El gran gordo cabrón ha muerto.
Cualquiera de nosotros puede ser el siguiente...
¡A postear, cabrones, a postear!
Como recordatorio, me pondré la versión del Padrino que hizo Fantomas.
Escrito por Zeros Metallium a las Julio 3, 2004 12:00 PMRIP.
Escrito por Andrés a las Julio 5, 2004 10:13 AMMARLON BRANDO 1924 - 2004
Roberto Ponce
Cuesta trabajo imaginarlo morir como un arrugado ochentón, abandonándose a su destino en el mísero camastro de un cuchitril con 160 kilos encima, endeudado hasta las chanclas y sin perro que le ladre.
Exagerado como suene, tal es el cuadro repugnante que la autora angelina Patricia Ruiz dibuja de Marlon Brando a través de su libro Brando in Twilight (Brando en el ocaso), la nueva biografía del astro anunciada a pocos días de ocurrir su deceso el pasado 1 de julio en el Bungallow Fringipani de Mullholland Drive, Los Ángeles.
No ha faltado quien apunte las revelaciones de Ruiz como provocadoras del triste desenlace que enluta a Hollywood. Así sucedió con Elvis Presley, cuando dos semanas antes de ser encontrado sin aliento intentó infructuosamente detener la salida de una escandalosa biografía suya armada por dos de sus ayudantes y tres guardaespaldas de "La mafia de Memphis", a quienes El rey acababa de correr (Elvis: What Happended?, de David Hebler, Red y Sony West; 1976).
En 1994, el mismo Brando dictó al periodista neoyorquino Robert Lindsey las 400 páginas de sus memorias Brando sobre Brando: Las canciones que mi madre me enseñó (ver recuadro), originalmente planeadas como parte de una vendetta al estilo siciliano.
En todo caso, es indudable que las cosas ya no iban bien para el protagonista de El salvaje desde hace poco más de una década. Hace dos años, el hoy denostado cantante Michael Jackson (acusado de abuso sexual a menores) lo invitó a celebrar en concierto su aniversario número 30 en el Madison Square Garden de Nueva York, y se dice que Brando recibió 1 millón de dólares por aparecer unos instantes en el show, siendo cortado muy pronto de la imagen televisiva al resultar "aburrido". Enfermó de neumonía.
Según Ruiz, la debacle se remonta a 1990, cuando una tragedia familiar se instaló en el bungalow de Brando (precisamente donde falleció, en su sala del Fringipani).
Por salir en defensa de su media hermana (Cheyenne Brando), el hijo mayor de Brando, bautizado como Christian, asesinó al novio de ella, Dag Drollet, a tiros. Como buen padre, Brando solventó todos los gastos del juicio por homicidio no premeditado contra su vástago, y señala Ruiz que pidió préstamos por hasta 7 millones de dólares; sin embargo, no evitó que Cheyenne, de 25 años de edad, se suicidara colgándose a un año de la liberación de Christian.
La existencia que llevó el ídolo al término de sus días era del tipo de la serie Twilight Zone (La dimensión desconocida) y, afirma Patricia Ruiz, Brando adeudaba 20 millones de dólares a los bancos, al extremo de que supuestamente "escondió las estatuillas de los Oscar" que la Academia Cinematográfica de Hollywood le otorgó por sus memorables actuaciones en Nido de Ratas y El Padrino. Peor aún: sobrevivía de una pensión del gobierno estadunidense, y alguna de sus mujeres, la guatemalteca Cristina Ruiz (sin lazos familiares con la autora), se hallaba a un paso de reabrirle otras demandas por 100 millones de dólares por negarse a proporcionar el dinero para sostener a los tres hijos que procrearon (el último, Timothy, de 10 años de edad).
En su aparición en los tribunales en defensa de Christian, en 1991, se le salió un lamento que pareció honesto:
"Debí ser peor actor y mejor padre."
Y aunque probablemente buena parte de la sociedad estadunidense no llorará demasiado el deceso de quien dio larga vida al Caudillo del Sur en su protagónico ¡Viva Zapata!, debido a sus ideas políticas en favor de la defensa de los indios nativos americanos o de los negros, así como (¡horror!) sus innumerables líos de faldas, sin duda el tiempo se encargará de que cada vez se extrañe más su estatura artística y su extraordinario talento.
Son éstas algunas contradicciones de una personalidad múltiple que, por un lado, lo hacían mostrarse como un machista generoso de testosterona, un Don Juan incapaz de soportar a cualquier chica "más de dos minutos", y, por otro, un niño con necesidades de los cariños y el reconocimiento que no tuvo de pequeño, para emprender la búsqueda interna del perdón a los otros, a aquellos que lo lastimaron, incluidas las mujeres.
Dolor infantil
Cuando Marlon Brando se acercó en 1988 a Lindsey para que le ayudara a escribir su biografía, el reportero halló a un hombre de roca, quien deseaba "permitir a mis hijos saber distinguir la verdad de los mitos que se han escrito sobre mí". Descubrió un trasfondo de crueldad:
"Me dijo que escribiera un libro acerca de una etapa de su vida durante la cual, en su opinión, alguien había perjudicado gravemente a una persona por él amada. Me di cuenta de que Brando era un tipo duro, repleto de ira, veneno y deseos de venganza."
Nacido una hora antes de la medianoche, el 3 de abril de 1924 en Omaha, el menor de los Brando heredó de su madre una intuición desarrollada y su afición musical:
"Mamá conocía todas las canciones escritas y, por razones que desconozco, tal vez porque yo quería complacerla, yo memorizaba cualquier letra de las miles de canciones que mi madre me enseñó."
Su padre lo dotó con la fortaleza masculina de sus genes "porque era un hombre verdaderamente pesado". Y su indiferencia:
"Papá disfrutaba cuando me decía que yo nunca haría nada bien. Tenía la costumbre de repetirme que jamás llegaría a ninguna parte. Emocionalmente, era mucho más destructivo de lo que él pensaba. Jamás me recompensó con algún comentario positivo, ni una mirada, ni un abrazo. Era un cabrón redomado."
El resentimiento abarcó no sólo el hogar, sino también la escuela:
"Nadie pensaba que yo serviría para algo, salvo unos cuantos maestros gentiles."
Uno de ellos fue Duke Wagner, encargado de la Asociación de Arte Dramático de la Academia Militar Shatukk, Minnesota, donde su padre había estudiado; pero lo expulsaron "por insubordinación" en 1942, apapachándolo su profesor con la frase profética:
"No te preocupes, Marlon, todo saldrá bien. Sé que algún día todo el mundo oirá hablar de ti."
Actor en ciernes
Se fue a Nueva York, donde vivió con su hermana Frances y estudió en el Taller de Arte Dramático de la New School.
"La actuación es la menos misteriosa de todas las artes. Todo el mundo actúa, ya sea un chamaco que aprende rápidamente cómo comportarse para conseguir la atención del padre, o el esposo y la esposa en los ritos de la relación conyugal. Los políticos se encuentran entre los peores actores, son los más rimbombantes. Muy pocos resisten en el mundo sin actuar, de hecho la mayoría de los actores ofrecen sus mejores interpretaciones cuando la cámara de cine ha dejado de rodar...
"Para mí, actuar siempre ha sido un medio para conseguir un fin, una fuente de dinero para la cual no tuve que trabajar demasiado... Actuar es como un juego. No lo subestimo, pero siempre he estado mucho más interesado en otros aspectos de la vida. Si por fregar un piso me pagara algún estudio lo que me pagan por actuar, fregaría el piso."
En 1947 obtuvo el papel de Stanley Kowalsky en Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, obra dirigida por Elia Kazan (Gadg), piedra de toque al triunfo. Después, Kazan lo invitó a filmar su ¡Viva Zapata! (ver recuadro). Con El salvaje, quinta cinta, Brando cambió la historia del celuloide y fue emulado por la generación del rock. Recuerda que James Dean pudo alcanzar el estrellato ("desgraciadamente murió muy joven"), y como el actor de Rebelde sin causa lo perseguía por doquier e imitaba en todos sus gestos, Brando le proporcionó el número telefónico de un psicoanalista. Comenzó a odiar los galardones:
"Nunca he considerado acertado dar premios a los actores; sencillamente, lo considero inapropiado. Los premios de la Academia y todo el tinglado que los rodea elevan la interpretación que, a mi juicio, no se merece. Cuando el mundo padece graves problemas, resulta preocupante ver que un acontecimiento tan intrascendente adquiere semejante importancia."
Hacia 1951 organizó su propia productora, Pennebaker, y regaló a su padre buena parte de los 550 dólares que cada semana había ahorrado con su sueldo de El tranvía... para que los invirtiera ("pero como la mayoría de los avaros, era un mal comerciante y todo lo perdió. Cuando me lo contó, le echó la culpa a los demás"). Un par de años más tarde, el padre corrió a un buen amigo de Brando de la productora y su relación explotó:
"Intentó dar excusas, bajé con todas mis fuerzas una cortina de fierro y le recordé el desastre en que había convertido nuestras vidas. Le expliqué que era responsable del alcoholismo de mis hermanas y que era un tipo frío, desagradable, infantil, sumamente despreciable, y que sólo pensaba en sí mismo. En tres horas logré decirle lo que no había podido en 30 años... Al final me di cuenta de que debía perdonar a mi padre si yo quería seguir viviendo."
En 1968 Brando filmó La Condesa de Hong Kong con Charles Chaplin, con quien tuvo un desaguisado al llegar 15 minutos tarde al set. El mimo lo insultó delante del elenco, llamándolo "vergüenza de la profesión", y Brando lo frenó:
-Señor Chaplin, estaré en mi camerino unos 20 minutos. Si me presenta sus disculpas, consideraré otra vez la posibilidad de no tomar el próximo avión de regreso a Estados Unidos.
Instantes más tarde, Chaplin pidió a Brando perdón.
La utopía
En 1966 compró su isla Tetiaroa en los Mares del Sur. Fue una época en la que, para darle algún significado a su vida, se embarcó en campañas que contribuyeran a poner fin a la pobreza, la discriminación racial y la injusticia social. Declaró:
"El trato que hemos dado en Estados Unidos a los indios sólo es un hilo del tapiz tejido por la depravación humana."
Así mismo, se divirtió en fiestas emborrachándose y tomó el sol en abundancia. Su regreso al cine fue cuando protagonizó al mafioso Vito Corleone en El Padrino, filme basado en una novela de Mario Puzo. Ganó el Oscar en 1973, pero no fue a la entrega y, en cambio, le pidió a una india apache, Pequeña Pluma Sacheen, que rechazara la estatuilla y leyese una carta en la que denunciaba el trato racista al indígena.
"Pero Howard Koch, productor del espectáculo, se interpuso en su camino y se negó a permitirle que leyera mi discurso. En lugar de eso, bajo una enorme presión, ella tuvo que improvisar unas breves palabras en nombre de los indios americanos. Me sentí orgulloso de ella. No sé qué ocurrió con mi Oscar. La Academia de Cine seguramente me lo envió, pero no sé en dónde esté ahora."
Brando sobre Brando no menciona ninguno de sus tres matrimonios conocidos con actrices y muchos de los personajes reales quedan ocultos bajo seudónimo. Se le atribuyen hasta 11 hijos. Sus declaraciones de que Holywood está dominado por judíos hizo que llovieran sobre él denuncias de antisemitismo.
Un día, su estrella del Paseo de la Fama de Holywood amaneció desfigurada con una cruz gamada.