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Septiembre 13, 2003
Motas de polvo.
Recién levantada me quedo así en modo pause, pestañeando poco y lento, fumando el cigarro de después del desayuno y mirándome la mancha que acaba de caerme en la camiseta. Ahora mismo la gente debe estar haciendo cosas de por la tarde, yendo a tomar café (el segundo o el tercero), saliendo a dar una vuelta, haciendo las compras de fin de semana, merendando gratis en el Carrefour. Y yo mientras observo las motas de polvo que flotan extraordinariamente despacio, a su ritmo ellas, por todo mi cuarto.
Seguramente muchas de estas motas no son mías; sólo unas advenedizas que pasaban por mi ventana sin un rumbo establecido, la encontraron abierta y pasaron a ver qué se cocía; las pobres sólo me encontraron a mí medio dormida todavía y poniendo canciones lloricas de Janis Joplin. Venir para esto, pensarán, ellas que salieron del asiento de un coche festivo de los que punchipunchean de madrugada por la carretera. Habrá infinidad de motas ajenas, motas que alguien se sacudió del pantalón, motas que tal vez eran muy queridas. Polvo de picnic, valiosos recuerdos de un paseo en coche que sus protagonistas confundieron casi con una road movie, de pura emoción. Motillas, puntos diminutos a los que nadie da importancia a no ser que salgan en el fondo de algún cuadro de Velázquez.
Tal vez tenga la mota de algún famoso, o de alguien a quien conozco y no veo hace mucho tiempo. Quizás tenga alguna mota de Ud, sí , Ud, el que lee justo ahora. Incluso puede ser que en mi cuarto se esté dando la IV Concentración de Motas Importantes Españolas y yo no lo sepa. En el fondo sólo me parecen lo que son: ruido en mi fotografía, rozaduras, algo que dé un poco de trama a este momento tan estúpido, cuando me despierto y parece que si me asomo ahí fuera el mundo se habrá mudado a otro planeta sin avisarme.
Septiembre 13, 2003 06:06 PM