La mujer de la ventanilla me mira con la mandíbula desencajada. Medito durante un segundo si estoy hablando en algún dialecto taiwanés pero desecho rápidamente la idea cuando caigo en la cuenta de que no conozco ninguno. Repito de nuevo la pregunta: "¿Puede decirme si hay algún descuento en trenes del extranjero para familiares de ferroviarios?". Con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, la muchacha hace un esfuerzo para articular palabra: "Eso debe preguntarlo el trabajador en recursos humanos" . "Mire, es que mi padre está muerto" respondo y miro hacia arriba para cerciorarme de que en la leyenda del cartel sobre nuestras cabezas reza "Información" . "Pregunte en atención al cliente" concluye.
Siguiendo las indicaciones de la amable señorita, me siento en una silla frente a un señor y, cuando empiezo a hablar asisto a un nuevo festival de gestos de estupor y asombro. "Pero...¿por qué no pregunta en información?" Dejo pasar unos instantes en los que me dedico a respirar lentamente. "Es que me han enviado desde allí". Otra persona detrás del mostrador que pasa cerca se añade a la conversación. "Eso lo tiene que preguntar su padre en recursos humanos". Por segunda vez, me dedico a contarle mi vida a dos desconocidos. Al final, me dan dos teléfonos de Madrid para que pregunte allí, no sin antes señalarme que los pases de favor es algo que tarda mucho tiempo en conseguirse y que seguramente no me llegará antes de que me marche a Holanda, que lo tenía que haber hecho antes.Cabizbajo y derrotado, vuelvo a casa con la duda de si las personas que me han atendido saben qué trabajo están desempeñando.
Por cierto, en el número de teléfono al que llamé me dijeron que no tenía acceso al descuento por tener más de 25 años.
Apoyados en la barandilla, descansamos la mirada en los barrios iluminados que caen dentro del campo de visión. Más allá, entre las montañas, otros pueblos salpican el paisaje, brillando como luces de Navidad. Concentrándonos lo suficiente podemos intuir, al final, la gran ciudad. Detrás, junto a la estatua del gallo, un gato maulla como el llanto de un niño.
-¿Vas a comprarte una casa aquí?- le pregunto.
Once horas antes, tratamos de hacer arroz con carne en una vieja barbacoa desnivelada rellena de carbón. Diez horas después, nos comemos el resto de las costillas mientras escuchamos "Coldplay".
-No sé- responde, y se encoge de hombros.
Cuatro horas antes, bebo Beefeater con tónica en los bares ubicados en la circunferencia exterior de la plaza de toros. Delante mía, un hombre de treinta y tantos bebe y fuma sin parar. Tiene la mirada triste, perdida entre la multitud.
-Se te ve muy cómoda- digo.
Catorce horas después, paseamos entre las ruinas de un castillo. Una pintada reza: "Una persona no es rey por mandato divino, sino porque sus antepasados se lo montaron divinamente".
-Siempre me he sentido mejor en los pueblos- suspira y hace una pausa- No estaría mal, pero la verdad es que no tengo muy claro mi futuro.
Dos horas antes, trato de bailar una melodía machacona en un pub desbordado de gente. Ocho horas después, leo en el suplemento de "El País" un reportaje sobre la juventud española.
-Como todos - pienso para mí.
"Hola, venía a sacarme un certificado médico para renovar el carnet de conducir".
"¿Me lo deja? A ver... ¿Trae la foto? Pase a la salita del fondo"
(Siete páginas de suplemento dominical ajado después)
"¿Bernardo? Pase por aquí"
Me siento frente a un señor con gafas, de pelo cano,se sorbe los mocos durante toda la conversación.
"Buenas tardes. ¿Es la primera vez que viene?"
Disiento, mientras rellena una hoja de papel con la foto que entregué antes.
"¿Ha tenido alguna enfermedad desde la última vez?"
"No"
"Bien. Venga por aquí. Siéntese. Tápese el ojo derecho. ¿Puede decirme hacia donde ve abierta la cajita?"
"Arriba.Arriba. Derecha. Abajo"
"Bien. Tápese ahora el izquierdo"
"Izquierda.Abajo.......Disculpe, no veo las dos últimas filas"
"¿Siempre ha visto menos con ese ojo?"
"Sí"
"Ah, bueno. Siéntese en la camilla.No, ponga el culete más hacia aquí"
Me fijo en el aparato para tomar la tensión en el extremo. La medida la lee de una escala de mercurio pegada a la pared.
"Levántese ahora la camiseta"
Saca el fonendoscopio y me osculta la parte izquierda del pecho. Continua moviendo la membrana hacia el centro y sigue por el cuello. Pongo cara extraña cuando se mueve por la parte derecha.
"Bien. Pues ya está"
El médico, aún moqueando, cubre de sellos la cuartilla sobre la que empezó a escribir antes.
"¿Cuánto le debo?"
"La chica de afuera le cobra"
"Son 25 €"
El sábado fui a una boda. Al llegar tuve que colocarme en el lado derecho de la iglesia, que era el lugar que le correspondía a la familia del novio. Como suele ocurrir, el futuro marido llegó bastante tiempo antes que la novia y me acerqué a saludarle. Pude comprobar que iba maquillado y que llevaba el chaleco y la corbata propios del frac.
Como yo vestía un disfraz de Sonny Crockett (traje beige y una camiseta roja) no desentonaba en absoluto en aquel ambiente tan americano. Esperé que el cura mencionara en algún momento lo de "Si alguien conoce algún impedimento para que no se lleve a cabo la unión entre estas dos personas, que hable ahora o calle para siempre" o aquello otro de "ahora puede besar a la novia", aunque no sucedió.
Durante aquella tarde-noche, tuve que fingir acordarme de familiares que habré visto unas pocas veces en mi vida, besar (en la mejilla) a más hombres que en los últimos diez años y soportar estoicamente la pregunta: ¿Y tú por qué no tienes novia?.
Todos me llamaban por mi apodo de la niñez, no importaba todo lo vivido desde entonces, que,como desconocidos que en el fondo somos, no pudieramos intercambiar más de dos o tres frases de cortesía. Para esas personas estoy clasificado, etiquetado, de por vida.
Al menos saqué unos cuantos chismes, y la sorpresa de darme cuenta que los amores y odios, las rencillas y las venganzas de mi familia son tan apasionantes como los de cualquier culebrón televisivo. Yo también tengo, supongo que como todos, mi "Falcon Crest" particular.
Abriré los ojos como todas las mañanas, y me encontraré al lado a una mujer. Me gustará que sea precisamente esa mujer y no otra la que haya despertado junto a mi.
Me levantaré e iré a trabajar, con personas que no compartirán mis intereses, pero tendrán buen fondo. Yo me sentiré más tranquilo, mucho más que ahora, y no tendré prisa por llegar a ningún lado, porque para entonces habré descubierto que no hay ninguna meta absoluta que alcanzar.
El telediario seguirá hablando de guerras, asesinatos e injusticias, pero no caeré en la desesperación. Recordaré que en algún momento anterior la gente comenzó a expresan sus opiniones e ideas libremente, fueran las que fueran, y a actuar según las mismas.Y para mí eso será suficiente.
Por la tarde quizás, visitaría a alguno de mis hijos,a los que no comprenderé en absoluto. Ellos me verán como a un tipo anticuado y desfasado, pero a pesar de todo,a nuestra manera, nos querremos.
Después veré anochecer, desde la playa o a través del parabrisas de un coche,el sitio no sería demasiado importante, y sabré que estaría viviendo un final feliz.