"Donde coño te escondes, felicidad. Me condenas a muerte de soledad"
Dice gente sabía que nos preocupamos demasiado por el futuro y no disfrutamos del presente. Y yo me pregunto, ¿por qué? Supongo que siempre existe cierto temor hacia lo desconocido, a lo que no podemos planificar, manipular o incluso tocar. Siempre es más cómodo arroparnos en el calor que los buenos recuerdos nos proporcionan. Así que realmente lo que hacemos es huir del futuro refugiandonos en el pasado y aún así seguimos sin disfrutar del día a día. Si es que somos incomprensibles. Y es totalmente verídico, pues ¿quien no ha dejado pasar una jornada y la ha añorado con nostalgia al día siguiente? ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez? Así que he llegado a la conclusión que tratar de disfrutar de hoy es imposible, y habrá que esperar a mañana y así poder saborear gustosa y placenteramente del ayer.
También algunos sabios afirman que las verdades no hay que forzarlas a salir, tarde o temprano caeran por su propio peso, y que las cosas realmente importantes en la vida no se buscan, vienen solas. Y es que es algo incomprensible para mí. ¿Cómo no ir en busca de tu felicidad? ¿Cómo permanecer impasivo ante la búsqueda de algo tan vital para mí? Es un sinsentido. Me aterra la simple idea de lanzarme en la búsqueda de algo totalmente desconocido para mí, y de quizás no encontrar lo que necesito. Es cómo cuando te hablan tanto tanto tanto de un sitio, y tú te lo imaginas marivilloso, radiante, asfixiantemente admirable y cuando lo ves a penas puedes contener las lágrimas para no echarte a llorar.
¿Será el miedo el qué en el fondo hace girar nuestras vidas?
No sé, pero yo seguiré preguntándome la gran verdad:
¿qué hacer, aventurarme a que el mañana decida o no regalarme mi felicidad, o vivir en el pasado y regocijarme en momentos ya finitos?
Otro momento ya ha pasado y sigo sin atreverme a entrar. Tras de mi una enorme habitación de amplias paredes y asombrosos ventanales ocupada solo por un mullido colchón cubierto por unas sabanas de un blanco cegador. Sobre la cama una silueta yace dormida, soñando con otro mundo donde la fantasía juega a ser realidad.
Otro momento ya ha pasado y sigo sin atreverme a entrar. Tras de mi una enorme habitación de amplias paredes y asombrosos ventanales ocupada solo por un mullido colchón cubierto por unas sabanas de un blanco cegador. Sobre la cama una silueta yace dormida, soñando con otro mundo donde la fantasía juega a ser realidad.
Una cascada de luz entra en habitación y recubre todo con su claridad, todo menos aquella silueta. La figura de la mujer a la que amo, algo tan distorsionado como el reflejo de mi cara sobre el cristal de la ventana en la que sostengo mi cabeza. No comprendo como he llegado aquí, ni cuantos sueños he surcado antes de llegar a este. Solo sé que mi corazón rebota en mi pecho a tanta velocidad que parece que se me vaya a salir por la boca. De mis manos caen gotas de agua, que forman un río que se pierde entre las sombras de la instancia que hay tras de mi, aquel recóndito lugar donde se esconde ella. La silueta de perfecta curvas redondeadas que recubre la cama y juega con las sábanas en un gesto erotismo tímido con el que parece intentar llamar mi atención.
Frente a mi un amanecer de destellos anaranjados se alza glorioso a la vez que el cielo recupera su color azul. Mientras busco las fuerzas para girarme y perderme entre las sombras de su falda y el placer de su carmín, oteo el horizonte en busca de algún fallo que me de la pista de que aquello no es real. Un manto de finas nubes salpica el horizonte mientras un mar que anuncia tormenta brama contra las rocas.
Mi cuerpo bañado en el salitre que viene del mar, no reconoce nada de lo que está a su alrededor. Parece que esté sobre el pico más alto de un acantilado, desde donde se asoma esta especie de ventana con vista a los sueños.
Con ayuda de mis manos comienzo a dibujar en el viento una silueta invisible, una forma irresistible e intangible que me recuerda a aquella niña que duerme tras de mi. Ella, que al fin y al cabo no es más que el producto de una fantasía irreconciliable, que si quiera mi cabeza es capaz de asimilar. Mi cuerpo tiembla tranquilo mientras el rocío madrugador salpica mi piel y eriza el bello de mis brazos. Frente a mi todo vibra en un grito de alegría exaltada, mientras mis pensamientos son el reflejo de aquel amanecer de ensueño que reproduce mis deseos.
Sin querer dejo pasar el tiempo, ningún momento es el adecuado para traspasar la fina línea que separa mi razón, del placer de verme envuelto en su abrazo. Hace mucho que me deje llevar por mis ilusiones y le comencé a dar color a aquella forma. Perfeccioné mi sueño. Ahora tras de mi un cuerpo femenino desnudo sigue dormido, su cabello de rizos rubios hilvanados por el viento se esparce sobre las sabanas, en sus ojos un guiño perpetuo a la inocencia que se deshace cuando por un instante abre los ojos y parece despertar, es entonces cuando sientes como mil amaneceres te explotan en el pecho. De su boca, donde he descubierto que acaba mi río, parece brotar un manantial de agua que surca sus labios dándoles un brillo que podría ser la envida de cualquier estrella fugaz, mientras las sábanas se agitan tranquilas mecidas por el viento, acariciando su cuerpo en un abrazo cariñoso, que descubre la belleza de su desnudez en pequeñas porciones de deseo.
Ahora ella sólo me espera. Se ha convertido en la Blancanieves de mis sueños que pide a gritos un beso de su príncipe para poder abrir los ojos a la vida. Yo sin embargo prefiero seguir siendo una rana de cuentos perdida, veo tan cercano mi sueño que creo que cualquier otro momento es mejor para poder alcanzarlo.
Mil amaneceres han pasado y mis pensamientos ya han alcanzado todos los sueños que podían. Sólo me queda uno, que llevo anhelando desde hace mil lunas y que siempre relegué a otro momento.
Sin pensar vuelvo mi cuerpo hacia la instancia de paredes blancas que se extiende tras de mi. De un salto consigo ponerme erguido sobre mis piernas y comienzo a recorrer el río de agua que acaba en su boca. Palmo a palmo comienzo a observar aquel cuerpo de mujer desnudo, pero algo extraño pasa, otra vez se ha vuelto sombra. Solo hay partes claridad que se esparcen en porciones, cada gota de agua alumbra una ínfima parte de su cuerpo, que da la impresión estar coloreado por mil rayos de sol. Sus rodillas, sus muslos, su vientre, su pecho, su cuello están salpicados por el camino de claridad acaba por perderse en sus labios. Finas láminas que se asemejan a dos pétalos de rosa y a primera vista imitan el sabor del pecado. Mis manos comienzan a subir acariciando sus mejillas hasta acabar sosteniendo su cara, es entonces cuando clavo mi mirada en su boca y un rayo de frío surca mi espalda y acaba por dejarme un temblor nervioso en las piernas. Poco a poco me acerco a ella, mi respiración excitada es acompasada por la suya. Es entonces cuando la beso, mis labios rozan los suyos de forma delicada por miedo a que su piel se deshaga con mi tacto, es entonces cuando todo desaparece. Mi princesa dormida se había cansado de esperar. Desolado quedo abrazo a las finas sábanas de seda que creo alguna vez envolvieron su cuerpo.
Entonces me doy cuenta de que otro momento ya había pasado. El momento en que ella se dejó ver empapada de luz y yo volví a relegarla al recuerdo.
Va por ti Arita, que por tu culpa no he estudiado ni nada… jejejje. No se si te gustará, pero bueno es todo de tirona así q… Un beso guapa. Y a todos os digo que nunca dejéis escapar una oportunidad.
No se presagiaba como un año esencialmente especial.
Uno de esos años en los que el paso del tiempo se hacía lento y pesado. Rodeado de mis amigos. Sí, como todos los años; confidencias inmersas en tazas de café. Noches de invierno habladas bajo el sólido frío de enero. Ellos siempre están ahí, y se lo agradezco infinitamente. Mas no eran los únicos que estaban a mi lado, también había gente con la que no me apetecía estar, lugares a los que no quería ir. Monotonía era algo en lo que pensaba cada mañana. Años y años haciendo lo mismo, intentando satisfacer a personas que dudo que esperasen eso de mi. Tiempo perdido era la conclusión tras unos minutos de pensamiento. Pero pasó algo. “Algo” es aquello que siempre pasa y lo cambia todo, sabemos que siempre pasa, pero cuando nos sentimos mal, por alguna razón no pensamos en ese “algo”. En abril, para ser más concretos ocurrió ese “algo” que me ha cambiado la vida. Se trata de una persona, y creo que todo el mundo sabe de quien estoy hablando.
Yo era consciente de mis sentimientos, pero aun necesitaba escuchar unas palabras muy importantes para mi. Mis amigos, mis verdaderos amigos. Necesitaba además de consejo suyo ese pequeño empujón que se suele dar a las personas cuando tienen miedo. Ellos me lo dieron. Aunque no dije ni hice todo lo que tenía que hacer en esas ocasiones, la otra persona ayudó bastante. Y sin haberlo tenido en mente un 6 de abril, se convirtió en el mejor día de toda mi vida. No sólo por ese “algo” que entró en mi vida, sino por que me vi arropado por mis amigos, contentos por haber conseguido encontrar a alguien que me hiciera tan feliz como lo hace ella.
Tras esto, el lazo que me unía a mi circulo de amigos se apretó más, y vinieron grandes momentos, ya descritos en esta página como fiestas, viajes, que nunca olvidaré. Pues arribaron con más gente y nuevos sentimientos en nuestra amistad, que hace que no lo pueda olvidar. Finalmente el año terminó y lo único que puedo decir es que ha sido perfecto, perfecto por que todos vosotros habéis echo que lo sea
Permitidme que os de las gracias a todos, y aunque pasara toda la vida dándoos las gracias aun estaría en deuda con vosotros.
Con la mirada perdida en el vacío, las agujas del reloj avanzan sin perdonar un segundo,mientras mi ser ausente reflexiona...
Poco a poco, esboza una pequña, diminuta cajita, cuyo interior es desconocido. La imagen se ve cada vez más nítida. Hay gente junto a ella. Rodeándola y mirandola detenidamente sin perder detalle alguno. Algunos dedican horas, días e incluso años junto a ella. La simple satisfacción que les causa su compañía les impulsa a no desprenderse de su vera.
En ocasiones, cuando poca a poco, por algún motivo, parece que la cajita comienza a perder su interés, alguno de los que componen el numeroso grupo que le rodean, decide ponerle algún detalle: un lazo, una pegatina, ... y así realzar su bellaza. Y así pasaban los días...
Un día alguien llegó, alguien nuevo, quien, atraída por la curiosidad, se acercó para disfrutar de su compañía.
"¿Qué es lo que contiene?"
Nadie contesto, pues nadie lo sabía ya que ninguna de ellos lo había abierto.
"Solo una persona será capaz de abrirla. Hasta ahora un par de ellas lo han intentado pero nadie ha salido victorioso. Es todo cuanto sabemos."
Así pues, ella, una más, decidió quedarse allí, aportando cuanto podía.
Pero eso era todo. Una inmensidad de gente junto a una cajita
Hace ya algún tiempo, una vieja amiga me intento hacer entender la importancia que tenía una mirada; cómo puede estar cargada de mensaje. Y creo que es eso lo que te hace cómplice con una persona, cuando el solo mirarles a los ojos es capaz de hacer crecer en ti un amasijo de sensaciones y emociones incontrolable, e incluso saber sacar algo en claro de todo ello.
Y es que estos ojos me han acompañado durante el año pasado. He compartido con ellos infinidad de experiencias y en definitiva resumen mi día a día y ese cosquilleo que siento cada despertar en el estómago que me impulsa a levantarme y a seguir adelante con la vida.
Espero poder mirarlos y reconocerlos dentro de mucho años...
Otra vez estoy solo. El tren acaba de cerrar sus puertas y mis recuerdos van tras el vagón acompasando su marcha. Sentado en un gélido banco rojo de una estación sin nombre solo escucho el murmullo de mis propios pensamientos. Mi valor, mis ganas, mis deseos, mi felicidad. Todo se ha ido siguiendo el zumbido del tren. Mientras mi cuerpo sigue en este incomodo balcón con vistas al olvido; viendo como se le escapa otra oportunidad de entre los dedos.
A mi lado una pareja se despide. Ninguno de los dos es capaz de hablar. Sólo pueden besarse y abrazarse. Se acarician como si para ellos ese fuera el último momento para darse el calor que tal vez duren meses en volver a tener. Entonces me doy cuenta de que los abrazos más largos se dan en invierno. Y vuelvo a recordar caricias pasadas que estaban escondidas en algún rincón de mi memoria. Cuando vuelvo a observar a la pareja de mi lado, me fijo en que aprovechan los silencios para decirse te quiero solo moviendo los labios. Dibujando la palabra en el aire. Cuando una voz anuncia la salida del próximo tren. Él deja asomar a sus ojos una tormenta en forma de lágrimas que recorren su cara e intenta disimular con una sonrisa. – No te vayas – dice una voz con un acento argentino delicioso. Y en la boca de ella solo ocho palabras – quién pudiera quedarse con vos aquí en Madrid – que le susurra al oído mientras se funden en un abrazo interminable, que envidio y hace que vuelva mi vista y la fije en las resquebrajadas baldosas que hay bajo mis pies.
Tirado. Con la única idea de volver a emprender mi marcha en cualquier momento dejo pasar las horas. - Un minuto más - me miento a mi mismo, - Un segundo es sólo lo que necesito - pienso en voz baja. - Tras que pase el siguiente tren me levanto- me engaño. - Después de que aquél niño se deshaga de su sombra, me pongo en pié – me vuelvo a decir. - Cuando ese hombre se convierta en amanecer me voy- me repito. Imposibles. Sólo pensamientos imposibles se hacen eco en mi cabeza. Ideas con las que me engaño y consigo rehacer una ficción, que se basa en mis propias ganas de seguir creyendo en ella.
- Un segundo más, solo necesito eso -. Me repito. Un segundo que ocupe una palabra, un “te quiero” por ejemplo. Un segundo que pueda llenar un abrazo, uno de esos que te envuelven por completo y que parece hasta que saboreas. Un segundo que acabe por dejarme feliz, con su imagen ardiendo en mis sueños y su recuerdo intacto en mi mente.
Solo un segundo, un segundo para una vida. Mi vida. Un camino lleno de sueños rotos y palabras de ánimo esparcidas por el suelo. Mi suelo. Enterrado bajo pedazos de tinta que copan mis historias que en ocasiones comparto en forma de cuentos. Mis cuentos. Trozos de una vida a la que me gustaría estar amarrado como lo está la espuma a las olas del mar. Mi mar. Una extensa esperanza salina que se destruye de un soplido. Un soplido. Que cada vez que aparece se lleva algo que quiero y que acabará por dejarme solo. Solo. En un mundo en el que no me atrevo a abrir los ojos por si me derriba un golpe de miedo. Miedo. Hasta a mis propios pasos por no saber hacia donde me guían, puede que me lleven al arrecife donde duermen los deseos. Mis deseos. Ese inmenso gigante que me aplasta y me devuelve a mi mundo. Mi mundo. Un pequeño escenario donde al compás de mis pensamientos me muevo yo. Yo. El actor principal y primer extraño en este guión de novato donde no soy capaz de escribir una página limpia de errores. Mis errores. Tachones que marcan mi tiempo. Mi tiempo. Una sucesión de segundos que no soy capaz de recuperar, aunque en ocasiones solo necesite uno más para conseguir cambiar MI SUERTE…
Erase una vez una joven princesa,
que junto a un joven vivió
inolvidables experiencias.
El muchacho supo seducirla,
con miradas y palabras
pero realmente fue su sonrisa
la que a ella cautivaba.
Todo era estupendo,
todo iba genial.
Pero como todo en esta vida,
lo bueno tuvo que acabar.
La princesa enamorada
dijo adiós a su amor,
ya que diversas causas
indicaban que era lo mejor.
Los dos muy perjudicados
lloraron sin parar,
esa noche fue tan triste
que no la quiere recordar.
La princesa se moría
por no tener a su amor,
y sin embargo el muchacho,
muy pronto la olvidó.
En el baile de palacio
volvieron a coincidir,
y la pobre princesita
supo lo que era sufrir.
Vió como su vida,
poco a poco se marchitaba,
pues el joven apuesto
con otra chica estaba.
El dolor era tan grande
que se quedó sin respirar.
Pero pronto abrió los ojos
y vio que así no podía estar.
Se hizo fuerte y obtuvo valentía
gracias a esos amigos que tanto la querían.
La llevaron de viaje a tierras no muy lejanas
y con el cariño que la dieron
ella, poco a poco olvidaba.
...TECHU
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes...y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas. Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir qué necesitas, decir qué quieres ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo.
Jorge Luis Borges
Este documento ha llegado a mis menos hoy mismo, y realmente he de decir que me ha parecido increíble. Espero que os haya gustado y os haya estremecido al menos tanto como a mí.
Gracias a Sandra que me lo ha enviado. Has dado en el clavo.