Hola mundo! Que tal el día? El mío la verdad es que muy bien. Y me ha ido muy bien porque tengo una amiga estupenda que se llama Alba y que me ha alegrao el día.
Os cuento: mi vida transcurría tranquila y sin sobresaltos hasta que la estupenda Albi me ha mandao un mensaje mazo de bonito! Así…espontáneamente…A que es guay? Bueno, pues eso unido a que hacia un día soleado de esos que a mi tanto me gustan ha hecho que me haya pasado el día más contento que unas castañuelas…
Lo que ocurre es que después, al señor todopoderoso ese de ahí arriba (no señores, no me refiero a Bush) se le ha ocurrido que porqué no enviar un poquito de lluvia, así por la zona de madrid…y yo pues evidentemente me he indignado. Sinceramente no me explico yo, porque coño tiene que llover en un día tan guay… Pero bueno, aparte de reivindicar un clima laico ya, el propósito de este post es para que albirris se vuelva acostar con una sonrisilla en la cara.
La verdad es que no se muy bien que decir de ella, a parte de que siempre esta ahí cuando la necesitas y que ya veis que es capaz de alegrarte un día entero solo con mandarte un mensaje. Es autora de frases como: "Hoy he visto aquí No hay tomate"; "vamos a cazar nueces", "que fuerrrteeee carmele" o la ya mítica “yo no tengo porqué aguantar esto, a mi me tenéis que tratar como una dama”
Además es capaz de decirte lo que más necesitas en el momento adecuado y hace algo muy importante que es escuchar (o al menos hace que le interesa lo que le cuentas…)Siempre tiene una muestra de cariño lista para ti y no duda en intentar hacerle la vida más fácil a los demás. Vamos que lo da todo por nada.
Con todo esto que digo de ella pensaréis: alaaaaa que suerte tener una amiga así, y la verdad es que no puedo hacer otra cosa sino daros la razón. Albi que sepas que te quiero un montón y que espero no defraudarte nunca. Un besazo enormeeeeeeeeee ;p
PD1: Oye los demás no os pongais celosones eh? Que ya escribiré algo bonito vuestro (indirecta pa q me mandeis mensajes que me alegren el día)
PD2: y no he escrito nada sobre las coñas que salen con tu nombre!!! Mira que me ha costao…;p
Como veréis a continuación sigo con mis rayadas de cabeza acerca de lo que escribimos y lo que decimos, aunque este post va, quizá, por otros derroteros…
Cuando empecé a leer “la rebelión de las masas”, recomendado por arita (por cierto tenías razón en eso de que se adelanta a su época) me encontré con este párrafo:
Cuando el hombre se pone a hablar lo hace porque cree que va a poder decir cuanto piensa. Pues bien, eso es ilusorio. El lenguaje no da para tanto. Dice, poco más o menos, una parte de lo que pensamos y pone una valla infranqueable a la transfusión del resto. Sirve bastante bien para enunciados y pruebas matemáticas; ya al hablar de física empieza a hacerse equívoco e insuficiente. Pero conforme la conversación se ocupa de temas más importantes que esos, más humanos, más “reales”, va aumentando su imprecisión y confusionismo. Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos.
Como se deduce de él, por mucho que yo me esforzase en decir las mil y una cosas que me pasan por la cabeza, una de dos, o no lo lograría, o vosotros no me entenderíais. No lo toméis como una rendición, porque creo que el rendirse no va acorde con mi personalidad. Tomarlo como un modo de expresión, porque desde mi punto de vista, a veces decimos más cosas al callarnos que al hablar. ¿No creéis lo mismo?.
Y siguiendo con el mismo planteamiento, aunque me encante leer vuestros comentarios, admitiré que el que no los ponga, es porque no supo expresar lo que sintió al leer este post. Pero esto es una excepción, eh? Que esa sensación al ver que alguien me ha escrito no me la quita nadie…
Un abrazo a todos!!!! ;p
realmente le admiro. nunca lo había sentido igual que hoy lo hago. pero es cierto, creo que hasta le quiero. es como si ese sentimiento hubiese estado oculto todo este tiempo; es decir, sabía que estaba ahí, pero no me percaté nunca de que fuese así de intenso.
sin a penas palabras es capaz de describir cualquier idea. a veces le cuesta expresarse, pero incluso entonces le entiendo. es una conexión rara, forjada a lo largo de los años y que ahora mismo parece vital e imprescindible.
me asombra su forma de enfrentarse a las dificultades, aunque muy distinta a la mía, sigilosamente analiza la situación, la esquematiza y él mismo llega a una conclusión; siempre en su mismo ámbito de paz y sosiego. me gusta esa frialdad con la que lucha las dificultades y de las que siempre parece salir victorioso.
es atento y detallista, tan minuciosamente que a veces no me percato de sus intenciones, de lo que intenta transmitirme, de cómo y porqué consigue hacerme sonreír.
escondemos las confidencias entre copas, risas y abrazos; y, cómo si de hermanos se tratara, nuestra relación sigue una linealidad inalterable, con esa seguridad de que nunca faltará.
me gustaría pensar que siempre estaremos ahí, que nunca le tenga que dar un abrazo viendo una lágrima correr mi mejilla abajo; y que nuestros planes de futuro lleven un ritmo distinto pero paralelo.
Allí estaba una vez más. En la misma plaza donde tantas cosas buenas me habían pasado. Donde todo había empezado, donde me había emocionado más de una vez. Esta vez era diferente. Un sabor amargo en la punta de la lengua me advertía de algo que prefería no imaginar. Deseando que de algún modo mi traviesa imaginación me estuviera jugando una mala pasada.
Busqué a mí alrededor para encontrarla. Por alguna extraña razón sabía que hoy la vería allí, puede que ese haya sido el motivo para salir a la calle con la camiseta del revés y los pantalones que algún día me quedaron bien. Mientras encaminaba mis pasos hacia allá descubrí por el rabillo del ojo una figura familiar sentada en el banco. El cabello tapándole la cara balanceado por el viento pero con el mismo porte encantador e inconfundible. Aspirando una bocanada de aire y juntando todas las fuerzas que aún me quedaban me dirigía hacia ella y me senté a su lado con un saludo bastante tosco y simple, nada cariñoso.
Ella con su habitual sonrisa teñida en una sombra que me asustaba se ofreció a enseñarme las fotos que estaba viendo, en un gesto de normalidad preocupante. Yo apenas si me fijé en ellas. Mi cabeza revoloteaba de un lado a otro intentando buscar por fin las palabras que me sacaran de dudas, que pusiera final a aquella tortuosa agonía que minuto a minuto iba aumentando en la consistencia de la seguridad. Cuando al fin hallé las fuerzas necesarias para pronunciar aquella frase mis últimas esperanzas se desvanecieron.
- ¿Por qué no me has llamado?- dije mientras mordía mi lengua para no acabar lanzando contra ellas palabras de falsas esperanzas, de otros sueños que no había conseguido. – No te he llamado, porque no existían motivos para hacerlo- Como siempre sus palabras parecían anticiparse a cualquier excusa. Eran como pequeñas dosis de veneno que conseguían que la mirara absorto y repasara cada rasgo impoluto de su rostro. Por sus mejillas corrían dos lágrimas casi invisibles. Había roto su corazón de enredadera.
- No entiendo nada, mientras tu buscas motivos, yo llevo más de dos mes sin saber nada de ti – le contesté mientras apretaba mis puños con tanta fuerza que dos pequeñas gotas de sangre rebotaron contra el banco. – No me has visto, porque no querías verme, yo siempre he estado aquí – señaló mientras seguía repasando aquellas fotos en blanco de días pasados. Sus palabras me confundieron, me hicieron sentir culpable de todo – Seguramente lo soy - me susurra ahora mi cabeza. Mi demencia luchaba por salir a borbotones por mi boca y gritarle a la cara cada tarde pasada en rincones olvidados de mi memoria, agazapado en el más absoluto de los silencios, temblando de miedo y pensando en maneras de olvidarla.
- ¿Has visto? Todo el mundo nos mira – me dijo con la mirada perdida entre la gente, yo giré la cabeza de izquierda a derecha y sentí un escalofrío que aún hoy, mientras escribo estas torpes líneas, está de peregrinación por mis venas. Caras estampadas de inverosimilitud nos rodeaban, pero lo extraño era que todas las miradas se centraban en mí, imaginé que no me había puesto bien la camisa al fin y al cabo.
– Sólo necesito una respuesta, dime que no quieres verme, que no me necesitas, niega todo lo que nos dijimos hace unos meses.- Le espeté mientras notaba como si mil agujas atravesaran mi corazón y lo dejaran lapidado y vacío. – Quería hablar contigo– Empezó a decir ella en un tono mucho más pausado que el de hacía unos segundos cuando el tema era diferente. – Deberías continuar con tu vida – Y de repente todo mi mundo se vino abajo. Todas mis esperanzas e ilusiones se desmoronaron y mi alma se partió como un cristal al caer al suelo. – Es malo vivir de los sueños - . Me dijo mientras notaba como los rayos de sol comenzaban a dañar mi vista, como si la niebla espesa que solía acompañar desde que me dejó… o la dejé…. ( no se que versión contar) hubiera desaparecido y ahora fuera la realidad la que arañaba mis pupilas. Posé mis manos en sus esponjosas mejillas. Cerré los ojos y sentí como besaba mis dedos. En una caricia lenta se deshizo de mis manos y las dejó sobre el banco. Tras esto se marchó, yo me quedé observando como su escuálido cuerpo de princesa se desvanecía entre la multitud, y ella pasaba a convertirse en un reflejo, en un oasis de esperanza, en un simple sueño.
Toda mi cabeza daba vueltas, estaba mareado, sin saber que decir, con ganas de levantarme y gritar, de gritarle a ella pidiéndole explicaciones, llorarle que la quería, besarla hasta que comprendiera su error o perdonara los míos, tirarme al suelo y dormir por siempre, hacerme pequeñito y correr el resto de mi vida. Pero en cambio no hice nada, tan solo me quedé sentado en silencio, jugueteando con la cadena que ella me había regalado por Navidad, mirando al infinito. No me atreví a mirarla. Me daba miedo que verla triste y ahora ya sin ser mi novia provocara daños aún más irreparables en mi espíritu. – Supongo que esto ya es el final, que es hora de comenzar desde cero... – Comenté para mis adentros en un susurro, con un ligero aire de duda aunque no necesitaba ninguna respuesta.
Cuando por fin se fue, yo pensaba que sería incapaz de volver a levantarme de allí, pero no fue así. Entre bufidos de ira contra mí mismo me puse en pie y avancé con paso rápido sin ninguna dirección prevista, aunque inconscientemente puse rumbo a mi casa. No recuerdo en que lugar destrocé mis nudillos contra la pared, y tampoco recuerdo cuantas veces. Simplemente lágrimas de escarlata corriendo entre mis dedos es lo que queda en mi memoria de todo aquello. Sangre, decepción e impotencia.
Miro al horizonte defenestrando la mitad de mi cuerpo. Este horizonte se compone por una línea de luces naranjas, blancas y rojas. Línea rota por las antenas de telefonía y las gigantescas grúas de las obras que componen el paisaje de Madrid.
Miro al horizonte defenestrando la mitad de mi cuerpo. Este horizonte se compone por una línea de luces naranjas, blancas y rojas. Línea rota por las antenas de telefonía y las gigantescas grúas de las obras que componen el paisaje de Madrid.
Lo vistoso de la imagen no es este infernal paisaje, si no el majestuoso juego de colores del cielo al atardecer, una decoloración del rojo al azul, paseando por el naranja amarillo, verde. Entonces cierro los ojos y todo desaparece. Mi mente se sume en una oscuridad total, y bombardean mi mente imágenes de las pequeñas cosas, y otras no tan pequeñas, que me han pasado hoy. También aparecen fragmentos de canciones que acabo de escuchar, olores de la vida cotidiana. Esos colores tan magníficos del cielo al ocaso. Llegan a mi memoria los nombres de las personas a las que no quiero perder, personas a las que siempre quiero llamar pero nunca llamo. La forma, color, sonido, de lo que sería para mi el mejor coche. Paisajes de los últimos lugares en los que he estado, y otros en los que no he estado pero me gustaría estar. Fotogramas sin sentido de las películas que más me gustan. El olor del mar cuando lo tengo bajo mis pies y su sonido cuando estas tendido en la orilla permitiendo que los rayos del sol acaricien tu piel. Siento la sensación de velocidad de aquel día en el que un conocido me llevó a dar una vuelta en su moto nueva. La sensación que se siente en los encierros de Lerín, la sensación cuando consigues algo que crees que no puedes conseguir, la sensación que te produjo ese primer beso que no se va a poder repetir. La sensación cuando su mano busca la mía. La sensación de cuando pienso en ella y se que no está, esa sensación de dependencia infinita...
Todo esto en apenas unos segundos. Me emociona pensar en la eficacia que tiene la mente para hacer ver, sentir, percibir cosas que ya conoces y otras que sólo crees conocer.