Me hubiera gustado escribir esta líneas el jueves, era el momento perfecto para cerrar el blog, pero me lie. La verdad es que mi estancia en Holanda terminó de un modo raro. Mi presentación en Philips fue a la dos y media de la tarde, con medio equipo en una feria o congreso, no sé como llamarlo, así que no hubo tiempo ni gente para una "cake party". Después de mi charla me quedé como atontado, apenas pude artícular una despedida para mis compañeros de los últimos seis meses. El estrés del final, supongo.
Había medio acordado tomar una copa de despedida con otros estudiantes del edificio WAY, pero, llegado el momento, no estaban muy por la labor. A Nora, la principal organizadora, le dolía la cabeza, menos mal que David se ofreció a preparme una cena de despedida a la que solo acudieron Sebastian y un chaval sueco cuyo nombre no recuerdo. Fue una buena cena, con muchas cervezas y videos animados bajados internet. Es curioso como las personas que menos tienen resultan en general más amables y desprendidas.
Antes de eso, me despedí de mis compañeros de casa. Seis meses viéndonos con la cara de recien levantados, camino del baño, en pijama o envueltos en toallas y ahora, probablemente, no vuelva a cruzarme con ellos nunca más. Lix, como no podía ser de otra forma, propuso utilizar la cámara. Dado que no había llegado aún cuando colgué la foto de grupo, me ha parecido buena idea poner una imagen suya ahora. Aquí aparecemos como si fuesemos amigos de toda la vida, aunque apenas intercambiamos más que frases de cortesía. No sé, debe ser que compartir el champú en las duchas del gimnasio debe unir mucho.
En fín, que ya estoy otra vez en mi ciudad y se me hace muy rara. Sólo he estado fuera seis meses.Aún así, no parece que sea de aquí, espero que la desorientación pase pronto.
Y en cuanto al blog, sabía que este momento tenía que llegar. Quizás lo mantenga más adelante, con otro enfoque y otro nombre, pero evidentemente los días de mosfets y tulipanes terminaron. Creo que ahora tocaría decir que soy mejor persona, que he madurado o, al menos, que he aprendido algo, pero no estoy demasiado seguro de todo eso. Así que me limitaré a saludar,a decir al que este al otro lado que espero que haya pasado un buen rato con esto, y simplemente, bajar el telón.
Cuando a esto le quedan dos telediarios, voy y me pongo filosófico. El título es de lo más pretencioso que puede despacharse y ni siquiera el que cuente como post número cincuenta lo justifica. Si empezara a leer algo como esto, pensaría que estoy ante un capullo o un ingenuo que se cree en posesión de la verdad absoluta o que ha leído demasiados libros de autoayuda. Pero que quereis que os diga, el blog es mío y me lo follo cuando quiero.
Creo que todo tiene que ver con una imagen que tengo en la cabeza, de la primera vez que estuve en Amsterdam,con Tim. No teníamos muy claro para donde tirar (¿museo? ¿Barrio rojo?), el cielo se oscurecía y amenazaba con soltar sobre nosotros todo lo que tenía.Tim se plantó delante de un plano para turistas al final de una de las calles principales y dijo: "Well, we need an aim" (necesitamos un objetivo). Llamadme cursi, pero me pareció una buena metáfora.
En realidad, el sentido de la vida consiste en darle un sentido, en encontrar un objetivo. Recuerdo como, al mes de estar en Eindhoven, me tiré una tarde buscando una caja de puntillas que quería utilizar para colgar en la pared un almanaque de gatos que había comprado, y terminar dándome cuenta de que no tenía martillo. ¿ Y que falta me hacía a mi poner un almanaque que apenas habré mirado un puñado de veces en este tiempo? Pues ninguna, pero es uno de los "aim" que me ayudó a pasar aquel momento nuevo y perturbador en mi vida.
El problema es que uno está a punto de cumplir los treinta, y ha tenido tiempo de darse cuenta que ser mayor no es como te dijeron tus padres, ni como te contaron en la escuela ni, mucho, como te muestran en la tele. Con tan pocos valores, resulta difícil no terminar dando bandazos.
En realidad, en este momento, mi sentido de la vida está en el cliffhanger. Cliffhanger es una palabra que se usaba para definir el "coitus interruptus" que suponía el final en las diferentes entregas de los antiguos seriales proyectado en los cines. Ya sabeis, la chica atada a las vías a punto de ser convertida en pulpa y el bueno a galope tendido tratando de salvarla, o la avalancha que se desplomaba sobre los héroes sin que se supiera, hasta el siguiente capítulo, si habían sobrevivido o no. Hoy en día, se utiliza para cualquier final en suspense, ya sea en el final de temporada de una serie de televisión o en el último estreno proyectado en dos partes, en un intento de no perder la atención del espectador.
Pues bien,en cuanto a mi vida, me muero por saber que va a ocurrir a continuación. Si conservaré mi trabajo, como será mi próxima novia o si algún día me decidiré a escribir esa novela que siempre digo que haré.
Me pregunto si, en definitiva, no se reduce todo a eso.