habría visto a su cabello confundirse con el ocaso. Parece que hubiera nacido en este paisaje, nacido de un ocaso. Se dirige a la cajuela. Saca unas bolsas, de donde extrae algunas barras de comida. Toma dos barras y cierra la bolsa. Podrían habérsele olvidado muchas cosas, pero la cartera con las tarjetas no. Pasó a comprar unas cosas cuando sintió hambre, luego de salir. No pudo desayunar. No pudo o no quiso. Hubiera pasado lo mismo que si hubiera hecho una maleta. Estaría atándose a un tiempo, un horario, a un estilo.
Enciende el coche. No es que no le importen ese tipo de cosas, pero si estuviera un poco menos abstraída en sí, en el motivo de su salida, habría notado que tiene mucho tiempo sin observar otro automóvil. Conduce despacio mientras termina de comer. La tarde es rubí. La temperatura es muy agradable. Lentamente comienza a presionar más el acelerador. El velocímetro avanza como si estuviera hipnotizado, como si compartiera la hipnosis que se apodera de Sonia, que observa el camino abstraída. La carretera es recta, eso le permite dejarse llevar por la velocidad. En ese momento, se ve a sí misma como Teresa, la protagonista de una novela de Milan Kundera. Se ve, como Teresa, atrapada por el vértigo. Para estas dos mujeres, el vértigo no es miedo a la caída, en este caso el miedo a la velocidad. Sino, para Teresa lo atrayente del vacío, de la caída, el deseo de estar en la libertad del cuerpo, sin suelo, sin nada bajo los pies. Para Sonia, la velocidad es el ansia del fin, de llegar al destino que desconoce. No hay miedo. Una repentina nube cubre la carretera, una neblina espesa que desaparece casi inmediatamente. Sonia siente como si hubiera atravezado un muro de nube.
Poco a poco, el automóvil reduce la velocidad. A lo lejos se puede observar una pequeña construcción, la cual tiene un letrero que dice: Café. Es el único lugar que ha visto en muchos kilómetros, en el que puede detenerse, y descansar un poco. Detiene el auto, aunque realmente duda un poco sobre el ingresar en el establecimiento, no observa que haya bullicio. Sale del auto, siempre con el atardecer sobre ella, seduciéndola, abrazándola. Se sienta en la cajuela y observa la extraña pintura que se le presenta adelante. No entinde esta sensación de angustia que la rodea, esta sensación de inseguridad. ¿Es acaso que siente algo de temor? Temor, no, posiblemente sólo inseguridad, ha estado conduciendo, libre, feliz; y ahora, ¿cuanto tardará en llegar a donde quería llegar? Siente que aún no tiene la respuesta, la razón por la que haya tomado el auto y salirse sin despedirse de nadie. Recuerda el sueño que tuvo poco tiempo atrás. Se recuerda como directora de la película/concierto que es su vida. Recuerda algunas decisiones que no pudo tomar, y algunas que no debió tomar. ¿Son aquellas decisiones las que la han conducido hacia esta carretera? De alguna manera todo lo que ha sido en ella importante se resume en esta salida, en este dejarse caer al vacío, en esta ansia de no estar sujeta a nada. Después de unos segundos, por fin se libra de la duda y se dispone a entrar.
El café consta de cinco mesas distribuídas en un pequeño espacio, cada una con tres sillas; una pequeña barra y algo que parece ser un aparato reproductor de LP's, en el que suena un Tango de Discepolo[1]. En la barra, hay un joven que la observa en silencio. Su mirada es tranquila. <<Hola.>> Dice sonriendo aquel joven. <<Hola>> Contesta mecánicamente Sonia. <<Es un hermoso atardecer, ¿no es cierto? ¿Desea algo de tomar o de comer?>> Pregunta el joven mientras su mirada recorre el cuerpo de ella.
<<No, gracias, tengo un poco de prisa, ¿falta mucho para encontrar una ciudad, un pueblo, o un hotel donde pueda descansar?>> Sonia siente la mirada que toca con ternura su cuerpo, investigando, tratando de saber algo de ella a través de su imagen. <<Bueno, creo que eso no depende de mí.>> Contesta mirando sus ojos. <<Creo que le caería de maravilla un chocolate, le prepararé uno.>> <<Muchas gracias, eres muy amable, pero sólo necesito saber a dónde lleva este camino.>> La observa con ternura mientras su voz se hace delicada, como cuando se le habla a un niño tratando de explicarle algo un poco complejo. <<Si se decidiera a tomar un poquito de chocolate. Podríamos hablar un poco, eso la ayudaría mucho.>>
Sonia se molesta, por lo que le parece una necedad, un tonto estímulo hacia un coqueteo. <<Gracias, fuiste de gran ayuda.>> Al decir esto, sale de el café y sube a su automóvil, dispuesta a continuar el camino. Su rostro refleja molestia. No había encontrado a nadie en el camino durante horas, y cuando lo encuentra, habla con un ortate que no sirve de nada, que lo único que puede ofrecer es un estúpido chocolate. Conduce por espacio de 15 minutos, siguiendo la línea recta de la carretera. Sus ojos le pesan bastante. Detiene un momento su marcha y los cierra un segundo. Pone en marcha el motor y acelera. Cuando ha avanzdo cerca de doscientos metros, observa una imagen vagamente conocida, un deja vu. A lo lejos se puede observar una pequeña construcción, la cual tiene un letrero que dice: Café.
Los tibios rayos de sol fluyen del establecimiento hacia el automóvil. Su cabeza se llena de un sentimiento que detesta: confusión. No le gusta sentirse confundida, y menos sin control. El cansancio y la incertidumbre no son buenos compañeros, y son una pésima combinación. Observa el café. Es igual al que dejó hace rato. Se incomoda al pensar que tal vez dio una vuelta, o no se fijó en un retorno. ¿es el mismo, o es otro idéntico? La única forma que tiene de saberlo es entrar.
Cuando cruza el umbral, observa al joven que la observa con una tímida sonrisa. Antes de que aquel pueda mover sus labios para decirle algo, decide salir. Entra a su automóvil y arranca. El rechinido de las llantas deja su marca en el asfalto. Avanza durante un rato concentrada, vigilando cualquier desviación que pueda encontrar, decidida a no cometer el mismo error. Luego de cerca de quince minutos su corazón se acelera, y su respiración se entrecorta cuando observa nuevamente el letrero de café. Está segura de no haber dado ni una sóla vuelta, de no haber cometido ni un error. Sus ojos se cristalizan un segundo, pero no se permite un momento de debilidad, no puede abandonarse a la desesperación. Baja del auto y entra al café.
Cuando entra busca al joven con la mirada. Espera ver su mirada hipócrita, su mirada cobarde, para poder explotar. Cuando él sale de una puerta, que imagina es de un pequeño almacén, no la observa directamente, sólo alcanza a hacerle una pregunta: <<¿Desea tomar algo, señorita?>> Como un susurro se escucha las notas de una melodía.
Ella no es de las mujeres que se dejen llevar por la histeria. Él se encuentra demasiado calmado, eso le molesta a ella. Sus hermosos ojos adquieren un color fiero. En los cristales de las ventanas se refleja el escarlata atardecer. Un suave viento se desliza sobre el camino y penetra por la puerta. La temperatura es muy agradable. Sonia se sienta en la mesa más cercana. Cubre su rostro con las manos durante unos segundo, después levanta la cara, orgullosa, imperial, dueña de sí y del entorno. Sea lo que sea, esté donde esté, ella Es. Su mirada busca al joven de la barra, que la mira traquilamente, con un pequeño matiz de... ¿de qué? ¿Qué es lo que observa en sus ojos? ¿Orgullo? <<¿Tienes cerveza? Muero por una.>> Su voz sono tremula, pero su mirada contenía una fuerza extraña. El joven se desvaneció tras la puerta de lo que ella había suponido un almacén. En unos segundos su mente comenzó a repasar los acontecimientos. La sensación de intranquilidad. La salida. La elección de aquella carretera. El atardecer, el continuo atardecer carmín. Aquel café en medio de la nada. Cuando su mente emergió de la niebla de su confusión. Encontró la cerveza que había ordenado frente a ella, y detrás de la botella al joven sentado en su mesa. <<Se ve bastante cansada, señorita. Si necesita algo, estaré allá atrás, en el mostrador. No dude en pedirme lo que sea. Haría cualquier cosa por usted.>>
Sonia sostiene la cerveza mientras analiza lo que está pasando. El tiempo parece detenido, hace horas que es la misma hora, o el mismo instante. No había visto a nadie durante mucho tiempo, y de pronto, se encuentra en este café, con este hombre que parece un estúpido. Pero es el único estúpido que hay. El único estúpido que puede ayudarle a comprender lo que pasa. El viento que se cuela por la puerta la refresca. El líquido ámbar que se desliza por su boca hasta su estómago le produce una sensación de orden. ¿A qué se debe esto? Es muy probable que sea porque parece que todo fuera normal, que sólo está disfrutando de una cerveza, en una soleada tarde, como un pequeño viaje en las afueras de la ciudad. Aún así, no está del todo cómoda con su "compañero". Él, detrás de la barra, se encuentra ocupado en una tarea rutinaria, en un café que está vacío, y donde no hay señales de que haya habido alguien en mucho tiempo.
Los minutos avanzan y él parece que intenta decir una palabra, pero algo lo detiene. Él la mira discretamente, y cuando ella detiene su mirada en él, éste desvía la mirada hacia la ventana. <<¿Quiere otra?>> Pregunta al fin. Ella lo observa, y se rinde ante lo inevitable. Se acerca a la barra. Él desaparece tras la puerta y regresa con cuatro botellas. Ella lo observa interrogantemente pero con picardía. Después de unos segundos de silencio, Sonia se encuentra más relajada y al fin pregunta. <<¿Qué está pasando? ¿Lo sabes? ¿Qué es todo esto?>> Sus ojos brillan con el reflejo de la tarde en la ventana sobre ella, su cabello se mueve cubriendo parte de su rostro por una ligera brisa que intenta refrescar el ambiente. <<Es algo poco claro, intentaré ayudarte, pero primero debes reflexionar en el motivo por el que tu estás acá. Debes hacerte las preguntas primero a tí misma.>>
Los ojos de ella adquieren un brillo especial, como el de un halcón cuando desciende sobre su presa. Es un brillo aureo. Su cabello rojo, sus labios tersos y sus ojos desnudos: la imágen de un súcubo nacido de los sueños de Baudelaire.
<<¿Por qué decidí salir de casa? ¿Qué me impulsó a salir? ¿Esas son las preguntas a las que te refieres?>> La serenidad con que hizo estas preguntas la sorprendió a ella misma. <<Creo que tu debes saberlo.>> Responde con tranquilidad aquel joven mientras desaparece tras la puerta, regresando después de unos segundos. <<En cuanto las contestes estoy seguro que te sentirás mejor y podrás llegar a donde tu lo deseas.>> Sonia sostiene su cerveza con suavidad, mientras analiza una pregunta que le ronda por la mente. ¿Quién es y qué hace aquí? Es una pregunta que se acomoda para los dos individuos que se encuentran en este lugar. Ella sabe quién es, lo que ignora es qué hace en este lugar. ¿En serio es lo único que ignora?, o podría ser que también ignorara quién es ella en realidad. No quien le ha dicho al mundo lo que es, no lo que ha proyectado a través de los años, en su trabajo, en la casa, rodeada o sola; sino lo más profundo, aquellos sentimientos que le avergüenzan, de los que tiene miedo, de los que esconde por orgullo, de aquellos cursis pero que son parte de ella. ¿Lo ignora realmente o prefiere ignorarlos?
Él, por otro lado, es un enigma. ¿Qué es este lugar?, ¿Cómo llegó aquí y cómo puede salir?, ¿Por qué él está aquí?, si no estuviera ella, ¿él estaría aquí?
<<Qué es esto? Quiero decir, el tiempo parece detenido, no hay nadie, y sin embargo, tu estás, y no pareces intranquilo ni preocupado.>> Al terminar, se da cuenta que no ha fumado desde que salió. Sus dedos se escabullen a través de su bolso buscando sus cigarros. <<¿Has soñado, tan vívidamente que a veces confundes lo que pasa con lo que sueñas?>> preguntó el joven, mientras observaba como ella encendía el cigarro. La flama de su encendedor, parece fundirse con ella, ser parte de su cuerpo, pertenecer a sus ojos. El humo que se disipa lentamente la oculta, la protege. Como si el fuego y ella fueran una unidad, un símbolo. <<He tenido esos sueños.>> <<Bueno, imagina que no estás soñando y que, sin embargo, estás dentro de un sueño. Imagina que de alguna manera, lo que necesitas y lo que otra persona necesita, se encuentran.>> <<No entiendo lo que dices.>> <<Déjame explicártelo de esta manera. Sabes lo que es la magia, ¿no? Digo, al menos crees saber lo que es la magia. Tiene muchas formas de manifestarse. Pero todas comparten una forma común: brujería, chamanismo, adivinación, etc. Sus bases se remontan a una manipulación de la naturaleza, a través de la combinación de ciertos elementos, y cierto, digamos, entrenamiento.>> Se detuvo un momento para observarla, su expresión era tranquila, aunque había algo en sus ojos que no lograba descifrar. Esperó una afirmación, cuando vio que no llegaría continuó. <<Bueno, ahora la alquimia[2] es mucho más complicada. No podría decirte exactamente lo que es, pero puedo hacerte una analogía. Digamos que la magia es como la aritmética, pero la alquimia es tan distinta a la magia, como la aritmética al cálculo diferencial o integral. ¿Si me entiendes?>> Se detiene un segundo mientras ella hace un gesto ambiguo. <<Creo que voy entendiendo poco a poco, continúa.>> <<La alquimia, como otras materias, se trata de conocimiento. Este conocimiento sirve para darle sentido a la realidad. Esta es una realidad compleja, en la que orden y caos interactúan constantemente. Existe una línea de equilibrio entre ellos. Se pueden estudiar ambas o sólo una, eso depende de la persona. Pero también se puede estudiar la pequeña línea de equilibrio que hay entre ambas. Así te encontré a ti. Eres de las personas que pueden encontrar "las puertas" que sirven de vínculo entre ambas esferas de conocimiento.>>
El cigarro se había consumido. Los ojos de ella están cerrados. Cuando él termina de hablar. Lentamente se van abriendo. Sus manos cubren su rostro, mientras sus codos se recargan en la barra. Sus hermosos ojos, parecen observar más allá de lo que tiene enfrente. <<Y debo suponer que tu hiciste esto, ¿no es así?>> Él se voltea. Su voz se entrecorta. Parece que tiembla. <<La primera vez que te vi (completa, dentro de mi sueño) reías de una forma hermosa, tus ojos emanaban una chispa que impregnaba todo a tu alrededor. La segunda vez que te vi, doblabas en una esquina. No podía creer que existieras, que fueses real. Pero la última vez, en mi sueño, había algo que parecía perdido. Después tus ojos eran muy tristes. Perdiste algo, y me di cuenta de que no eres una persona que pueda estar incompleta, y que buscarías ese algo.>> <<¿Y tu hiciste que yo saliera de mi casa para poder encontrarme aquí?>> La voz de Sonia ha cambiado de tono, ahora es bastante más fuerte, denota su creciente molestia. <<Yo no puedo hacer eso. De alguna forma u otra, tú necesitabas salir y buscar aquello que te hace falta. Y de esa misma forma llegarías aquí.>> <<¿Por qué? ¿Por qué tenía que llegar aquí? ¿Cómo podría ocurrirme esto a mí, si nunca me había pasado nada parecido?>> Sus manos se tensan mientras trataba de entender lo que sucedía. Al fondo se escucha un tango de Piazzolla <<Debes tranquilizarte. Yo vine (si se puede llamar venir al hecho de que me veas aquí) para ayudarte, de otra forma pasarías mucho tiempo aquí.>> <<No entiendo lo que quieres decir, ¿por qué tenía que llegar aquí?, ¿Es que llegan muchas personas normales aquí?, ¿Si es así, tu café estaría lleno de gentes que perdieron algo, o que buscan algo?>> Es muy notorio el aire de sarcasmo que imprime a la fuerza de su voz. <<No debes enojarte, por favor, debes disculparme. He dicho mucho, y no te he explicado completamente todo. Déjame comenzar otra vez, ¿sí?, pero por favor, permanece tranquila.>> Ella lo mira mientras saca otro cigarro. Él le ofrece otra cerveza que ella toma indecisa. <<Según algunos escritos, entre ellos el de Ibn Arabi, que no puedo detallar en este momento pero que se refieren al "Magna Mater" se dice que existe cierta conexión entre personas, a veces es sólo en una sólo dirección, a veces es bipolar. También se dice que existen personas que debido a su misma composición, tanto mineral como natural y espiritual, poseen una magia propia, muy intensa, que sirve de equilibrio, a esta magia se le conoce como Mana. Esas personas necesitan su propio equilibrio. Si por alguna razón este se pierde o se rompe, harán todo lo posible por encontrarlo. Es por eso, que existe este lugar, un lugar en el que a través del contacto con ellos mismos, con su esencia encuentran lo que necesitan para obtener el equilibrio. Este lugar es muchas cosas, y se manifiesta de formas distintas, para ti, fue un lugar apartado, un destino. Un paso hacia otro lugar, una puerta. Yo sabía esto, así que sólo tuve que mover mi cuerpo astral hacia este lugar y esperar a que llegaras.>>
Durante un momento, Sonia puede observar un ligero movimiento en las sombras que proyectaba el atardecer. Se levanta y recorre el cuarto con su mirada. Camina lentamente hacia la puerta del baño que se encuentra en un rincón. Cuando entra sus piernas tiemblan levemente. Abre la llave del lavamanos y se enjuaga la cara. Observa su reflejo en el espejo mientras se reprime por esta ligera pérdida de control. Ella siempre ha sido muy fuerte, con una personalidad muy sólida. No puede dejarse caer de esta manera. En un segundo, en el que analiza lo que ha dicho el joven, siente como si un velo se le cayera. ¿es el saber sobre la magia? No. Es algo que se encontraba en el fondo de ella, en un segundo puede observar un destello que la rodea. "Aurora Consurgens" [3] Se ve así misma, y sabe ya la respuesta que motivó la salida que la condujo a este lugar. Al salir del baño, una sola pregunta está en su mente.
<<¿Por qué?>> Dice con voz tranquila pero fuerte. <<Disculpa, no entiendo tu pregunta.>> <<¿Por qué quisiste estar en este lugar, y esperarme?>> El la observa un instante, y luego aparta su mirada. Sale de la barra y se dirige hacia la puerta. <<Hubo un tiempo en el que estaba como tú. Pasé mucho tiempo buscando algo, algo que no sabía explicar. Encontré a una persona, bueno, a decir verdad, no sé si la encontré o me encontró; comenzó a mostrarme su mundo, a enseñarme su... estilo conocimiento. Pasaron algunos meses en que dediqué mi tiempo a eso, exclusivamente a eso. Entonces, un día, tuve un sueño. Soñé con una imagen, una silueta femenina. Tiempo después, mis "estudios continuaron, y volví a soñar la silueta, que se iba moldeando poco a poco. Así pasaron unos años, hasta que la imagen tuvo forma completa. En ese instante, ella estaba ahí, completa. No entendía los sueños, pero sabía que ella existía, que debía encontrarla. Y así, llegué aquí.>> Ella lo mira con extrañeza. <<Estás enamorado de mí, porque crees que soy aquella mujer de tu sueño>> Una ligera sonrisa se dibuja en los labios de él. <<No me malinterpretes. Como te dije anteriormente, existen personas con una magia interna muy intensa. Tu tienes una intensidad increíble. Yo no estaría nunca completo, ni en equilibrio si no podía hacer que vieras esa, tu propia magia, y su intensidad. Para ello era necesario que estuvieras aquí. No voy a negar que es tu magia lo que es irresistible, lo es, y si no viera eso sería un imbécil. Ahora sólo debes encontrar en ti el cómo recuperar tu equilibrio.>>
Él regresó a la barra, y la observó con cierta dulzura. Ella estaba tranquila, incluso podría decirse que feliz. Sus ojos brillaban con una fuerza sublime. Se levantó esbozando una sonrisa, una sonrisa que podría llenar el infinito. Se sentía de buen humor, de un excelente humor. <<Gracias por todo. Ahora creo saber el qué y el cómo.>> No es una declaración imprecisa. Ve sus manos de forma distinta, su cuerpo no es ahora sino la manifestación sensible de su Yo, la proyección física de su alma. Y su Yo nace de la armonía de su cuerpo y el entorno.
Sonia observa la mirada que la sigue hasta el automóvil, donde se permite imitar un gesto. Se encuentra de espaldas a él, gira el rostro hacia donde él está y levanta la mano, a modo de despedida. El sol se va ocultando tras el horizonte. <<¿Te volveré a ver? ¿o tu a mí?>> <<Eso depende de la armonía y el equilibrio. Pero no te preocupes, estaré siempre contigo cuando necesites algo.>> Él se desvanece tras el umbral de la puerta, dejando salir el sonido de un bolero.
En un momento se da cuenta de que sin preguntarlo, sabe el nombre de él. El pensamiento se esfuma. Ante ella se abre la carretera, el camino. Al encender el auto, se ve a sí misma dentro de su película/concierto, con el control de su propia vida, no hacia una eternidad y un futuro programado, sino hacia un instante, poniendo énfasis en cada aspecto que conforma un instante. Pisa el acelerador, y la sensación de vértigo ha cambiado, ahora el vértigo se halla en encontrar el matiz perfecto para el instante en que está, no en el que sigue. Su destino no es un destino, sino incontable cantidad de destinos. Cada punto, cada estación, cada día es un destino. Y se deja caer en el vacío que es cada uno. Se permite flotar de estación en estación, estrella a estrella. La magia a la que pertenece, y que le da equilibrio se concentre en sus ojos que ansían, en su voz que embruja, en su sexo que transforma, en su alma que invoca.
El auto se pierde en la lejanía, mientras la Luna asciende en el firmamento, iluminando la noche.
[1] Uno busca lleno de esperanzas, el camino que los sueños prometieron a sus ansias... Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina... Uno va arrastrándose entre espinas y, en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha queda'o sin corazón... Precio de castigo que uno entrega por un beso que no llega o un amor que lo engañó... ¡Vacío ya de amar y de esperar tanta traición! Si yo tuviera el corazón, el corazón que di... si yo pudiera como ayer querer sin presentir... Es posible que a tus ojos que hoy me gritan su cariño los cerrara con mis besos, sin pensar que eran como esos otros ojos los perversos, los que hundieron mi vivir. Si yo tuviera el corazón, el mismo que perdí... Si olvidara a la que ayer lo destrozó, y pudiera amarte, me abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor. Pero, Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte... Déjame que llore como aquel sufre en vida la tortura de llorar su propia muerte... Pura como sos, habrías salvado mi esperanza con tu amor... Uno está tan solo en su dolor... Uno está tan ciego en su penar.... Pero un frío cruel que es peor que el odio -punto muerto de las almas, tumba horrenda de mi amor- maldijo para siempre y me robó... toda ilusión...
[2] Se llama Alquimia a la ciencia que tiene por objeto las proporciones y las medidas impartidas a todo lo que implica proporción y medida entre los cuerpos físicos y los conceptos metafísicos en el orden sensible y en el orden inteligible. Su soberano poder reside en la transmutación, es decir en los cambios que afectan a la "Fuente única". La Alquimia es ciencia natural, espiritual y divina. La declaramos Ciencia "divina" por el hecho que aporta una estable armonía, acarrea la epifanía y la intima solidaridad (entre los seres), y por el hecho que despliega los Nombres divinos afectando al "Denominado Único", según la alta diversidad de sus conceptos metafísicos.
[3] Aurora que Surge: "La experiencia del Anima para el hombre y del Animus para una mujer es, en realidad, totalmente ajena a una experiencia real con una pareja humana. La medida en que la pareja humana desempeña un papel -ya sea sólo como una imagen remota o como una conexión auténtica- varía de un caso a otro, pero ésta es la vivencia culminante que conduce a la experiencia del Sí Mismo"