La distinguí a lo lejos, camino de casa. Su silueta inconfundible, su pelo rubio, sus ojos azules... me hicieron recordar como en tiempo fue la venus de los sueños de mis compañeros de clase de instituto.
Hoy esos ojos han perdido el brillo. Tras ellos sólo se esconde el miedo, camuflado por el sueño artificial del que no quiere ver y prefiere perderse en la desesperación del engaño.
Sumergida en un mundo oscuro vaga por la calle al atardecer, rozando la noche, la real y la suya propia, buscando esa ración diaria de sueños que eclipsan sus verdaderos problemas.
Sólo quedan anhelos de algo mejor, promesas incumplidas e ilusiones que le hacen venderse por la inocencia perdida. Sus ojos ya no tienen brillo. Ya nunca será la que era, hace tiempo que venus cayó del pedestal de los sueños.