El día que acabó la guerra
el mundo volvió a las calles
entre sonrisas lastimeras,
llovía en mi acera.
La radio lloraba de alegría,
gritando cada detalle,
yo volvía a una casa muerta
en la que ya no espera nadie.
Volví a tres paredes sin techo
que no guardaban más que aire,
más que cenizas y huesos
de quien ya nunca me espera,
de quien me vio marcharme.
La guerra acabó aquel día
y, con sangre aun en los dedos,
dejé el fusil tras la puerta
y comencé a enterrarme
entre despojos y miedos.
La guerra había acabado,
la radio lo repetía,
pero nunca acabó el hambre,
nadie reconstruyó el faro,
que lloraba escombros en la lejanía,
nadie limpió de mis manos,
ni de mi corazón, la sangre.
Nunca fui un soldado
y ahora era un héroe, admirable;
la sangre seguía viva
y, aunque corté todos sus cables
el día que la guerra acabó,
la radio seguía sonando:
''No existe vuestro dolor,
obligatoria la risa.
La sangre es mentira.''
Un ruido más y más grande
que hizo inaudible mi llanto
mientras mi fusil me miraba,
riendo desde su esquina.
El tiempo pasó haciendo daño,
cada minuto viví una vida
de las que por mí acabaron,
cuya sangre llenó mis heridas,
vidas con muertes malditas
para las que la guerra no tuvo fin.
Mi fusil siguió observando,
riendo fuego, riendo disparos,
hablándome de una salida.
Fuera, la gente y la radio reían.
Yo nunca enloquecí,
seguí siendo el héroe en que creyeron,
héroe solo, ahora feliz,
riendo junto a mi fusil,
héroe solo, ahora en silencio.
Juro que no enloquecí.
Héroe, solo, ahora, aquí,
el resto adornan el suelo.
No enloquecí, lo prometo.
La guerra nunca acabó para mí,
yo la acabé para ellos.
La ignorancia da la felicidad, pero los ignorantes no lo saben. Nadie te da a elegir. Los cuerpos se descomponen, pero los muertos no lo saben. No me gusta, pero no puedo hacer nada. Ni siquiera puedo hacer esto. No merece la pena. ''Todos somos iguales'' es la frase que inventaron los débiles para hacer creer a los fuertes que no tienen nada que perder. Y cuando funciona, podemos ver como muchos saquean el cuerpo sin vida de unos pocos. Cuando lo llamamos justicia suena bien. Nadie se lo cree. Pero realmente no creen en nada. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que me resulta más fácil y lógico ser anarquista en lo espiritual y ateo en lo humano...
no suelo
¿Cómo te sientes sabiendo que hoy eres la mujer de mi vida? ¿Qué te hace sentir saber que mañana (y cuando digo mañana no pretendo hacer ningún tipo de metáfora) si acaso serás un borrón en mi memoria? Pero sé que podrías cambiar mi vida. Me pierden mi mala memoria, mis malas maneras y mis malas experiencias. Al final acabo perdiéndome yo solo. ¿Cómo me siento? Yo ya no suelo sentirme, por lo que pueda pasar. La soledad no está tan mal. Me deja seis horas al día para ser quien quiera ser, como quiera ser y cuando quiera ser. Debería dormir más.
el resto del tiempo
El resto del tiempo lo paso de viaje conmigo. Alimentándome de sueños nuevos y buscando, como siempre (no, siempre no), nuevas formas de retrasar la vuelta a casa. El resto del tiempo lo paso cansado. El resto del tiempo muchas veces no lo entiendo. El resto del tiempo me pregunto quién soy. Aun no me he contestado, pero no me atrevo a preguntar a nadie más. El resto del tiempo lo gasto, aunque salga mal. No sé si tengo una respuesta o alguna pregunta decente que hacer. Mi vida es la luz. Mi vida son las manchas de tinta. El resto sólo son espacios en blanco y sombras. Y muerte.
cada mañana,
sobre cristales empañados.
Pinto un corazón deshecho
y no queda nada
cuando en él pongo mi mano.
Día a día despierto
con los ojos aún cerrados
(se abren al chocar el alma
con los cristales empañados)
y, como siempre, el reto
de mirar a la cara
de este mundo distorsionado.
De nada sirve la visión
cuando nada se ve claro,
para nada es la voz,
que cambio por mudos gestos
(incomprensibles al otro lado)
o por transparentes palabras
escritas en cristales empañados.
Para nada...
Las piezas que siempre faltan
están en ese mundo extraño
y sólo queda terror.
Al final siempre vuelvo
a borrar corazones pintados,
en la mañana,
por mi mano muertos
sobre los cristales empañados.
entre aullidos de agonía
que parten ramas
y las ramas sangran muerte
y acechan tras cada esquina.
En el camino surgen ratas
que arrastran un cuerpo inerte
con las cuencas ya frías,
se desatan
y chillan (están vivas)
y muerden la mirada de la suerte;
no quieren alma,
no quieren arma.
Y una canción se pierde,
llena de notas vacías,
llora,
enrojecida, furiosa,
por olvidar su melodía.
Fue triste, pavorosa,
descarnada, sola, fuerte.
Ahora...
Ahora ya no hay ahora,
ya no hay mentiras,
sólo silencio demente
de mente.
Y el pasado es un porqué,
del presente una respuesta
y las ratas en la sien
y las ramas siguen muertas.
en negro,
el tiempo tropieza,
corriendo.
Oculto entre telas,
veneno,
el color amarillo
de besos.
Amarillos rastrojos,
enfermos,
de locura amarilla
y hierrro
de nudillos rojos,
tan secos.
La sangre gris,
de enero:
la furia gris,
febrero;
no tiene fin
el velo
morado que corta
los cuellos.
Azules las horas
del cielo,
azul es la piel,
huyendo
del blanco papel,
eterno,
del brillante, blanco, claro
encierro.
Verdes alas rotas
al viento
naranja, ardiente
de invierno.
Morados los pies,
cemento,
y las frías cadenas
de infierno.
Oscura paleta
espejo
de oscuros colores
de sueños.
Llega un momento en el que todo pasa demasiado rápido la velocidad se impone en cada segundo aunque estés aburrido llega un momento en el que dormir se junta con despertar y te sientes cansado desganado deshecho pero sigues corriendo porque la velocidad se impone en cada segundo y sigues corriendo porque la velocidad te persigue y no te deja tiempo para respirar en este momento empiezas a ver cada detalle de todo lo notas todo al correr el mundo pasa en fragmentos que puedes escrutar durante esa milésima pero no más tiempo porque la velocidad se impone en cada segundo y no puedes parar y no quieres parar y no paras aunque ya no tengas tiempo ni para respirar ni siquiera tienes tiempo para los espaciosysiguescorriendoporquelavidatevaenelloynovasapararniaunquequierasysientesunvértigoindescriptibleysiguescorrien
doporquelavelocidadseimponeencadasegundo
entre rayos de vida,
gilipolleces.
La irremisibilidad del Lunes
atada a un sentimiento de nubes,
férrea rutina
sembrando jardines de cruces.
La fuerza tras las huídas
manchada por un sentimiento de limas,
suaves luces
sustituyendo al Sol (a Dios) cada día.
La fatalidad bajo cada paso
clavada con un sentimiento de dados,
tímidos latidos
intentando esquivar lo pactado.
La conciencia de un abismo
vestida de un sentimiento de mendigos,
cansados brazos
queriendo abarcar lo desconocido.
Silencio segundo: chispas
Entre los poros
crecen las pruebas
del abandono,
oscuras muestras
que existen sólo
por no haber razón
que las detenga.
No hay corazón;
vísceras viejas
crecen del suelo,
rompen las puertas,
viven en sueños.
No hay corazón.
Espera, vuelan.
Espera,
espera.
¡Espera!
Tercer silencio: inmersión
Retronar de mil campanas
tras un muro de cristal
que, inmenso, todo lo abarca.
Campanas de plata oscura
tañen sonido de sal,
en el aire se oculta
el sonido de un vozal
(ruido de cadenas santas,
sabor invisible de agua pura).
En el infinito: la nada,
en la nada: nada más;
al borde de la cordura
no existe ningún final.
En el infinito: la nada,
en la nada: nada más;
ni ahora, ni siempre, ni nunca,
ni voces, ni espejos, ni hogar.
En el infinito: la nada,
en la nada: nada más.
que ya no soy el mismo,
que se me notan los días,
que mi voz ya no tiene eco
ni mis pasos camino
ni mi risa alegría.
Y yo... yo no soy más viejo,
sólo más cansado
de vivir tan muerto,
de noches mal dormidas,
de no encontrar sitio
más que en esta isla.
Y si llego a puerto
es siempre de paso
y si un día duermo
es solo y al raso.
Y el frío, dañino,
me hiela en los ojos
las lágrimas frías
y ya nunca lloro.
Y no quiero.
No quiero cambiar,
huyo de esta vida
que pierde intensidad.
Quiero ser el loco
del amor sincero,
las tercas heridas
y el alma voraz.
No quiero ser este reflejo
de una antigua realidad
ni ser más viejo
ni vivir tan muerto.
Quiero seguir cayendo
con la esperanza de volar.
-¿Vencido?
-Sí.
-Será... Tu estabas más guapa antes.
-¿Cuando?
-Cuando me querías.
-¿Seguro?
-Ya no estoy seguro de nada... digamos que es una corazonada.
y asfaltos raídos a golpe de rueda,
donde despiertan miradas desconocidas,
la gente es gente
y la vida, puertas.
La ciudad se compone de líneas rectas
en constante lucha fratricida,
con golpes siempre presentes,
con futuros siempre en guerra
contra los callejones sin salida
y los motores y los perros y la tinta.
Aquí, en la ciudad vencida,
los poetas se deshacen bajo tierra
y sobre ella, cada día, se venden
por su alma o palabras o monedas.
La noche siempre se desvela
entre choques casuales de vidas
y las luces, como serpientes,
recorren las calles de siempre,
quemando pasos y lágrimas y colillas.
En la ciudad vencida
hay un monstruo de tela
que mata hombres y mujeres
y los guarda en su nevera
y los convierte en mentiras
grises, veloces, frías.
Ya no hay casas de madera,
hay tiempo y salarios y vigas.
Y si a tu espalda sientes
algo extraño que brilla,
no es tu dios ni tu oro
es la señal del preaviso
(con los impresos pertinentes
cumplimentados debidamente
por duplicado, antes del día veinte)
del presagio que te revela
el momento de tu muerte.
Las calles son guías
y el cielo nunca es verde.
Las calles que no se iluminan
lloran privameras
y se iluminan al verte.
Quien no te ama ni te espera
ya no lo hará otro día,
para quien ni amen ni esperen
no habrá más día que el siguiente.
En la ciudad dormida
ya no existe el presente,
sólo sombras y estelas.
En la ciudad vencida
nada se detiene,
sólo los trenes.
en el ruido de andenes,
mentiras amarillas.
En la ciudad vencida
nada se detiene,
sólo los trenes.
adoquines y pasatiempos y otros ojos y huracanes y hace frio las mañanas cuando está saliendo el sol
extrañas muecas
que no son sino sonrisas
que les han sido impuestas
para llevar a la nada
la voluntad de sus vidas.
He visto simples ovejas
que tejen con su lana
los hilos de los que tiran
los titireteros que las atan,
aquéllos que manejan
la voluntad de sus vidas.
He visto títeres colectivos,
estúpidos y cobardes,
guiados por la voluntad
de quienes se creen grandes
hacia un mismo destino:
la esclavitud sin final.
He visto a guerreros conformarse
y, dejando la lucha en el olvido,
su ardiente bandera apagar,
llorar y finjirse heridos,
querer lo que odiaron antes:
la esclavitud sin final.
He visto marionetas mentirosas
que, con máscara de atrevimiento,
proclaman saber elegir
y en su interior guardan miedo,
pues ni pueden ni quieren tal cosa,
tan sólo quieren huir.
He visto esclavos contentos
de hoy cavar profundas fosas
que serán mañana su fin,
pues ven la esperazanza borrosa
a través de su impuesto velo,
tan sólo quieren huir.
He visto a quienes tienen la culpa
llenar, día a día, este mundo,
llamarse entre sí hermanos
y destruirse a cada segundo,
mostrando la esencia pura,
mostrando qué es ser humano.
He visto que no hay futuro,
porque, sin ninguna duda,
también están atadas mis manos
y, si en las tuyas buscas,
verás los mismos nudos
mostrando qué es ser humano.
de esperanza e inquietud,
de ilusiones lastimeras,
perdido entre los ecos
de un horizonte verdiazul.
Le golpeó la primavera
con aquella suave luz
del ''nosotros'' y el ''seremos'',
de agridulces esperas,
de ''nunca más yo sin tú''.
Y el verano prendió fuego
al amable nuevo dios,
dejando velas sin mecha,
sin cera,
sin corazón.
Hoy el viento del otoño
barre polvo y hojas secas,
limpia de cenizas su rostro
mientras, a su alrededor,
la ilusión se congela.
Ayer volvió a gritar,
cerrados los ojos,
juró a voces a Dios
que no permitiría más,
que había criado una fiera.
Ahora ve salir el sol
desde un autobús, cada día, solo.
Agita sus manos blancas
sobre su papel blanco, recuerda,
viendo amanecer, cada día, solo,
recuerda, distante, todo.
A medida que el tiempo pasa
los segundos le alejan del suelo,
sus pies parecen otros
y, por sorpresa,
la caída es más alta;
aumenta el miedo.
Para ocultarse traza
una sonrisa de plástico,
que pinta su vida de rojo
cada vez que cunde el pánico.
A través de un cristal se observa
e, incómodo, aparta la mirada
para no escuchar la voz que le narra
desde su cabeza,
cada día, solo.
a perderme buscándote, Caela,
pues sigues siendo aire azul,
como azul es este blanco cielo.
Hoy es otra noche sin estrellas
y sueño con tu calor, tu luz,
te siento otra vez: infinita y perfecta,
sin rostro, sin nombre, sin voz, solo tú,
sólo asnsiedad, esperanza, anhelo...
Despliego mis velas y mi corazón,
abro mis alas, zarpo al viento.
Otra vez infinita y perfecta te siento,
sin nombre, sin rostro, sin voz,
tan azul, eclipsas la luna llena.
Te siento otra vez tan perfecta,
te busco, infinita, Caela.
-Está bien, llevo unos días siguiéndote, pero suponía que ya lo sabrías... Todo empezó hará unas semanas... Aquella mañana yo volvía a casa y vi... me fijé en cómo te quedabas mirando a aquella señora que bajaba del autobús. Me fijé en tu cambio de expresión... Como nuestros caminos coincidían me fijé en cómo la seguiste. Tu nerviosismo me inquietó, esa forma de mirarla, la manera que tenías de andar tras ella, como acechando... Llegué a preocuparme por aquélla señora, pero, repentinamente, la empujaste con violencia justo un segundo antes de que aquella viga cayese en su cabeza. ¿Lo recuerdas, verdad? Después saliste corriendo, como poseído, como asustado... No lo comprendí, me dije que tendría alguna explicación lógica, que yo estaba demasiado cansada, me fui a casa...
››No volví a pensar en ello, pero unos días después te vi; llevabas esa gabardina deshecha, parecías perdido, pero caminabas con mucha decisión... No sé, hubo algo extraño en tu forma de moverte que me impulsó a seguirte, a ver si esta vez sucedía algo... Vi que te detenías en aquel semáforo, aun estando en verde, y te quedabas mirando al infinito, absorto. Yo me senté en un banco a observarte, sabía que algo iba a pasar, no te ofendas, pero levantabas cierto aire de sospecha. De repente tu expresión cambió, te giraste y te quedaste mirando fijamente al niño que salía de la panadería... Si él hubiese visto tus ojos no creo que se hubiese puesto a tu lado en el semáforo. La luz del semáforo se puso verde una vez más y tú agarraste a aquel niño por la capucha del abrigo, impidiéndole andar... Entonces pasó aquel coche a toda velocidad, perseguido por la policía, tú soltase al niño, que lloraba a gritos, y te marchaste, igual que la primera vez. Intenté seguirte, pero, con toda aquella gente alarmada por el chaval, me fue imposible seguirte el ritmo. Corres como un loco... ¡Yo sólo quería descubrir por qué! Te había visto dos veces y dos veces habías sido un salvador anónimo.
-Que tierno suena viniendo de ti... ¿Te importa si fumo? Bueno, qué te va a importar... estamos en mi casa. Cuéntame cómo cambiaron las cosas... Porque algo cambió, ¿verdad?
-Sí, algo cambió... A partir de aquella mañana te empecé a buscar por las calles, me resultaba fascinante tu forma de actuar... Y también un misterio ¿Cómo sabías lo que le iba a pasar a esas personas?
››Esa misma tarde te volví a ver. La situación era distinta... Habías parado en medio de la calle a una chica, más o menos de mi edad. De repente sentí miedo por ella... algo malo iba a pasarle, seguro. Pero no, simplemente le miraste a los ojos y le dijiste algo... No sé que fue, pero no debió gustarle, porque te empujó. Tú gritaste ''¡Sabes que es verdad!'' y, esta vez, era ella la que corría. Me fijé en tu cara, vi como sonreíste, como un maniaco... Sentí asco, sentí miedo... Decidí irme de allí.
-Ah... la recuerdo... ¿Quieres saber qué le dije? Le dije: ''nunca volverá, jamás''. Ella tenía motivos para correr... Supongo que si estás aquí es porque sabes perfectamente que no mentí...
-Sí, lo sé... Lo llevo sabiendo desde hace unos días... A partir de aquella mañana me dediqué a localizarte y observarte todos los días... Siempre parabas a alguien por la calle, les mirabas, les decías algo, algo que les cambiaba la expresión... Hubo quien lloró en tu hombro, algunos incluso te abrazaron, pero normalmente te insultaban o corrían; su expresión solía ser de verdadero miedo y la tuya, invariable, una sonrisa... una sonrisa cruel, de loco...
››Empecé a temerte, pero, a su vez, la curiosidad era cada vez mayor... Quise saber cuáles eran tus palabras, por qué la gente reaccionaba así antes ellas, quise acercarme más... Y eso hice. Una tarde empezaste a hablar a una señora, no sé si la recordarás: era muy anciana, con una mirada cargada de bondad... me dio pena que te acercaras a ella. Os sentasteis en un banco y yo me senté en el de al lado y te escuché... "...que es duro, pero debes creerme: van a morir pronto, un accidente de coche. No va a ser fácil, ni mucho menos justo, pero vas a sobrevivir a tus hijos. Lo supe desde que te miré a los ojos, es extraño, sí, pero puedo ver tu futuro. No espero que me creas, sólo que aproveches estos últimos días que les quedan a tus hijos". Ella lloraba, te había creído, tú tenías aquella expresión que he llegado a odiar. Yo también te creí, al fin y al cabo todo encajaba.
››Durante un par de días más te seguí, te escuche relatar a aquel hombre el día de su muerte y cómo convenciste a aquel chaval de que su novia le engañaría... Escuché salir de tus labios muchos negros futuros, siempre con aquella sonrisa. Finalmente decidí que tenía que ver tu casa, que aquí encontraría más respuestas. Ayer te seguí hasta aquí y hoy me he colado. No había estado más asustada nunca, pensaba que estarías esperándome, que lo sabrías. Pero he entrado... he visto todos esos espejos rotos, todas las fotos recortadas... El olor a soledad. Y luego... bueno, luego supongo que has llegado tú.
-Sí... Y lo cierto es que no has sido una sorpresa agradable. Lo creas o no, no sabía que estarías aquí, así que comprenderás lo del golpe.
-Sí, pero... no lo entiendo ¿Por qué tanto espejo roto? ¿Por qué tanta fotografía recortada? ¿Por qué regalas a la gente un don que te niegas a ti mismo?
-¿Por qué? Es simple: Quiero verles sufrir, quiero que se sientan como yo me sentí, que teman a su propia vida, que pierdan la esperanza...
-Y... ahora... ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué...?
-Bueno... Podría hablarte sobre ti, pero tampoco queda mucho que decir... No sé... Te veo ahí, atada a la silla, y pienso que no hace falta ser yo para saber qué va a pasar ahora.
que sueña
con moribundos polluelos,
muere de hambre.
Y en una esquina de este cielo
dejan que ladre
un perro.
Nunca se hace tarde,
nunca se está lejos,
cero,
¿cobarde?
Olvido para reflejos.
La destrucción añade
matices al miedo
y hay cuerpos
sin vida,
sin risa,
sin sueños
o con todo ello.
Existe,
y no existe llave,
una puerta viva
(destello);
sin bisagras ni pomo
que aúlla, pues sabe
que no es muro
ni salida
(llora triste).
Zigzag, claroscuro,
el caos es poco
(demasiado grande),
las ideas arden,
hundidas
en un humo centelleante.
Hay un gato ciego
que sueña grises
visiones de todo
(arde el mundo),
que quema la herida,
que sangra la pira.
El viento ES SANGRE,
la VOZ escucha,
EL ojo ríe
(brilla y se distrae).
El núcleo se difumina
en el lodo
(profundo).
Nada es nada.
Nostalgia: ayer por ti, hoy por lo que fuimos, mañana por el sentimiento.
duele la soledad,
se ahogan las palabras,
el cielo se vuelve azul
y me asfixia respirar
un aire de yo sin tú.
Duele mirar atrás,
y verte
y no mirar...
y verte.
Aun lloro,
mirando el mundo por un cristal,
aun lloro,
volviendo a vivir en casas de sal.
Polvo al polvo,
tiempo al tiempo, vuelvo a llorar,
aun lloro
al verme arrastrado al final.
No sólo estoy solo,
me acompaña tu fantasma
a cada paso que doy,
taciturno, de gesto hosco,
me mira desde la cama,
me susurra quien soy.
Y, al despertar, tapa mis ojos
y me susurra que hoy
ya no te he perdido, todo encaja.
Pero veo la bruma de tu rostro
y la ilusión se cae a trozos
y en mí mismo me encojo.
Sin risa, me siento otro,
no, no estoy solo,
pero no sé dónde estoy.
Agradecido por lo que hiciste,
por no quererme mentir.
Todo lo que me diste
lo guardo junto a mí,
todo lo que aprendí,
otras formas de ser feliz.
Aun puedo vivir.
Están todos igual, gracias por preguntar.
de tierra firme bajo mis pies,
de los motores en calma,
desde el placer de la llegada.
Escribo desde un edén
de esperanza renovada
y, aunque mi destino cambié
ya no quiero volver:
estoy en casa.
Ante mí una nueva vida,
ante mó el fin de la nada,
ya no hay estrellas frías,
ya no hay tortura alada.
Y es que tras tanto tiempo
calculando un camino,
perdido días y días,
perdiendo hasta el aliento,
decidí rendirme al viento.
No quise encontrar destino,
ni pensé que así lo haría,
decidí dormir despierto,
no chocar
y no buscar salida.
Poco a poco el descuido
me trajo a un planeta nuevo,
me recordó a Corazón,
pero bello,
lo habitaba Lady Vainilla.
Y choqué contra su suelo
y el choque fue suave
contra la superficie amarilla.
Así comprendió mi cerebro,
volcado en una verdad sencilla:
Caela ya no era azul,
Caela al fin existía,
nunca recibió mis cartas
pues Caela no es su nombre,
ella es Lady Vainilla.
Ahora, al fin, soy feliz,
siento completamente la dicha.
Con mis yemas puedo sentir
leves ondulaciones en la superficie fina
y como buscan aquí
calor unas manos frías.
Y mi olfato, siempre gris,
encontró suave vainilla,
melodía en mi nariz
si está cerca su mejilla.
El gusto es grato, sí,
rosado, felicidad, vida,
también puedo oir
susurros de pura alegría.
Y el festín de lo que vi,
ante mis ojos nunca termina:
un verde mar al que huir,
donde perderse,
donde encerrarse,
donde a gusto viviría.
Soy feliz
pues tengo paz
y no tengo el alma partida.
En Corazón hay seismos,
pero aquí
puedo descansar
sin miedo a una caída.
Vuelvo a casa
al hogar,
aunque no al punto de partida,
abrázame
una vez más,
te quiero, Lady Vainilla.
que tejen los hilos
de sus títeres serviles
(mentes cercenadas a miles),
que escriben un destino
para decir que es irrompible.
Su veneno es asesino,
como implacables reptiles,
mezquinas serpientes sutiles
que mudan sus pellejos ricos
cuando ya les han servido
para cambiar lo que dices
por lo que sus garras escriben.
Sus garras salvajes
de águilas rapaces
que prometen ser libres
al son de cantares,
de himnos horribles,
de atroces verdades,
de fuego en ciudades,
del rugir de misiles,
de llanto de madres,
de pechos sangrantes
que riegan el oro
en anchos caudales
a todos los grandes
que velan por nuestro caos
en su vuelo rasante.
No debemos perdonarlos
y ellos lo saben,
que sigan jugando,
haremos que acabe.
Pues, al fin y al cabo,
sólo son humanos
jugando a ser dioses
o a ser diablos.
Son simples gusanos,
son crueles pastores
de un ciego rebaño
que nunca se opone.
si abandono la frágil piel
y mi sonrisa pétrea
hago realidad al volver.
No te sorprendas si me ves
sumergirme en un corazón de roca,
abrir mis alas cual velas
que al viento son sólo losas.
Que no te sorprenda
si empiezo un estático vuelo
y con las piedras que me arranqué
el alma me despellejo
hasta ver fluir la roja,
desnuda y liviana estela
del dolor sabio de Febrero.
Mis labios plúmbeos se harán
ebúrneos de tanto viento,
no querré el suelo mirar
para ver que no me muevo.
La tierra que ahora siento
ayer la dejé atrás,
cada mañana despierto
en un nuevo gastado final.
Que no te sorprendas espero
cuando veas como yo
que la razón de ser del cero
es todo tu alrededor.
Mis ojos de embustero,
de un suave fuego de cristal,
se tornan en carbón
para no ver nada más,
para no ver lo sincero
que es el llanto aquí en Nod,
para no ver que no hay sentido,
ni rima,
ni bondad,
ni razón, ni alma, ni Dios.
Metal y piedra es mi infierno
de luces y de calor,
ahora el aire fresco,
con ganas de encarcelarme,
sopla contra los hierros,
contra el lítico ser yo.
Y que no te sorprenda
si caigo,
pétrea sonrisa, pesadas alas,
finos ojos, plúmbeos labios,
y, segundo a siglo, en el barro
me hundo sin ningún temor.
vivo el sabor de la nada,
las paredes me aplastan,
no puedo respirar,
sueño con la salida.
Salida que no está,
no es más que ilusión chamuscada,
la calle anestesia el alma,
pero el dolor nunca acaba.
Cuando has visto morir
al amor que te dio la vida
¿qué te queda por sentir?
El dolor y el miedo te enfrían,
mueren tus expectativas.
Enciérrate y grita
muy bajo, que nadie te oiga,
susurra a chorros el dolor,
que sólo te conozcan la alegría.
No dejes de creer en el amor,
aunque no tenga sentido,
aunque sea una mentira,
cree aunque no lo creas,
ni lo veas,
aunque lo hayas visto herido,
sangrante, agonizante,
tu salvación puede ser ella.
Pero el dolor nunca cesa,
es algo que he aprendido;
aunque parezca que no
la herida sigue abierta,
aunque no prestes atención
la sangre siempre regresa.
Y por eso en mi habitación
los pies y el alma me pesan,
cero concentración,
mente voladora, dispersa.
No quiero compasión
ni quiero compartir penas,
sólo cambiar de tema,
alguien que me devuelva
mi hastiada respiración
para no asfixiarme cuando vuelva
solo a mi desolación.
Y siempre me faltan fe
y ganas de ver el sol.
Me sobran miedo a perder
y ganas de matar al dios
que me dejó un ayer
y el mañana lo rompió.
Me falta luz para ver,
me sobra siempre corazón.
perdido entre flores nunca supe qué hacer.
Así que escapé de los bosques,
volví a la ciudad,
quería recuperar mi fe,
persequir la noche,
acariciar cristales rotos...
el brillo de las lunas... de los coches.
Quiero respirar frialdad,
atragantarme con los despojos
de malgastados manjares.
Romper el asfalto al bailar
con el ruido de las luces de los bares
y vuelvo a casa de rojo,
rojo, sangre, felicidad.
Pues nunca busqué la paz,
a mi vida le gusta el rojo,
rojo, sangre, felicidad,
roto, temeridad y mares
de espinas sin arrancar.
Pues nunca busqué la paz
y, si la quiero, miro sus ojos,
el resto no es para mí,
es aburrido,
no tiene males,
no tiene trozos
de corazón recién cosido
con retales de lo que viví,
soy un héroe sólo
que aun con pañales
ha sobrevivido a un mundo sin fin,
que nadie me rescate,
puedo con todo,
sólo me daña si te pasa a ti.
Que nadie me saque,
me gusta el rojo,
el aburrimiento tiene color infeliz.
Recuerdo cantar por la calle. Un hospital envuelto en la niebla es algo muy tétrico. Ésto tiene que ser verdad, me lo ha dicho un niño. Ésto es mentira, lo he dicho yo. Una mujer me pregunta si quiero leer sobre la palabra de Dios. Está coja y viuda. Lo veo en sus ojos. Necesita un abrazo, no un adepto. Tal vez de su hija. Yo tengo prisa. La pena conlleva amabilidad, por poco que me guste. La puerta está cerrada. Alguien descubre mi crímen, pero me encubre. Siempre es mejor un cómplice que un testigo.