Otro momento ya ha pasado y sigo sin atreverme a entrar. Tras de mi una enorme habitación de amplias paredes y asombrosos ventanales ocupada solo por un mullido colchón cubierto por unas sabanas de un blanco cegador. Sobre la cama una silueta yace dormida, soñando con otro mundo donde la fantasía juega a ser realidad.
Otro momento ya ha pasado y sigo sin atreverme a entrar. Tras de mi una enorme habitación de amplias paredes y asombrosos ventanales ocupada solo por un mullido colchón cubierto por unas sabanas de un blanco cegador. Sobre la cama una silueta yace dormida, soñando con otro mundo donde la fantasía juega a ser realidad.
Una cascada de luz entra en habitación y recubre todo con su claridad, todo menos aquella silueta. La figura de la mujer a la que amo, algo tan distorsionado como el reflejo de mi cara sobre el cristal de la ventana en la que sostengo mi cabeza. No comprendo como he llegado aquí, ni cuantos sueños he surcado antes de llegar a este. Solo sé que mi corazón rebota en mi pecho a tanta velocidad que parece que se me vaya a salir por la boca. De mis manos caen gotas de agua, que forman un río que se pierde entre las sombras de la instancia que hay tras de mi, aquel recóndito lugar donde se esconde ella. La silueta de perfecta curvas redondeadas que recubre la cama y juega con las sábanas en un gesto erotismo tímido con el que parece intentar llamar mi atención.
Frente a mi un amanecer de destellos anaranjados se alza glorioso a la vez que el cielo recupera su color azul. Mientras busco las fuerzas para girarme y perderme entre las sombras de su falda y el placer de su carmín, oteo el horizonte en busca de algún fallo que me de la pista de que aquello no es real. Un manto de finas nubes salpica el horizonte mientras un mar que anuncia tormenta brama contra las rocas.
Mi cuerpo bañado en el salitre que viene del mar, no reconoce nada de lo que está a su alrededor. Parece que esté sobre el pico más alto de un acantilado, desde donde se asoma esta especie de ventana con vista a los sueños.
Con ayuda de mis manos comienzo a dibujar en el viento una silueta invisible, una forma irresistible e intangible que me recuerda a aquella niña que duerme tras de mi. Ella, que al fin y al cabo no es más que el producto de una fantasía irreconciliable, que si quiera mi cabeza es capaz de asimilar. Mi cuerpo tiembla tranquilo mientras el rocío madrugador salpica mi piel y eriza el bello de mis brazos. Frente a mi todo vibra en un grito de alegría exaltada, mientras mis pensamientos son el reflejo de aquel amanecer de ensueño que reproduce mis deseos.
Sin querer dejo pasar el tiempo, ningún momento es el adecuado para traspasar la fina línea que separa mi razón, del placer de verme envuelto en su abrazo. Hace mucho que me deje llevar por mis ilusiones y le comencé a dar color a aquella forma. Perfeccioné mi sueño. Ahora tras de mi un cuerpo femenino desnudo sigue dormido, su cabello de rizos rubios hilvanados por el viento se esparce sobre las sabanas, en sus ojos un guiño perpetuo a la inocencia que se deshace cuando por un instante abre los ojos y parece despertar, es entonces cuando sientes como mil amaneceres te explotan en el pecho. De su boca, donde he descubierto que acaba mi río, parece brotar un manantial de agua que surca sus labios dándoles un brillo que podría ser la envida de cualquier estrella fugaz, mientras las sábanas se agitan tranquilas mecidas por el viento, acariciando su cuerpo en un abrazo cariñoso, que descubre la belleza de su desnudez en pequeñas porciones de deseo.
Ahora ella sólo me espera. Se ha convertido en la Blancanieves de mis sueños que pide a gritos un beso de su príncipe para poder abrir los ojos a la vida. Yo sin embargo prefiero seguir siendo una rana de cuentos perdida, veo tan cercano mi sueño que creo que cualquier otro momento es mejor para poder alcanzarlo.
Mil amaneceres han pasado y mis pensamientos ya han alcanzado todos los sueños que podían. Sólo me queda uno, que llevo anhelando desde hace mil lunas y que siempre relegué a otro momento.
Sin pensar vuelvo mi cuerpo hacia la instancia de paredes blancas que se extiende tras de mi. De un salto consigo ponerme erguido sobre mis piernas y comienzo a recorrer el río de agua que acaba en su boca. Palmo a palmo comienzo a observar aquel cuerpo de mujer desnudo, pero algo extraño pasa, otra vez se ha vuelto sombra. Solo hay partes claridad que se esparcen en porciones, cada gota de agua alumbra una ínfima parte de su cuerpo, que da la impresión estar coloreado por mil rayos de sol. Sus rodillas, sus muslos, su vientre, su pecho, su cuello están salpicados por el camino de claridad acaba por perderse en sus labios. Finas láminas que se asemejan a dos pétalos de rosa y a primera vista imitan el sabor del pecado. Mis manos comienzan a subir acariciando sus mejillas hasta acabar sosteniendo su cara, es entonces cuando clavo mi mirada en su boca y un rayo de frío surca mi espalda y acaba por dejarme un temblor nervioso en las piernas. Poco a poco me acerco a ella, mi respiración excitada es acompasada por la suya. Es entonces cuando la beso, mis labios rozan los suyos de forma delicada por miedo a que su piel se deshaga con mi tacto, es entonces cuando todo desaparece. Mi princesa dormida se había cansado de esperar. Desolado quedo abrazo a las finas sábanas de seda que creo alguna vez envolvieron su cuerpo.
Entonces me doy cuenta de que otro momento ya había pasado. El momento en que ella se dejó ver empapada de luz y yo volví a relegarla al recuerdo.
Va por ti Arita, que por tu culpa no he estudiado ni nada… jejejje. No se si te gustará, pero bueno es todo de tirona así q… Un beso guapa. Y a todos os digo que nunca dejéis escapar una oportunidad.
Ya sabia yo que el comentario acabaria en un post..... ;) Claro que me ha gustado illo, tomare el consejo...Y haz tu lo mismo...Un besuco.Y mil gracias...
Escrito por Arita a las Enero 25, 2005 09:36 PM