Adultolescente

I want out

Un post adultolescente inspirado en parte por el blog de Lagilé.

Mientras mis compañeros de clase a finales de la E.G.B. alucinaban en colores con la mierda de Siniestro Total, Hombres G, o Duncan Dhu (1), yo tarareaba canciones de Iron Maiden y Megadeth (2). Aparte de las obvias diferencias entre gusto nefasto (1) y superclase (2), y que yo jamás vestí uno de esos horribles Plumas (que en mi mente eran un símbolo inequívoco de pijerío), estaba el hecho de que yo aprobaba inglés y ell@s no. Septiembres frente a sobresalientes, toma ya. Más adelante hasta me permitía el lujo de dar clases a l@s que me caían bien. Sí, hemos vuelto a hace más de media vida, con ese toque de chulería que unos saben interpretar, y otros no. Eso quiere decir que más abajo habrá una letra de canción, lo siento. Pero entre medias, el exabrupto.

Anexo que no tiene nada que ver (en apariencia): el término punk no puede estar más devaluado en la actualidad. Cualquier niñato se autoproclama punk. Y ya no hablo de quinceañer@s, que a fin de cuentas son quinceañeros y pueden hacer lo que les salga de la polla, me refiero a gente más talludita y supuestamente más consecuente. Cualquier cosa hecha con poca habilidad resulta que es punk. Cualquier bocazas se autoproclama punk, porque es un bocazas. No eres punk, eres un bocazas. Yo no quiero ser punk, y ahora no estoy siendo punk, estoy siendo un bocazas. La culpa es del País de las Tentaciones, que llama punk a The (International) Noise Conspiracy, los gafapastas que dicen-que-no-lo-leen-pero-lo-leen se lo creen, se compran alguna camiseta que no tenga marca, ponen alguna posturita cool para la foto (o brazos cruzados, o manitas en la cintura), hacen música más o menos ruidosa, y hala: punks. Pues no. Os jodéis, no pasáis de niñatos con camiseta que no saben distinguir o componer una melodía decente. Cualquier tío que toca la flauta y pide la voluntad en la puerta del Pans & Company es más punk que todos vosotros juntos. Sí, ya, jijijijajaja, la risa floja.

Lo cuál nos lleva a otro anexo: la letra de una canción, ¿importa? En principio, importa tanto como la portada del disco. Si la música es mala, la letra ya puede ser digna del nobel de literatura, que la canción va a ser una mierda siempre, desde cualquier prisma. Lo cuál no quita que a veces salte la chispa y tengas una canción 100% buena, con letra y todo, pero lo que de verdad mola es que sea la melodía la que te haga vibrar, y no otra cosa. Si fuera por la letra, leeríamos poesía. Si escuchamos una canción, lo que buscamos es música, no palabras. En el idioma que sea.

Volviendo al tema (que no he abandonado a lo largo del post), estaba pensando en cuál debió ser la primera canción de la que memoricé la letra, y creo que fue I Want Out de Helloween, que además fue la primera canción suya que escuché (con la parabólica, era su nuevo single allá por el '89, en un programa de videos melenudos... con la parabólica del diablo también veía Transformers, M.A.S.K., Bravestar, ... A ver si resulta que lo del inglés era por los dibujos, y no el heavy metal... aunque también pudo ser el Spectrum... el puñetero Tau Ceti sobre todo). Después me prestaron el preciosista vinilo, y ya con la letra en la mano la canción me gustaba aún más. Y me la aprendí, claro. Una de mis camisetas favoritas en aquella época era una con la portada de Keeper of the Seven Keys Pt. II (que mi madre se encargó de tirar años más tarde a la basura, en avanzado estado de descomposición), aunque a mí me gusta más la primera parte. Por cierto, yo dejé de escuchar a Helloween a partir de la marcha de Kai Hansen, así que tampoco estamos hablando de uno de mis grupos sagrados. Lo cuál no quita que tenga sus primeros vinilos como oro en paño. Había una cara-b, Savage, de la misma época, en la que Michael Kiske pretendía lanzar un pullazo contra el movimiento thrash metal. Lo cierto es que le quedó una canción cojonuda, mucho más allá de la broma que tenía prevista. Pero hoy toca I Want Out. Hala, vale ya de parrafada.