Adultolescente

Bounce Ko Gals

Que en Japón poseen un tipo de locura que aquí ni en pintura es algo de lo que tod@s, o casi tod@s, somos más que conscientes. A muchos les atrae su cultura, y a una gran mayoría -entre la que me incluyo- su “sub-cultura”. Tampoco hay que tener mucha chispa para saber que el Shonen Jump le da mil vueltas a El Jueves. Tienen poco que ver, por supuesto, aparte de ser el mismo medio y contar con ventas relativamente equivalentes, pero es que realmente no hay muchas más opciones de comparación. Y ahí está el problema: con prácticamente cualquier cosa que escojamos salimos perdiendo por goleada, y por eso miramos hacia allí lastimosamente, pensando "quiero vivir en un mini-apartamento, y comprarme DVD's japos porque las ediciones especiales de allí son Ediciones Especiales, y quiero una conexión de 40 MB/s, y quiero que antes de cada capítulo de anime me pongan lo de 'no te acerques demasiado a la tele y ten bien iluminada la habitación', y quiero poder hablar como si estuviera muy enfadado, y quiero ser envasado al vacío en el metro cada mañana y cada tarde, y quiero tener un gen que me permita participar en programas televisivos sin sentir dolor y jugar al Dance Dance Revolution sin combatir durante años mis problemas de motricidad, y quiero llamar neko a los gatos, y quiero que los CD's tengan bonus tracks, y quiero...". Al final nos hemos dado cuenta de que nos ha tocado un país que no nos corresponde, cutre, muy cutre, con sus toros, sus Bodas Reales (es decir, ¿se casaron de verdad?), sus Belén Esteban todo el puto día en todos los canales, y con su Real Madrid (antes club de fútbol, ahora puticlub): aquí estamos locos también, pero de muy, pero que muy mal rollo, y con un carácter poco pajero.

Lo más curioso quizás sea que Japón tiene esa habilidad especial para lo pajero hasta en sus aspectos más oscuros, como puedan ser ciertas formas de prostitución que intenta reflejar, desconozco en qué grado de realismo, esta película. Al director, Masato Harada, lo conocía únicamente por la muy olvidable Gunhed (si alguien está lo bastante desesperado por verla para así poder llevarme la contraria, que busque de saldo el VHS que editó Manga Films). Aquella era una peli que, por una vez, hacía buena su adaptación al cómic a cargo de Kia Asamiya (editada por Planeta hace diez años largos). La verdad es que, vistos los antecedentes, no esperaba gran cosa. Al final me gustó bastante. No como para correr a comprar la Edición Especial de Zona 20 con portada holográfica y póster troquelado, pero sí como para recomendarla desde aquí. Bounce Ko Gals es un drama, y en ningún momento intenta disimularlo. Todos los personajes cargan con su propia cruz y un pasado turbio, y tienen un buen motivo –egoísta, pero motivo al fin y al cabo- para hacer lo que hacen y cometer los errores que cometen, ya sea preservar su negocio, pagar su huída a pastos más verdes, o financiar su afición por el consumismo descarnado. Desde ese punto de vista, a ninguno de ellos se le puede señalar con el dedo y acusarle de ser “el malo” de la peli (quizás sí “el menos-listo” o “el torpe”), dado que todos o casi todos los personajes están fuera de la ley, relacionados entre ellos de una forma u otra, y en ningún momento se pierde de vista la mierda que les rodea y lo que esta causa en sus vidas. A lo largo del metraje se van sucediendo asociaciones por interés, amistades fugaces, rupturas y reconciliaciones, en un tono narrativo bastante frío por el que optó el director, quizás buscando evitar que no calificaran su película como “denuncia social”, o algún abismo fílmico similar. El caso es que permite ver más allá del chascarrillo de “¡Eh, mira, máquinas expendedoras de bragas usadas envasadas al vacío!”. Que no es poco.