-¿En que piensa?- Me preguntó mientras acariciaba mi espalada con la yema de sus dedos.- En algo que te haga sonreír, pero soy pésimo contando chistes-.conteste con mi mirada perdida entre su piel y mi nariz apoyada sobre su nuca. – Eres un cielo – me dijo en un susurro escondido tras una sonrisa, mientras se acurrucaba entre mis brazos buscando una postura más cómoda. Notaba como su respiración se perdía y el calor de su cuerpo se apagaba, mi ángel se iba a cada suspiro.
En la calle un amanecer de destellos rojos vestía la ciudad. Mientras una niebla espesa relamía las fachadas de los edificios y cubría las copas de los árboles mecidas por el viento. El mundo era ajeno a mí y a mi tristeza. Sentía las bofetadas del viento que se colaban entre el marco de mi ventana. Golpes que me recordaban que nadie se puede enamorar de un sorbo de aire.
Ella seguía a mi lado. Su cuello estirado jugaba con mis deseos de acariciarla. - Volvería a desnudarla una vez más antes de que se fuera para siempre de mi lado-. Me decía entre lágrimas. Su figura se dibujaba bajo mis sábanas entre los remiendos de piel que cubrían su cuerpo. Su pelo olía a flores recién cortadas que comenzaban a tejer una enredadera sobre la almohada.
- No quieras verme marchar. Deberías irte antes de que sea demasiado tarde y él decida llevarte conmigo – dijo con su mirada perdida en el dulce sabor a miel que sostenían mis labios. El emboque de su cuerpo. – Olvídate de eso ahora, estaré a tu lado hasta que él te arranque de mi cama-. Le susurré al oído tan cerca que prácticamente pasé mi lengua por su lóbulo. Luego la abracé tan fuerte que por un momento sentí como si mis venas se revistieran con su sangre.
Un viento gélido abrió la ventana de una patada, arrancando de cuajo la persiana y el marco de la misma. Un remolino de hojas comenzó a surcar la habitación, todo se marchitaba a su paso. Un olor a muerte anegó la habitación. Mi cuerpo yacía paralizado bajo las sábanas y mis manos sólo eran capaces de agarrarse a aquel cuerpo deshecho que se me escurría de entre los dedos y comenzaba a fundirse con aquel tornado. Su cuerpo se convirtió en un crisol de flores que luchaban por crecer sobre mi cama. Yo la sujetaba con todas mis fuerzas, mientras sentía los disparos de aire rebotar contra mi cuerpo. Golpes de los que brotaban gotas de sangre que antes de caer se convertían en enormes rosas rojas.
De repente millones de pétalos nacieron de su pecho. Una lluvia de caricias inundó la habitación. Bocados de amor que cubrieron mi cuerpo. Fue entonces cuando decidí rendirme a aquel viento y fundirme con él en un tornado eterno. Sentí como mi cuerpo se elevó hasta surcar las nubes.
…Yazgo tendido en el cielo…
…Cierro los ojos…
…Se para mi mundo…
…Vuelvo a mis sueños…
Ahora, la primavera ha vuelto a la ciudad. Los niños juegan a rayuela en la calle y yo les observo desde mi soledad. Aquel viento me convirtió en sombra, sombra de una flor. La flor más bella que jamás conocí. Aquella flor de enormes hojas que nació bajo mi almohada al irse ella. Ella fue el ángel del que me enamoré. La primavera que un día durmió bajo mi piel. La primavera que el invierno arrancó de mi lado durante un fugaz destello de fantasía.
SIN PALABRAS ....
buenisimo