Mayo 07, 2004
Nostalgia
Mediados de los años ochenta. Una época más cándida e inocente, en la que era socialmente aceptable asistir a un ágape barrial en pantalones cortos y camisa. Por su lado, los pantalones largos podían alegremente terminar veinte centímetros por arriba del tobillo, exponiendo las medias flúo en toda su cromática gloria. Los pisos de cerámica de toda la comarca brillaban, bruñidos como un sol, porque la Gran Escasez de Cera del 89 todavía no se vislumbraba en el horizonte. Las palabras no eran necesarias para sacar a bailar a las chicas; un cabeceo sobraba. Nunca importó que la canción fuera, irremediablemente, una y otra vez la misma. Al fin y al cabo, el otro siempre estaba ahí. Para qué pedir más.
Esas piernas desnudas, algo chuecas a la altura de las alpargatas, todavía no soñaban con chapotear en
un arroyo de tinta teñida de amor. Ese jardinero de rubio flequillo ni siquiera imaginaba
los mares contra los que se estrellaría con sumo placer. Y sin embargo ambos ya sabían que veinte años no son nada cuando al fin los caminos paralelos se terminan por cruzar.