Era el turno de lanzarse sobre las "crokets" o los "frikandels", o de descubrir de dónde procedía el peculiar olor que iba y venía con la brisa y que la facción española del grupo habíamos decidido, por votación, imaginar, si eso era posible, como gambas a la plancha.
También fue el momento escogido por los que no debían estar allí para ocupar el terreno de juego. En los extremos, reuniones clandestinas de reservas, en uno y otro equipo, entrenadores y recogepelotas, se pasaban el balón unos a otros. En el círculo que delimitaba el centro del campo, tenía lugar un enfrentamiento en miniatura arbitrado por un zorro. Dos grupos de niños, vestidos con los colores de los equipos que competían mientras corría el reloj, trataban por turnos y de dos en dos de marcar en las porterías hinchables batiendo a los rivales.
Los altavoces escupían las canciones que hablaban de ganadores y las pantallas vomitaban vertiginosas imágenes publicitarias, pero a pesar de que en el microverso alternativo en el interior de la circunferencia era el A.J. Auxerre el que hundía al PSV, ninguno de los hinchas del equipo francés, ocultos en el extremo norte del campo y completamente rodeados de personal de seguridad, se levantó para provocar una ola, a lo mejor porque el resto del estadio no le seguiría, o empezó a vociferar himnos de victoría, quizás porque el extremo sur no le respondería.
Quince minutos después, volvimos a mirar desde el lado convencional del espejo. Y la gente que liaba tabaco con parsimonia o daba cuenta de su perrito caliente volvió a destrozarse la garganta con el mantra "pe-es-be".
Posted by Bernardo at Marzo 28, 2004 10:24 PM