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Mayo 05, 2003
Misterios de P.
Ejem.
Vuelvo a mi tarea de escribana, mis queridos lectores, sólo movida por el empuje más antiguo y fuerte que hay en mí, que no es un tigre ni se toma migado en leche. Me refiero al afán fastidioso, como las mentes más sagaces ya habrán adivinado. También escribo para correr a dar la primera versión, la fiable, del día y medio pasado con P., majadahondero impasible, y así borrar la mala impresión dada en ese documento infernal que el muy malvado y diablesco Don Joshua atrevióse a colgar sin autorización.
Los siguientes párrafos ayudarán también a desmitificar un poco la figura de P., que como sabemos tiene en el imaginario colectivo forma de figura grande con ruido de canción quejosa y malhablada de duretes lloricas. Esa imagen permanecerá, pero no será porque no haya sido tentado , estando a punto de caer, por entidades más abizarradas y cercanas al suelo a desmelenarse y bailar sentado o a ser vendido a poperas con camisas a rayas.
Primer Misterio de Gracia: P. tentado por un maniquí. Acudimos al momento en el que un maniquí de vida alegre, que se pasa la existencia apostado en un bar oscuro en actitud sospechosa y picarona, trata de seducir a P. mediante el viejo truco de ponerle la pierna en medio cada vez que dicho individuo se dispone a dar un sorbo a su café. Aunque no llegaron a pecar propiamente dicho ( y sólo porque en el bar hay un perro voyeur que asoma la cabeza por la rendija de los servicios cada vez que alguien entra en ellos), P. frotó disimuladamente una pezuña contra el terso plástico del muslo del casquivano maniquí.
Segundo Misterio de Gracia: P. tentado a abandonar la camiseta negra por el estampado setentero hortera. A lomos de la cerveza, desorientado por hallarse en tierras extrañas pobladas de criaturas feroces con cresta-flequillos, P. está a punto de ceder a la rogativa caínica de intercambiar atuendos, habiéndose hallado, señores, casi dispuesto por un momento a encasquetarse esto. Sí. Sé que este blog merece una frase de silencio por todas las bocas abiertas y las cejas arqueadas que en estos momentos ilustran el asombro y el horror de quienes han conocido o conocen a la entidad páblica, y son por tanto capaces de imaginarse lejanamente a dicho caballero portando ese cuello y esos florones currojiménicos.
Tercer Misterio de Gracia: P. tentado a ser objeto de comercio. Esto fue más difícil. Y es que P. no se deja vender. Esto les sorprenderá, como a mí me sorprendió: que P. se niegue a ser el trozo de carne por el que unas cuantas arpías _u hombres musculosos y viriles_peleen y organicen concursos de camisetas mojadas donde él es el premio. Después de mucho analizar he llegado a la conclusión de que su negativa corresponde más bien a la poca confianza que deposita en mi sentido estético , principal herramienta que uso para elegir clientas o posibles compradoras. Desconfianza ésta que sin duda está bien fundamentada , como todos podrán apreciar tras haber echado una retina a la camisa setentera de antes.
Cuarto Misterio de Gracia: P. tentado a atentar contra la fauna voladora malagueña. Para cualquiera que sepa cómo es P. y el tono amenazador con que blasfema (con un montón de eses) debe ser fácil imaginarle aplastando sin piedad a una polilla y a una dulce mariposilla nocturna , incluso hacerlo regodeándose en ello y poniendo gestos de Hulk Hogan. Error. Sé que nadie me creerá, pero fue él quien propuso no matar a los bichejos, sino "atraparlos y soltarlos en la terraza". Tal arranque verde y levemente jipioso de amor a la vida me sorprendió e incluso alarmó, y confieso que no pude dormir tranquila imaginándome a P. al día siguiente regañándome , y quizás hasta agrediéndome, por usar servilletas de papel no reciclado.
Quinto Misterio de Gracia: P. tentado a filosofar y a creer que le doy la razón, cuando interiormente sé y sigo creyendo que yo era quien tenía en su mente la idea más aproximada a la verdad. Expondré el hecho de una forma sencilla: P. confunde la izquierda con abajo. Imagínense que estamos en una calle con una cuesta que va hacia abajo. Bien. Ahora imaginen a P. señalando hacia abajo y diciendo : "Vamos por la izquierda". Pasamos unos veinte minutos discutiendo, con rencor y agresividad contenida, acerca de este error de percepción páblico que él insiste en llamar "verdad". Lógicamente acabo dándole la razón, pues soy más experta y madura que él y nunca se me ocurriría manchar con nata el flequillo de nadie sin su previa autorización.
Sexto Misterio de Gracia: P. tentado a relacionarse con guardias civiles calvos casados que hace mucho que no salen y que se aburren con el amigo informático con quien han ido al bar donde se sienten completamente fuera de lugar. P. intercambió amables frases de condolencia con el guardia civil en cuestión, mostrándose realmente comprensivo y sin casi decir hosstia. Esto es sólo un ejemplo de cómo dos hombres que no tienen nada en común pueden sentirse unidos de repente por culpa de sus respectivos acompañantes, dentistas pesados o tipejas que intentan confundir a pobres grunchoides que se apoyan en columnas para cantar y fumar aislados en bares poperos.
Séptimo Misterio de Gracia: P. forzado a salir acompañado de pata de venado y a asistir al patético espectáculo de una servidora intentando acercarse al tótem heavy II. Como yo estaba en lo mío (intenando ser aceptada por el nuevo tótem como seguidora y aprendiz) no pude ver el gesto que asomó al rostro pablil en dicho instante. Aunque sé que debió bajar la cabeza hasta casi tocarse la rodilla con la nariz, rompo una cerilla desde aquí en su favor, por haber aguantado el tipo y no haber huído presto a los servicios buscando una ventana por donde escabullirse o un pico con el que abrir una en caso de no existir.
Octavo Misterio de Gracia o Primer Descubrimiento Espiritual: P. es mi padre. Tiene demasiadas cosas en común con mi entidad paterna como para ser sólo coincidencia. Tiene manías raras relacionadas con la geometría, tiene manías raras relacionadas con la geometría y para colmo tiene manías raras relacionadas con la geometría. No son ni una ni dos razones, son tres. Y me dejo muchas otras, relacionadas con hábitos geométricos extraños.
Después de leer todo lo anterior sé que he ayudado a descubrir un poco más la esencia de P. No es tan duro, no es tan llorica, no es tan refunfuñoso. Y su amenaza de "Vamos a llamar a Darío" sólo era un intento desesperado de pedir auxilio.
No le culpen de nada. Él nunca lo haría.
Mayo 5, 2003 05:45 PM