A veces cuesta creerlo, pero el Vaticano es un estado. Tiene
apariencia democrática, pues el jefe de ese estado es elegido democráticamente
por electores elegidos a dedo por el jefe del estado anterior (esta parte hay
que leerla despacio, o te pierdes), que a su vez sólo hacen el paripé, porque
en realidad no son libres de elegir a cualquiera, sino que es el Paráclito, el
dios paloma que dejó embarazada a su propia madre para engendrarse a sí mismo,
el que decide a quién hay que elegir como jefe.
Quizá aquí ya te hayas perdido, pero levanta ese ánimo y
sígueme.
Se trata de un país minúsculo, con un ejército que, como mucho,
podría matarte de risa; y sin embargo, las órdenes de su gobierno son cumplidas
al pie de la letra por millones de seguidores de otros países soberanos que
creen que el jefe del Vaticano es más jefe que los jefes autóctonos elegidos
democráticamente, porque creen que es infalible. Tiene un poder muy similar al
de Bin Laden: si te señala, estás perdido, y, al igual que éste, domina a sus
seguidores desde la distancia con las armas del terror y conjuros mágicos en
latín.
Casi todos sus habitantes son tan ancianos que, si lo suyo fuera
un trabajo, hace tiempo que estarían jubilados. Ni siquiera tienen
representación en el Parlamento Europeo porque es requisito imprescindible ser
un país democrático para pertenecer a la Unión Europea.
Ni lo necesitan. Sus votos son administrados desde la distancia
por los diputados del Partido Popular Europeo que trabajan para él de lacayos
(le llaman lobby, en inglés) en la Eurocámara.
No tienen hijos, no se casan, pero viven obsesionados con los
matrimonios entre homosexuales o el derecho de la mujer a abortar. Por ejemplo,
ante la a resolución que prepara Europa para el mes de abril contra la discriminación
por la orientación sexual y la identidad de género, el Vaticano ya ha ordenado
por carta a sus parlamentarios de sacristía que voten en contra. So pena de
condenación.
Cierto que se trata de un país minúsculo, pero es el ejemplo
perfecto de que para joder el tamaño no importa.
Este es del GRAN WYOMING
economía política
La gente quiere
escuchar propuestas diferentes a las que proponen los que provocaron "la
crisis", que hablan de soluciones difíciles de comprender para los que no
tenemos una visión macroeconómica de la existencia, como el empecinamiento en
que el abaratamiento del despido atenuaría la destrucción de empleo. Estas
indemnizaciones se crearon, precisamente, para evitar que el despido se
convirtiera en un acto reflejo ante cualquier situación crítica. Dicen que
flexibilizar el mercado laboral no tiene nada que ver con el despido libre.
Cuando se les pide que expliquen qué quieren decir, se van por extraños
vericuetos. En el mejor de los casos, citan a los que están de acuerdo con
estas medidas de recortes de derechos de los trabajadores, dando a entender que
gente tan lista no puede equivocarse, como si no hubiera un posicionamiento
ideológico previo detrás de las reformas que proponen la CEOE o el gobernador del
Banco de España, entre otros.
Mientras se
esfuerzan en aplicar sus recetas a los demás, aparecen noticias acerca de
sobresueldos y participaciones en beneficios que se ponen los altos cargos del
mundo de la banca y las altas finanzas. También, al parecer, quieren
flexibilizar su mundo, pero en sentido contrario. Lo que resulta evidente a los
ojos de los que no tenemos perspectiva histórica es que no nos consideran sus
iguales. Algunos ingenuos todavía esperamos una disculpa por la crisis en la
que nos han metido con su infinita codicia. Por eso urgen soluciones que vengan
de fuera de los que, a mi corto entender, nos meterían en otra igual sin
pestañear.
periodismo
El bar estaba lleno, los
camareros no vieron nada, el portero no vio nada, la Policía dice que no se
sabe nada, el agredido no recuerda nada, no denuncia los hechos, pero hay un
culpable: yo. La presidenta de la
Comunidad de Madrid hace una declaración para condenar la
agresión sufrida por Hermann Tertsch en la que deplora que se persiga a la
gente por sus ideas. Acto seguido hace responsable a El
Intermedio de lo
ocurrido. ¿En qué se basa? En unos vídeos que se emitieron en el programa en
los que se ridiculizaban unas declaraciones del periodista agredido, en las que
afirmaba que mataría a 20 terroristas por la liberación de los secuestrados en
Mauritania. Están en YouTube.
Inferir de ellos que se alerta sobre las intenciones asesinas de Hermann
Tertsch, como si se tratara de una noticia, sólo es comprensible desde la mala
fe. Yo no le he llamado asesino nunca, como se afirma constantemente. Es más,
"mis famosos vídeos" los vi en Internet cuando empezó el lío. En el programa no
me entero de muchas piezas porque es en directo y estoy a otras cosas. Me
extrañó que me quisiera demandar a mí, que soy el presentador, pero si se
sintió ofendido, está en su derecho.
Lo paradójico de este linchamiento mediático del que soy objeto es que está
basado en la premisa de lo infame que es señalar a alguien para que sea objeto
de persecución: es lo que están haciendo conmigo. Soy totalmente ajeno a los
hechos, diga lo que diga Esperanza Aguirre en un acto de una irresponsabilidad
mucho mayor que los dichosos vídeos. Soy el mayor interesado en que se aclare
todo y se encuentre al agresor, si es que alguien, de una puñetera vez,
recuerda algo de lo que ocurrió.