Hace unos años tuve una novia que iba al instituto y cursaba el ya extinto COU. Quería ser médico, pero se le atragantó el curso, terminó repitiendo, y como la carrera eran tantos años... Al final decidió estudiar Magisterio (casi no lo consigue, tuvo que tirar por lo privado) porque sabía que era más fácil, más corta y aunque tendría que opositar, esperaba poder trabajar antes.
Una vez acabada la diplomatura, llegado el momento de echar los papeles, escogió el apartado que ofertaba más plazas, prescolar,así habría más posibilidades. Se presentó al exámen este junio y aprobó. Me encanta que los planes salgan bien, fue feliz y comió perdiz. O eso parecía.
Mi madre me comentó el sábado pasado, delante de una tostá con aceite y jamón, que la había visto en el médico. Resulta que se encuentra mal y no para de vomitar.
Una de mis mayores aspiraciones, compartida creo por todos las personas de mi edad, es la de tener un trabajo fijo, de funcionario a ser posible, que me permita ganar lo suficiente para tener mi casa, mi coche y tomarme unas copas con los amigos los fines de semana.
Pero pienso en mi ex, a la que nunca le gustaron los niños, rodeada de una veintena de pequeños cabrones corriendo, gritando y moqueando. Seis horas al día, cinco días a la semana. El resto de su vida.
Y me pregunto donde está el límite, cuál es la línea que separa la seguridad del riesgo, el dinero del ascetismo, la vomitona de sentirte a gusto con lo que haces.
El tuyo propio. Para eso nos educan (o eso dicen que hacen).
Posted by: Adrián on Octubre 7, 2003 01:17 AMThere's no time like the pleasant.
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-- Jimmy Cannon
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