... y qué poquitas ganas de salir, qué ganas de dormir y qué cansada estoy de tener que aguantar siempre, siempre, siempre lo mismo. qué ajjjco, de verdad...
mañana hará una semana desde nuestro último beso. jamás olvidaré el momento en el que me di la vuelta y tú seguías allí, apoyada en las vallas del control de policía. me costó muchísimo no salir corriendo y volver a abrazarte, no habían pasado ni dos minutos sin tocarte y ya te estaba echando de menos. no tenerte cerca se está convirtiendo en algo insoportable. te necesito...
y estoy mendigando tus caricias, tengo sed de tus labios, hambre de ti... el deseo de mirar esos ojos de nuevo se traduce en obsesión, y pierdo la cabeza por completo al abrir los míos y no encontrarlos. "porque a veces me miento y me imagino que andas a mi lado...". me miento, sí, constantemente. pero es la única forma de seguir con vida, de seguir contigo en la distancia. te necesito aún más...
siento mi piel desnuda, siento frío, ganas de llorar, de correr, de buscarte, de tenerte... ven. nunca te había necesitado tanto como ahora.
i've seen this place a thousand times
i've felt this all before
and every time you call
i've waited there as though you might not
call at all
i know this face i'm wearing now
i've seen this in my eyes
and though it feels so great, i'm still afraid
that you'll be leaving anytime
we've done this once and then you closed the door
don't let me fall again for nothing more
don't say you love me unless forever
don't tell me you need me if you're not gonna stay
don't give me this feeling, i'll only believe it
make it real or take it all away
i've caught myself smiling alone
just thinking of your voice
and dreaming of your touch is all too much
you know i don't have any choice
don't say you love me unless forever
don't tell me you need me if you're not gonna stay
don't give me this feeling, i'll only believe it
make it real or take it all away
we've done this once and then you closed the door
don't let me fall again for nothing more
don't say you love me unless forever
don't tell me you need me if you're not gonna stay
don't give me this feeling, i'll only believe it
make it real or take it all away...
say you love me
don't tell me you need me if you're not gonna stay
don't give me this feeling, i'll only believe it
make it real or take it all away
take it all away
or take it all away
No sé qué decir ni que hacer para hacerte olvidar, para conseguir que mires hacia adelante, para que no eches la viste atras... No sé qué hacer.
Sinceramente, no comprendo porqué te aferras tanto al pasado. Me siento tan estúpida... Me habían dicho que gracias a mí la habías olvidado, pero no es cierto; ella sigue ocupando tus pensamientos, es un fantasma contra el que siempre tendré que luchar. Y no estoy segura de ser capaz de hacerlo.
Me he puesto nerviosa, y me he marchado. Ya, ya sé, no se debe huir de los problemas. Pero, ¿qué hago? ¿qué puedo hacer? Tú eres mi vida ahora y te siento compartida. No sé si esta última frase tiene mucho sentido, pero es lo que siento. Supongo que lo que siento tampoco tiene mucho sentido.
A veces tengo la sensación de que soy poco comprensiva. O muy celosa. Pero no creo que esta vez sean celos, es miedo. ¿A qué? Ni yo misma lo sé. No es miedo a perderte, creo. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme qué pasaría si ella volviera y te diera esa oportunidad que no te dio y que, sin lugar a dudas, te merecías más que nadie. ¿Qué pasaría?
También pienso que si las cosas entre vosotras hubieran salido bien, tú y yo quizá no nos conoceríamos. Y si fuera egoísta te diría que me alegro de que Rose no pasara; pero como te amo más que a mi vida, no puedo ser egoísta, y hubiese preferido mil veces sacrificar la enorme felicidad que siento al estar contigo que saber que has sufrido. Lo que me da miedo no es que quizá no te hubiese encontrado; me da miedo pensar que quizá te arrepientas de esto, que sientas que con ella hubiera sido mil veces mejor. Y, quién sabe, puede ser cierto; al fin y al cabo yo no soy nada del otro mundo, no soy nada especial. Ya te habrás dado cuenta.
Debería permitirme a mí misma su presencia; en el fondo sé que nunca terminará de irse. Pero a veces tengo la sensación de que está demasiado presente. Creo que no soy consciente de mi propia inutilidad. O, si no quieres llamarlo inutilidad, de mi... impotencia. No soy capaz de hacerla desaparecer, de colocarla en un plano en el que, vale, sigue estando, pero no... Me gustaría conseguirlo, me gustaría haberlo logrado, me encantaría que hoy, 25 de febrero, no fuera recordado debido a ella. Pero amarte no es suficiente. Dime, ¿soy capaz de hacerte tan feliz como para que ella no te afecte tanto?
Yo también he sufrido... en fin, tú lo sabes mejor que nadie. Lo mío es más reciente, y ya no me importa. Ya sé que no es comparable, entre otras cosas... qué coño, sí que es comparable, a mí también me jodieron la vida. Pero ya no me importa. El pasado 16 de febrero hubiese hecho dos años con ella. Ella se acordó. Yo no. Yo no podía dejar de pensar en el día enterior.
Joder, ni siquiera sé porqué cojones estoy escribiendo esto... me he puesto nerviosa
Los rostros se distorsionan en su cabeza, y los recuerdos se mezclan con el presente... Un murmullo ininteligible se traduce en su cabeza en forma de advertencia, de credo rutinario que le dicta cada uno de sus pasos. Es como si intentara dominarla, hacerla vivir un sueño continuo del que procura que no despierte. Esa extraña y a la vez cercana voz la consume de tal manera que no es dueña ni de sus propios pensamientos; la confunde, porque ora la incita a suicidarse, ora la ayuda a salir del hueco oscuro en el que se hunde cada día, en el que se ha hundido los últimos 540 días...
La cama se le hace cada vez más grande, quizás porque ella cada día es más pequeña. Tiene la vista fija en el oscuro techo de su habitación, y aún no ha perdido la manía de mirar el móvil cada dos minutos, a pesar de saber, en el fondo, que nunca más encontrará señal alguna suya. Se le cayó el mundo encima cuando a la trigesimoprimera intentona la operadora seguía dejándole el mismo mensaje: “el teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura”. Treinta y una llamadas en un día son bastantes; pero los siguientes dos meses el móvil seguía apagado y en su casa nadie cogía el teléfono. El tercer mes perdió toda esperanza, y comenzó a oír las voces. Decir que lleva más de... medio año sin dormir (sin dormir bien) no es exagerar. Las ojeras le llegan hasta las rodillas y es la primera vez en su vida que puede decir que está realmente delgada. Pero no le gustaba delgada. La quería tal y como fuera...”¿Dónde se ha quedado mi vida?” Tenerife nunca le terminó de gustar, sobre todo porque le tenía lejos, pero daría lo que fuera por volver a tener 16 años, y sentirse insegura (pero en el fondo segura) colgada a todas horas de esa cabina que le dibujara un día de aburrimiento en clase de filosofía... Ahora estaba sola, en una ciudad extraña en la que no conocía a nadie, sólo a la repelente de su compañera de piso, y la que la única persona con la que quería estar parecía habérsela tragado la tierra.
Ella sabía que no estaba loca, y sin embargo no dejaba de oír esas voces que no cesaban de increparle su comportamiento, a pesar de ser ellas las que lo causaban. Sus crisis de histeria eran cada vez más frecuentes, y en el piso no quedaba ningún plato sano. Lo peor del asunto es que la mayoría de las veces no se daba cuenta de lo que hacía, hasta que las voces desaparecían de repente y podía, al fin, abrir los ojos y despertar de esa pesadilla que la ataba a una promesa y que la atormentaba día y noche, para ver en lo que se había convertido: una esclava de su propio sueño.
Abrumada por sus propios pensamientos, agotada de dar vueltas y vueltas sobre el mismo tema una y otra vez, permitió que la oscuridad invadiera su mente; cerró los ojos y se dejó guiar por esas suaves y placenteras voces capaces de llevarla al éxtasis en un solo segundo. Un sentimiento de paz se adueñó de su cuerpo en el mismo instante en el que sintió el helado metal contra su sien desnuda y caliente. “Hazlo...¡hazlo!”. Las voces se repetían en su cabeza una y otra vez, insistentes, ansiosas por sentir el apacible silencio de la muerte cubriendo por entero a la joven víctima. Sonreía, complaciente, atenta a todos los ruidos y movimientos que se acontecían a su alrededor, consciente de que esa habitación sería el único testigo de su suicidio. Su mano izquierda estaba fuertemente cerrada sobre un papel arrugado por el contacto que se llevó a los ojos en última instancia; a pesar de su leve sonrisa, las lágrimas hicieron acto de presencia en escasos minutos al abrirlos y observar el contenido del mismo. Allí estaba, tan sonriente, tan dulce, tan... le quería tanto... tanto tiempo sin verle, sin escucharle, y sin embargo sentía que hoy le quería más que nunca. Rompió a llorar como una niña sin apartar la pistola de su sudorosa frente. “No puedo...”, susurró en un murmullo ahogado. “No puedo hacerlo...”. “Hazlo, ¡hazlo! Ahora es el momento, no te eches atrás ahora. Nunca más volveréis a verle, no le abrazarás jamás... ¿Serás estúpida? ¿Es que aún tienes esperanzas? Vives en un mundo de fantasía. ¿Realmente crees que la persona de esa foto existe? ¿De verdad lo crees? Nada es verdad, has vivido una mentira los últimos tres años... yo soy lo único real... déjate llevar... aprieta ese gatillo...o ahora o nunca”. El llanto cesó al escuchar las amenazas referidas por las voces que, de nuevo, la invitaban a acabar con su existencia. En un segundo, su vida entera pasó por delante de sus ojos. Las lágrimas volvían a caer inconscientemente sobre sus mejillas cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Ésa no era ella. Debía acabar con esto cuanto antes. Intentó retirar la pistola de su frente pero su brazo parecía no recibir las órdenes de su cerebro. Un alarido de terror se escapó de su garganta cuando escuchó, más claramente que nunca, una ronca y oscura voz que susurró en su oído: “Ya es demasiado tarde”. Y la oscuridad se adueñó de sus sentidos.
PD: Criticas, insultos, aplausos, tomates...??? :P
la aventura parisina me espera.
como único equipaje, lo que me pediste: mis labios. y un gran nudo en el estómago que a duras penas me dejará dormir esta noche.
no he podido empaquetar tus regalos, pero te prometo que el más grande irá vestido. todavía no he desarrollado mi lado exibicionista sobremanera.
antes de marcharme... te quiero. más que a nada. pero ya no es necesario que te lo repita, ya lo sabes. lo has sentido en tus labios cuando has cargado con mi equipaje...
- Lo siento; olvidé cerrar las ventanas
Y el olor a vida de la calle
Ha invadido la casa
- He oído que es tóxico
- Creo haber escuchado que envenena
- Será mejor que cerremos las ventanas.
- Sí... será lo mejor.
Este aroma trae recuerdos que duelen...
bueno... eso :P
Me deshago en cerrar heridas
que sangran y supuran sin descanso
con la vaga esperanza de que, si cicatrizan,
se impriman en mi piel cual letras de tu nombre.
Al contemplar mi cuerpo desnudo en el espejo
Intento recordar cómo me hiciste daño,
Y al observar mi rostro - esa imagen lejana -
Encuentro la respuesta ahogada entre mis labios.
El sabor salado de la duda se abre paso entre estigmas,
Cuya hinchazón se ríe al pensar “Te he olvidado”.
Tus besos son tatuajes que aún profanan el templo
Que un día construimos y hoy predica mentiras.
Mi padre es gilipollas.
¿Se acordará de mi nombre? Es un completo gilipollas. Vivimos a dos metros de distancia y lleva 4 días sin hablar conmigo el muy cabrón. ¿Debería estar acostumbrada? ¿Debería haberse convertido en algo normal el que pase de todo, el que no se preocupe por si estoy bien o si estoy mal, el que viva su vida independiente a la mía, a la de su familia? Sé que es muy triste, pero es así, ya es algo normal, es costumbre saber que con él no se puede contar para absolutamente nada. Y yo soy tanto o más gilipollas que él, porque no soy capaz de plantarle cara y decirle cuatro cosas bien dichas.
Mi madre quiere largarse de aquí, quiere que nos mudemos a otro sitio. Yo, sinceramente, no sé qué hacer, no sé qué pensar al respecto. Pero comprendo a mi madre; comprendo que se cabree, que grite, que exija... Yo soy una cobarde, cierro la puerta de la habitación cuando discuten y me callo, me tapo los oídos para no escuchar y, a veces, lloro. Lloro ahora lo que no lloré cuando era una niña de 8 y mi padre se largó de casa. Lloro también las lágrimas que no lloré cuando, más de una vez, mi padre se olvidó de que había dicho que me llevaría al cine. Y lloro ahora recordando a una Marta pequeñita, asomada a la ventana del salón hasta que se hacía de noche, enfrentándose a su abuela cuando le decía: "Pero, ¿no ves que ya no va a venir? Seguro que se ha olvidado". Lloro sobre todo al recordar la cara de Marta pequeñita al ver a su padre. Porque, aunque se dejara dormir en el cine, Marta pequeñita adoraba a su padre y era feliz cuando iba de la mano con él por la calle. Fue de la mano con él por la calle hasta que cumplió trece años. Joder, iría todavía de la mano con él por la calle.
Estoy cansada, cansada de que no me abrace, porque me encanta que me abrace mi padre. Cansada de sentir que no le importo, de que no pregunte, de que no se interese, de que no ayude a mi madre. Cansada de saber que si al final me mudo posiblemente no lo vuelva a ver más, porque no se preocupe de venir a verme. Cansada de ser orgullosa y no dar yo el paso. Pero, sobre todo, cansada de sentir que mi padre ha dejado de importarme y, a pesar de todo, estar llorando en este mismo instante. Cansada, tan cansada...
Érase una vez un sentimiento roto en tres mitades: mitad miedo, mitad ahogo, mitad confusión, que mantenían una constante lucha contra las tres mitades restantes: fuerza, alivio y claridad.
Este sentimiento no distinguía entre ficción y realidad, su invisibilidad le proporcionaba la virtud de poder adentrarse en los lugares más remotos de la mente y abrir viejas heridas, descubriendo cicatrices que jamás fueron sentidas, pero que ahora sangran. Su goteo retumba en el interno vacío de la mente, que no piensa -pero piensa-, que no siente -pero llora-; un sonido constante que invade los sentidos y mata el sueño.
Es el latido de un dolor silenciado, cuyo silencio se escucha más que cualquier grito a pesar de que el dolor no sea tal; a pesar de que no exista -ni existiera-, y aún así te desangre por dentro...
Quisiera dejar de hacerme daño.