Siempre es el mismo sueño: poco a poco despego los párpados y dejo entrar la claridad de la noche en mis pupilas... yo, bajo la inmensidad del universo, tumbado en la cálida arena que aún retiene el calor de un día más que ha quedado atrás. Mi mano se sumerge bajo los diminutos granos y consigue atrapar en ella un puñado de tierra. Cierro fuertemente el puño, cuidando el no derramar ni siquiera un diminuto granito. Pongo mi mano entre mis ojos y la inmensidad del mar y comienzo a abrir el puño lentamente. De pronto, una ola levanta una pequeña ráfaga de viento que mete algo de la arena en mis ojos... parpadeo un par de veces y cuando me quiero dar cuenta es de día, tengo un cubo y una pala junto a mí. En frente, veo que he hecho un pequeño hoyo, me asomo y aquel profundo agujero parece no tener fin. Miro a mi alrededor y veo a mi padre con otra pala llenando un cubo y colocando junto a mí otra de las torres de aquel impresionante castillo que, sin saber bien porque, despierta en mi interior una satisfacción incalculable y una gran expectación por verlo acabado. Mi padre me mira a los ojos, me sonríe. Sus pupilas destellan un inconfundible reflejo de cariño e ilusión, mis brazos se mueven por inercia propia y le abrazan. (Había olvidado lo fascinante que eran pasar todas aquellas mañanas con mi padre junto a la orilla del mar). Aquel agujero negro sigue llamando mi atención y decido meter el brazo con la intención de tocar fondo. Siento como algo me tira hacia dentro y cuando me quiero dar cuenta estoy en el agua, agarrado a alguien, peleándome... finalmente consigo tumbarlo y hacerle una aguadilla, levanto la cabeza y
allí estáis todos... mis amigos, todos y cada uno de ellos; las personas que durante tantos años han dado sentido a mi vida, de las que he aprendido tanto, por las que he luchado y también llorado, a los que he conocido y a los que, muy a pesar mío, he tenido que dejar marchar... Alguien me atrapa por detrás, y es esta vez mi cabeza la que se sumerge bajo el agua.
Salgo al exterior y de nuevo estoy en la playa. El aire se había llevado de mi mano aquel puñado de recuerdos y los había devuelto a la arena.
Miro de nuevo al cielo, y su inmensa oscuridad me llena aún más de incertidumbre. Las numerosas estrellas me dan una idea de la magnitud del universo. Se reflejan en mi cara y mis pupilas les devuelve una escalofriante y temerosa mirada.
Me pongo en pie y doy un pequeño paso hacia el mar, donde parezco encontrar serenidad y calma, pero su inmensidad aún me acongoja e intento estar lo más alejado de él posible.
Vuelvo a parpadear, y mis ojos se rinden al atractivo sueño, dándome una vez más la oportunidad de soñar, de volver a creer que hay mucho por lo que luchar, una vida aún por caminar y un futuro del que aprender. Siempre tumbado en la arena, en compañía de una infinidad de recuerdos y con un final, todavía muy lejano, pero que me recuerda que no hay ni un momento que perder.
Llevo media hora sentada frente al ordenador pensando q poner como comentario a esto q as escrito y q sin duda me ha emocionado... me quedo sin palabras, se me han puesto los pelos de punta, jejej soy lo peor. Ya sabes lo q pienso asiq simplemente decirte q gracias por estar siempre ahi, por ser como eres, por todo... eres lo mejor.
Escrito por rei-rei a las Septiembre 10, 2004 07:49 PM