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Septiembre 08, 2003
Exclusiva: lo que Caína no contó del verano.
Haciendo la competencia a ORT Agencia Informativa y enseñando mucho las muelas con sonrisa pantojiana, “que eso es lo que les jode”, concedo una exclusiva jugosa con una confesión escandalosa sobre un día del agosto que hasta hace escasos días hemos estado padeciendo.
Los datos oficiales apuntaban a que en verano sólo había recorrido con mi abuela las obras de Benalmádena Costa buscando farmacias de guardia y algún sitio donde se pudiera robar hierbabuena sin ser vista. En este post desmiento esa afirmación. Pasé algunos días en casa, sola, y en uno de estos días me sucedió algo que varió mi visión del mundo, de la vida y de la muerte ya para los restos.
Y es que conocí a unos polacos.
Cómo fue: Yo iba en busca de desconocidos a los que fotografiar y paré en un bar a comprar tabaco. Allí, un tipo con gorra y una extraña manera de expresarse me pidió cigarrillos. No sé cómo ni por qué, pero una hora después él y otros dos polacos estaban en el sofá de mi casa sacando su ropa sucia de una mochila para poner lavadoras.
Sí; yo, Caína, un trozo de carne sin sentimientos (buenos), di cobijo a tres desconocidos extranjeros, dos de ellos gedeones , y uno de los cuales me estuvo contando su pasado como macarra mafioso en su país.
Sebas, el gedeón de oscuro pasado.
Me sentí salvaje, hablando con un tipo musculoso que había robado tantos coches y había dado tantos mamporros a gente inocente que no le pagaba a su jefe. Me sentí más salvaje cuando ese mismo tipo duro que pronunciaba las erres con gran énfasis se ofreció a lavarme los platos.
Después de hacer las cosas de la casa los dos gedeones me pillaron por banda y obligáronme a participar en una mesa cuadrada de debate metafísico. Agradecidos por tener un sitio donde dormir me regalaron este extraño libro:
Y me lo dedicaron:
Gracias a Don Vertical Numerado he sabido recientemente más cosas del movimiento gedeón. Lo que más me impresionó fue eso de que este Nuevo Testamento es el que tienen los americanos en las cárceles, en los moteles, en los prostíbulos, en toda clase de sitios interesantes. Sólo por eso tengo mi libro en la mesilla de noche, y algunas veces me convenzo de que me llamo José, soy puertorriqueño y me quedan treinta y seis horas, y lo leo y lo disfruto.
“Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” Salmo 69:5 (Y añadiría que no le son ocultos porque siempre tengo que acabar cascándolo todo aquí, maldita sea).
Septiembre 8, 2003 07:28 PM