Mi compañera de trabajo lleva unos días obsesionada con cierto tema, la pregunta "¿Por qué la gente de nuestra edad ya no sale?" ha monopolizado las charlas de cafetería.
Ella cree que somos viejos, lo cual me parece una tontería. Es verdad que ya no tenemos veinte años, pero nos falta, no demasiado, para los treinta. Yo le digo que no es cierto y entonces, me asaltan imágenes de mi último fin de semana.
Me acuerdo de un amigo, famoso por ser el más ganso, amodorrado en su coche en pleno botellón, muerto de frío, y de otro más, el más marciano, empotrado en un sillón escuchando éxitos de los noventa, mientras le miro y doy cuenta de un filete junto a la barbacoa.
Mi teoría se inclina más por una mezcla de echarse novia e independizarse, lo que permite a otro compañero intervenir en la conversación y comentar que ya no llama a los amigos, desde que se casó no le hace falta para salir.
Un escalofrío me recorre, porque me doy cuenta que acaba de sintentizar una forma de pensar de una parte importante de la sociedad en que vivimos, aquella que define la amistad como algo transitorio a esa vida que incluye una mujer,dos niños, una casa, un coche y un perro.
Cuando me ofrece los cincuenta céntimos de su café, después de que el camarero me lo haya cobrado todo junto, los acepto sin rechistar.
Hace unos días un amigo mío me enseñó unas fotos de su último viaje a Londres. Además de las instantáneas de rigor (mi amigo, su mujer o ambos junto a un motivo típico), había añadido unas cuartillas a modo de apéndice que componían algo así como un pequeño diario de viaje.
Dado que mi amigo es escritor y periodista, el detalle de las cuartillas escritas a mano me pareció, digamos, poco "cool", pero la idea de contar tu vida en otro país, sin los apoyos habituales de los que disponemos en nuestra rutina diaria, estaba ahí y era atractiva.
El 1 de Noviembre me voy a trabajar a Holanda durante seis meses. Es la primera vez que viviré fuera de la casa de mis padres, y lo hago a unos cuantos miles de kilometros de distancia y en un idioma distinto.La filosofía es: "Ya que voy a independizarme, hagámoslo a lo bestia". Aquí trataré de hacer una crónica de esta excitante aventura o tremendo desastre.
Hay también razones prácticas para esta bitacora de viaje, desde luego. Es mucho más fácil actualizar periódicamente un sitio, previo envío de la dirección de la página a los amigos, que mandar correos a diestro y siniestro. Siempre existe la posibilidad de que se olvide alguien, o de que no quede satisfecho con la limitada posibilidad de hablar con ellos que tendré.
Aunque quizás sea todo una excusa. La forma de lanzarme al tema de los weblogs, que tiene mucho de onanismo, la disculpa que la parte sensata de mí ha encontrado para soltar todo lo que le pase por la cabeza sin espantar a las personas con las que comparto el día a día o mi válvula de escape particular diluida en el ciberespacio.
Ya veremos.