Se abrieron las puertas de aquel lugar extraño y temeroso donde gracias a Dios no solía frecuentar mi presencia. Eché un vistazo a lo que por un momento iba a ser mi refugio. Había mucha gente, gente que no conocía, personas que paseaban por los largos pasillos, personas que estaban sentadas en aquellas sillas tan simples e incómodas... Habían caras tristes, de alegría, nervios, consuelo, llantos, risas, amor, cariño, desesperación y sobretodo incertidumbre...
Cada vez que avanzaba por aquel lugar mi corazón se estremecía más y más...
A lo lejos conseguí ver un ascensor que me llevaría a mi destino, la habitación 612. Subí acompañada de dos señoras contándose las desgracias de sus maridos, mientras mis ojos se humedecían por momentos y empezaba a estar realmente nerviosa. Aguanté el tipo. Las señoras se bajaron y yo continué hasta la planta 5. Las puertas se abrieron, resoplé y levanté la cabeza gacha que me acompañaba durante la subida. Salí del ascensor y miré hacia los lados para ver algún cartel que me indicase donde podría encontrar aquella habitación.
Hacia la izquierda debía ir..caminé un poco por aquel pasillo que me pareció ser eterno...habitación 610; 611; y .....ufff, volví a resoplar y me dispuse a llamar a la puerta..cuando una voz me sorprendió:
-¿ Se puede saber a qué has venido? -
Estaba segura de que esa voz la había oído antes, pero no conseguía identificar de quién era, me di la vuelta y allí estaba... Sin duda era ella, un rostro difícil de olvidar pese a haber cambiado desde la última vez que lo vi.
- Tan solo he venido a ver como está- contesté firme y dolida por aquel recibimiento.
- Pues está igual, así que ya te puedes marchar- dijo la joven poniéndose delante la de la puerta de la habitación, y mirándome con cara de pocos amigos.
Entonces una vez más, tuve que tragarme mi orgullo y suplicar a la mujer que ocupaba el corazón de mi amado que me permitiese el paso. Vi como en sus ojos había duda, no quería dejarme pasar pues sabia lo que ese muchacho y yo habíamos vivido juntos. La verdad es que ella no era quién para impedirme el paso, pero no consideré oportuno ponerme borde en esos momentos. Más bien todo lo contrario, supliqué para que me dejase pasar y tras varias lágrimas que se derramaban por mis mejillas ella accedió diciéndome: “ Tan solo un minuto”.
¿ Qué diríais vosotros a una persona a la que jamás volveréis a ver, en tan solo un minuto? Mi pensamiento daba vueltas... ¿ debía decirle que le seguía queriendo como el primer día? ¿ debía reprocharle el inmenso daño que me hizo? ¿ debía contarle cómo me sentía? ¿ debería decirle que se despertase pronto y que fuese feliz con esa chica?.... ¡Rápido! Tan solo tenía un minuto y tantas cosas que decir que no sabía por donde empezar.
Me acerqué temerosa a aquella cama de sábanas blancas donde se encontraba, rodeado de tubos y máquinas, con flores y bombones en la mesilla... Las lágrimas inundaban mis ojos...no sabía qué hacer, qué decir. ¿ Podría oírme? ¿ Sentiría mi presencia? Le agarré cuidadosamente de la mano, acaricié su bonita cara y sin poder remediarlo no pude parar de llorar, ya que sabía, que aquel sería el último momento en que mis ojos verían su rostro.
El tiempo se terminaba y tras un beso sentido en su mejilla le dije desde lo más profundo de mi corazón: “Te quiero”.
De pronto la puerta comenzó a abrirse y un ruido estrepitoso me sobresaltó.. piiiiiiiiiiii....era ese maldito despertador recordándome que debía ponerme en pie para comenzar un nuevo día, un nuevo día sin mi amor.
Escrito por techu a las Febrero 17, 2005 08:33 PM