Pensamientos inconexos sin orden ni concierto

Esfuerzos infructuosos y estupideces existencialistas

Es decir, confusión mental.
No hay por qué preocuparse, ya hemos pasado antes por ello...¿verdad?.
Simplemente ocurre que el humo se está volviendo demasiado espeso como para respirar, y somos, sencillamente, demasiado hipocondríacas como para soportar esa visión enfermiza sin enfermar.
El paisaje cambia por momentos, la luz desaparece y reaparece, el viento hiere las nubes, dejando manchas indelebles en su esbozada anatomía. Nuestra mirada se empaña con la simple idea del frío. Y es que nuestros ojos son demasiado sensibles, se irritan con tanta facilidad...
Irritables, confusas...y con una irresistible tendencia a la dramatización literaria. Bueno, qué le vamos a hacer, alguien nos tendrá que soportar.
Porque claro, ¿cómo hallar la cura si no sabes dónde te duele?, dudo que baste con decir veintitrés...
Y en medio de todo esto, nuestra efímera tabla de salvación, esos sonidos tan armoniosos que llenan nuestro subconsciente y consiguen remediar momentáneamente todas nuestras carencias terrenales. Esos sonidos que se meten tan dentro de nuestro ser...deben ser una segunda piel, o un tercer pulmón con el que respirar tras un millar de miedos absurdos y enfermedades invisibles. Ah, así está mejor, pensemos en nuevas y excéntricas formas de respirar en planetas desconocidos...no, no, todavía no me he tomado nada. Todo es debido a estos sonidos, tan sensuales e hipnóticos...deberíamos escucharlos más a menudo para sanar. Sí, eso haremos. Sabemos perfectamente que una canción, en un momento dado, puede hasta salvarnos la vida. En este caso, los sonidos de Electrelane (en concreto los de su último disco, The Power Out, el cual es altamente recomendable), porque, tras una escucha continuada, pueden conseguir efectos realmente milagrosos y reconstituyentes. Preferiríamos recomendar sus canciones de una forma más ortodoxa, pero la técnica nos ha dado la espalda. Definitivamente, hemos desistido, así que nos será imposible ilustrar estos paisajes sonoros por medio de la radio que pretendíamos instalar. Es curioso cómo unos hechos tan simples, tan estúpidos, tan absurdos, y tan triviales como anecdóticos son capaces de acabar con nuestra paciencia, convirtiéndose en síntomas de un mal mayor. ¿Cuál?, bueno...está claro que no lo sabemos, si no, no estaríamos aquí, emitiendo quejas en vano.
Pero no pasa nada, ya habíamos pasado por ello, o al menos nos es vagamente familiar...¿verdad?.