El despertador a sonado.....Intento ubicarme...Vale, reconozco mi cama.¿Qué dia es hoy?...Mmmm, uno cualquiera.Intento hacer un repaso del día que me espera. Intento encontrar algo que me ayude a levantarme de mi cama...
Pero no encuentro nada. Hoy sera un dia mas, un dia en el que la rutina se hara mas presente que nunca...Un dia de esos en los que no logro quitarme el dichoso nudo de la garganta que ultimamente me visita con frecuencia.El corazon comienza a pesarme, abatido, la rutina,la tristeza,la soledad le van venciendo poco a poco..Me aferro con fuerza a las sabanas y tiro de ellas hacia arriba...Mi cabeza y mi corazon se niegan a levantarse sin una razon...
De repente, un rallo pequeño rallo de sol logra colarse entre los huecos de mi persiana...Me roza la cara, es como si me acariciase tiernamente...Parece que mi corazon se reconforta...Pienso en el dia que me espera...Nada nuevo, especial...Tal vez no sea eso lo que necesito...
Sentir el frio de la mañana en mi cara, el viaje en el metro,esa niña a la que veo feliz,una sonrisa injustificada desde una cara desconocida, la universidad,el mus de todas las mañanas, el cafe amargo,esa clase que me salto sin ninguna razon especial,una llamada perdida en el movil, tal vez un mensaje, la ilusion de ver a ese amigo en la biblioteca,la imagen que siempre me acompaña de esas personas para las que significo algo importante,sentir que aunque camine sola ellos estaran a una sola llamada, la sensacion de un dia acabado,tu recuerdo...
Por fin logro abrir los ojos...Una sonrisa comienza aperfilarse en mi cara...Sacudo la cabeza, trago saliva, mi corazon se aligera...Me levanto.
Un nuevo dia, un dia cualquiera empieza...y una sonrisa lo acompaña.
"Gracias a todos aquellos cuyo simple recuerdo me hace levantarme todos los dias de la cama...Gracias por ser mi rallito de sol"
Como un juguete en las manos de una niña. Lo mira, muy detenidamente, parece intentar recordar cada rasgo de él. Lo toca, intenta palpar cada saliente, cada curva, cada oyuelo. Observa atónita todos esos colores, marrones claros escondidos bajo dos pequeños puntos oscuros que expresan mucho más de lo que realmente son. Palpa suavemente el bello en el que está envuelto. Se siente embriagada por su compañía. Juega con él. Lo mueve. Pone palabras en su boca y le obliga a hacer lo que a ella le satisface. Le presenta a los demás juguetes, quienes deberán ser sus nuevos amigos.
Un día la niña lo deja a un lado apartado pues le han regalado esta vez un nuevo muñeco. Es increíble, de dimensiones claramente superiores al anterior. Lo mira. Lo palpa. Lo toca. Juega con él. Parece sentir una gran emoción por éste. Le presenta a sus amigos.
Pero algo falla, aún siente algo por el otro juguete y su "inocencia" no le permite abandonar de ese modo a ninguno, no sólo uno diminuto de sus muñecos.
Decide coger a ambos dos. Mira a uno; mira a otro. Parece una dura decisión. Entonces se pregunta por qué ha de abandonar a uno en favor de otro, son sus juguetes. Ellos sólo tienen los ojos puestos en ella. Es ella su dueña. Ella la que les da vida. Ella. Ella.
Así pues decide, a su merced, usar uno u otro a su capricho, y de este modo sentirse completamente satisfecha y feliz.
como un juguete...
Hoye estoy cansado; mi corazón no es que capaz de latir, no encuentra la fuerza necesario ni una razón contundente por la que seguir haciéndolo. Se siente decepcionado; y no porque le hayan hecho daño, no, mucho peor que eso, porque él ha sido esta vez el arma que ha callado y ha dejado a mi mente, a mis impulsos y al paso del tiempo hacerse con el control, violando así promesas realizadas que superan de lejos cualquier excusa que yo pueda utilizar en mi defensa.
Me siento rastrero, ruin, cruel,... siento como mi corazón se estremeciera tan fuerte, se estrujara de tal modo, que tengo que echar mano a mi pecho y agachar la mirada mientras intento contener esa sincera lágrima que ronda mi sucia mirada e intenta manifestarte y delatarme, y hacerme consciente de lo bajo que he caído.
A veces me paro a pensar y me cuesta averiguar que ha sido de mí, que ha sido de ese "Nacho" del que me sentía tan orgulloso, cuyas penas olvidaba acompañanado y ayudando a otros con las suyas, cuyas lágrimas asomaban con frecuencia mejilla abajo y terminaban en un hombro amigo cada vez que el alcohol escupía fuera de mí todo lo que sentía acerca de cualquiera que se me cruzase. Qué ha sido de ese personajillo, pequeó, gracioso, capaz de todo, que se comía el mundo con una sonrisa y dejaba el pasado atrás para afrontar un nuevo e inmejorable presente. Ese quien creía en el amor y lo defendía no importaba qué. Ese que superponía la amistad a cualquier otro valor; el mismo que se ha rendido bajo las agujas de su reloj, quienes le han camelado de tal modo que ahora no quiere más que ver su vida pasar e intentar llevarla del mejor modo posible; dejando que lo que lleva dentro se enfríe poco a poco de tal modo que el hielo ya a penas le deja sentir.
Es tan fácil equivocarse... pero sin embargo, es tan difícil rectificar... a veces me cuesta discernir entre lo que hago bien o lo que hago mal... veo mi pasado como un sueño que se ha quedado en el olvido y el presente como una cruel realidad que tengo que afrontar con mi mejor cara. Pero, me falta algo...
Ojalá fuera posible volver atrás y remediar todo lo que ahora parece irremediable. Ojalá, tan sólo, el sol brile por un día en mi vida tan fuerte que sea capaz de acabar con la frialdad y la indeferencia que han crecido en mí.
Tengo otra oportunidad, siempre la hay; sólo depende de mí.
El cuerpo humano es asombroso.
A veces no me puedo hacer a la idea de como un simple beso, o un abrazo, pueden llegar a significar tanto. Como una sonrisa, que no son más que unos cuantos dientes más o menos bien puestos pueden cambiarte el día o incluso hacerte sentir la persona más feliz del mundo.
Y es que, de algún modo, fue así como me sentí el otro día. ¡Y eso que la fiesta no fue mía! Pero, como bien dice Arita, tan sólo ver el reflejo de las velas en sus caras y el brillo de sus ojos más intenso que nunca, capaz incluso de intimidar la penumbra de aquella habitación... fue increíble.
Me sentí... no sé como me sentí. Creo que fui testigo de cómo aquellos dos individuos, a los que me he dado cuenta que queiro más de lo que creía, eran un poquito más conscientes de lo afortunados que son.
Uno de ellos cumplía 21 y el otro 19, y ni siquiera la suma de ambas cifras era capaz de igualarse con la cuantía de gente que hasta allí, en el lugar donde Cristo perdió una sandalía, se había desplazado con el simple objeto de decir: "Felicidades" y brindar junto a ellos, sin dejar pasar una velada más a su lado.
Yo llegué a recibir entorno a los 60 gracias; personalmente ni pensaba que los fuera a recibir ni me creo merecedor de ellos, pues si no hubiese sido por todos y cada uno de vosotros... no hubiera sido igual.
No creo que la felicidad se pueda medir pero en cambio me atrevo a afirmar que aquela noche ellos dos fueron un poquito más felices. Y creo que esa es la mejor recompensa que un amigo puede recibir.
Y si no he hablado en esta ocasión de ellos es porque no existen palabras; y quizás, si las intento arrancar de mi ser, las lágrimas salten primero y, claro, uno tiene que guardar la compostura... ;)
solo espero que esto no sea más que un nuevo comienzo de una historia sin final, pues no hay mejor regalo ni agradecimiento que la eternidad. Ahí queda eso.
Mis ojos se abren temblorosos. Mi cabeza da vueltas y en mi paladar un asqueroso regusto a suela de zapatos. Odio la resaca. Mi cuerpo se atisba cansado y una única idea copa mis pensamientos. Necesito escribirlo. Anoche estuve la luna.
Creedme cuando os aseguro que ayer estuve en la luna. Fue un viaje corto; de ida y vuelta. Fui y volví con lo puesto. El lugar elegido para el despegue era un pequeño local al sur de Madrid, bueno en realidad eran sólo cuatro paredes blancas y un par de mesas colocadas a conciencia con algo de comida y muchas bebidas sobre ellas.
Todo comenzó, como comienzan las grandes noches, esperando en la apagada parada de metro de Miguel Hernández. Allí esperaba a la tripulación. 40 personas, hombres y mujeres, conocidos y ahora menos desconocidos, altos y bajos, alocados y retraídos, responsables y despistados, torpes y no tan torpes, mayores y menores, solteros y con novia, en fin había de todo.
Fui el primero en llegar, estaba ansioso por iniciar lo que a la postre sería el mejor viaje de mi vida. Mientras esperaba miraba a un lado y a otro buscando a los que me iban a acompañar. Aguardaba hecho un nudo para poder soportar el intenso frío y la humedad que cubría todo.
Era una misión secreta, dos personas no podía saber nada de lo que iba a pasar. Habíamos quedado a las diez, cero, cero. Pero como es ya habitual, tuve que esperar durante 45 minutos de pié sobre mis temblorosas rodillas. Hubo un momento en que peligró la misión por poco me cruzo con una de las personas que no sabían nada. Deshecho el entuerto, no sin apuros, al final apareció el resto de la tripulación y nos dirigimos al lugar del lanzamiento. Ya hubo una avanzadilla que se dirigió al lugar de lanzamiento y esperaban allí.
Los nervios estaban presentes en todos. Todo iba como se había planeado y no veía el momento en que aparecerían por la solitaria puerta las dos personas que no tenían ni idea de nada. Esos que iban a dirigir nuestra nave derecha al ojo plateado que vigila la noche. La luna. Esos a los que queríamos sorprender con un Felicidades que se tenía que quedar grabado a fuego en su alma. Todo estaba preparado, el ruido era ensordecedor y nadie podía mantener la boca cerrada en pos de la sorpresa. Pero, finalmente se consiguió. Un tenso silencio se hizo y solo estaba calmado por cuatro paredes que parecían abrazarnos y tejer entre todos los que allí estábamos un invisible lazo de unión.
Al fin ocurrió, ya no importaba la hora de retraso o el agarrotamiento que sufrían mis huesos a causa del frío que había pasado en aquella oscura parada, cruzaban la puerta Jony y Jesús. Las dos personas que habían conseguido reunirnos. Y el grito unánime de felicidades caló en la cara de los dos. Una eterna lágrima asomaba en sus ojos que finalmente suicidaron sus ganas de hacer acto de presencia, pero todos sabemos que estaban allí. Jesús, un chico menudo, de pelo largo y moreno, con las cejas gruesas y con una sonrisa siempre sosteniendo su boca, miraba de un lado a otra con la boca abierta de par en par intentando buscar una explicación a todo. La explicación… no se en verdad cual es. Sin embargo Jony, un niño moreno de pelo corto, fibroso y con unos enormes ojos marrones, intentaba disimular sus lágrimas en un gesto infantil que dejaba a la luz su sorpresa.
Nada más entrar ellos por la puerta mi reloj se paró, mejor dicho me olvidé de él. Mi cuerpo comenzó a elevarse y en un segundo ya no era capaz de adivinar donde acaban mis pies y comenzaba el suelo. Tras el emotivo encuentro, todo comenzó. En un segundo aquel pequeño local arrancó sus cimientos del suelo y comenzó a subir. Tras atravesar las nubes y esquivar las pocas estrellas que salpicaban el cielo conseguimos aterrizar.
Allí estábamos todos, en la luna, aunque creo que nadie se dio cuenta de nada. Las carcajadas, los abrazos, las conversaciones de presentación, las copas, las miradas de complicidad, los gestos de cariño, los te quiero fruto de la embriaguez, todo empapaba la sala y a todos los que estábamos allí.
Mientras yo, cada vez que podía miraba a través del cristal de la ventana. Un paisaje de ensueño se alzaba ante mí. Indescriptible, no encuentro las palabras para definir lo que mis ojos veían. Un suelo blanco, que parecía estar cubierto por una fina sábana de seda, estaba chapoteado de cráteres llenos de agua. Sí, hay agua en la luna. Como en un sueño me imaginaba pisando aquel precioso paisaje y saltando de un charco a otro acabando por calar los bajos de mis pantalones.
El tiempo se pasó sin darnos cuenta, cada vez la complicidad era mayor entre la tripulación y las sensación de que todo iba a acabar estaba latente en el ambiente. De repente otra vez el silencio nos caló a todos los que estábamos allí. Corriendo vuelvo a asomarme a la ventana, todo ha vuelto a la normalidad, la calle en penumbra de la que hace horas habíamos huido vuelve a extenderse frente a mi. Echo mano del reloj, son ya las 6 de la mañana y en las caras de todos, la satisfacción de haber sido felices durante unas horas. Mis pies vuelven a tocar el suelo y un escalofrío recorre mi piel.
Ya volvíamos a caminar, algunos lo intentaban, sobre la misma cruel realidad. - Durante unas horas he estado en la luna- piensaba en voz baja mientras dejaba a mi espalda aquella puerta. Esa que me había llevado a un nuevo mundo, nuestro mundo. Y que ansío volver a cruzar.
Anoche… Definitivamente, estuve en la luna.
Esto es una pequeña muestra de lo que sentí ayer. Tal vez os resulta raro, pero es lo que me ha salido, jejeje. Tampoco quería alargarlo. Sólo quería dejar constancia de que lo de ayer, no fue un sueño. Fue real. Un abrazo a todos. Nos vemos con los ojos.