Julio 15, 2004

Mi pequeño animal

Ojos desconfiados, enormes, curiosos, puede que formen parte de alguna alucinación. Ojos burlones que espían entre las frágiles capas que recubren este lugar recóndito y secreto. Ojos irritados por los contrastes entre la constante penumbra en la que viven y los súbitos accesos de luz. Ojos cansados, tiernos.
Boca cavernosa, con cavidades ocultas y cubiertas de telarañas, pero con esa magia hechicera de lo rústico.
Piel húmeda, casi viscosa, y con esa extraña capacidad de provocar continuados escalofríos a quien se atreve a acariciarla.
Extremidades angulosas, casi amenazantes.
Se trata de un ser pequeño, y al mismo tiempo, de dimensiones tan desproporcionadas como su desmesurada y secreta ambición. Habita en mi estómago desde hace poco, pero le conozco desde hace una eternidad.
Sus garras resultan hirientes, todavía no han aprendido a acariciar, desgarran mi interior sin proponérselo, como un pequeño animal salvaje domesticado a base de ternura.
Me araña las entrañas, me hace sangrar, no sin delicadeza, quizá para demostrarme que me adora.
¿Quién podía imaginar que un ser tan pequeño como un microbio y tan grande como la bestia que es, podría encontrar su hábitat particular sobreviviendo dentro de un lugar tan pequeño, tan incómodo y oscuro?
Parece ignorar que le estoy mirando constantemente, pero sé que me vigila de reojo cuando duermo, como yo hago con él.
A veces me ensancha por dentro, me hace crecer, aunque desde fuera nadie pueda notarlo. Estira y oscurece mis huesos al máximo, hasta que adquieren el aspecto de árboles retorcidos y tenebrosos en un bosque olvidado por la luz. Juega, retoza, se esconde entre la maleza, se entretiene haciendo nidos con ramitas secas y barro del camino.
En otras ocasiones es como un objeto punzante que me impide moverme con normalidad, a riesgo de lastimarme de forma irreversible. Me muevo con sumo cuidado, maldiciendo su crueldad. Consigue ponerme todos los nervios de punta, en estado de alerta.
Otras veces, fortalecido por mi silencio, se apiada de mí. El rumor de su respiración tiene un efecto sedante que me arrulla y me acuna. El sonido subterráneo de su voz es todo un consuelo para mis maltratados sentidos. Nos acunamos, nos consolamos mutuamente.
Nunca sabré si es el héroe de mis sueños o el villano de mi soledad. Nunca sabré si es el monstruo que soñé o tan sólo una deidad más. Sólo sé que eso no tiene ninguna importancia ahora, porque a veces no recuerdo quién era la morada, ni quién el animal.

Posted by poliedrica_milcaras at Julio 15, 2004 11:26 AM
Comments

Ostras...con esta barriga, debo tener dentro un zoológico!!

Posted by: skeletor at Julio 19, 2004 09:18 PM

Tendrás que intentar sacarle su lado más tierno...

Casi mejor terner un perrito :p

Posted by: nArAyAn at Julio 23, 2004 05:13 AM
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