A mi paseo lento por el pasillo se unen algunas personas extraviadas. Todos deambulamos mirándonos a las caras, recordando lo que fue. Tras las puertas, cerradas, descansas cajas llenas de recuerdos y sentimientos. Poco a poco los habitantes de esas habitaciones, los dueños de esas cajas van desapareciendo, dejando una cama, dos estanterías y un armario vacíos, llenos de nada, como si nunca nadie los hubiese usado.
Han pasado 9 meses, lo mismo que la gestación de un niño, lo que tarda en madurar un vino, lo que dura una vaga amistad; han sido nueve meses de frío y calor humanos, de calor y frialdad humana. Nueve meses que caben dentro de una caja de cartón pero que llenan un corazón de amor, ira y ganas de no acabar.
Algunos ya se fueron, tal vez temiendo las largas despedidas, tal vez deseando por fin romper con esto. Los que quedamos vemos como cada día somos menos en la mesa del comedor; algunos lloramos en la soledad de nuestros cuarto.
Y lo peor es que no solo lloro por quienes se fueron, sino por que algunos de los que aún quedan ya me abandonaron hace tiempo.
Acabo de encontrarmela en el lento paseo por el pasillo, como es natural, no quiso unirse a la marcha de almas en pena… estaba demasiado ocupada siendo ella misma sin mí. Aún duele la cicatriz que dejó cuando se separó de mi cuerpo, aún queda un trozo de ella pegado a mi corazón. Podía irse ya y dejarme llorar su perdida como lloro las de los demás.
Soy egoísta por desear eso… soy egoísta por seguir deseandola.
Creo que es Lunes, aunque ya no estoy seguro… se que tengo el temido examen de Análisis del entorno social social y su evolución histórica (curioso nombre para una asignatura de historia contemporánea) el jueves. Espero que sea lunes o no me dará tiempo a acabar de estudiarlo.
Llevo días sin dormir, tal vez dos o a lo peor tres. Después de postear esto me iré a la cama por fin, espero levantarme dentro de unas 5 horas y empezar con el estudio intensivo. Nunca fui de estudiar, pero esta vez toca ponerse serio; me juego, además de mi dignidad (perdida en algún burdel que nunca visité ni visitaré) mi estancia en La Casa.
La Casa no es ningún refugio de cerebros privilegiados ni la sede de una secta… ni siquiera es el escenario de un programa televisivo; no es más que un colegio mayor a las afueras de Salamanca, pero tiene algo de especial que me obliga a luchar por mi permanencia en el. No se si son los recuerdos, eternos opresores, de los momentos vividos aquí o la costumbre de vivir en este recinto y el miedo al cambio. Sea lo que sea, me obliga a luchar y a hacer lo que nunca hice y juré que no haría: estudiar historia.
No se si lo conseguiré y el año que viene volveré a postear desde aquí o desde un oscuro piso en alguna esquina de la ciudad, lo que si que sé es que este lugar ya no será el mismo: algunos se irán (entre todos ellos, ella) y otros vendrán. Las habitaciones que nos han sufrido y alentado durante meses cambiarán de ocupantes, el césped crecerá y será cortado… incluso puede que cambien el menú de las comidas o que el perro (mejor lo llamaré tamagotchi pues lo vemos a través de una ventana en un patio lleno de cagadas) decida suicidarse; pero sea lo que sea, apruebe historia o la suspenda, siempre recordaré este año.
Hay momentos en la vida en los que no sabes hacia donde dirigirte, todos los caminos te parecen demasiado malos o demasiado buenos… es entonces cuando decides no seguir ningún camino, te tumbas en la cama o te sientas en la silla y esperas a que el universo se mueva a tu alrededor y ponga delante de ti uno de esos caminos. Así elegí aprobar en vez de suspender, así elegí la carrera que iba a estudiar, el lugar donde iba a vivir, la gente a la que conocería y a la que querría. Así decidí mi forma de ser y de hablar, mi aspecto y mi actitud, usar lentillas en vez de gafas, no cortarme el pelo pero tampoco llevarlo largo… así es como decidí ser un ser humano tan diferente tan igual a los demás como cualquier otro…
Se acerca el final del curso y con el el final de mi primer año de suspensos, mi primer año de publicidad, mi primer año en Salamanca, mi primer año conviviendo con amigos, conocidos y ennovias. Mi primer año irracional y friki, mi primer año de lentillas, mi primer año de despeinado…
Este año lo he aprovechado para todo menos para lo que tenía que aprovecharlo… sin embargo, he aprendido más de lo que esperaba, aunque no tenga ni idea de lo que va la carrera.
Miro una vieja fotografía que tengo pegada en la pared. En realidad no es tan vieja, hace apenas mes y medio que la imprimí. En ella apareces tú, sentada en un muro con la tumba de napoleón detrás. Estás preciosa.
Ahora que ya no estás aquí, con migo, esa foto parece vieja; por más que saturo sus colores no puedo evitar verla en blanco y negro y, además las lágrimas empañan mis ojos cuando intento fijarme en tu cara.
Acabo de tapar la foto poniendo otra encima, espero así no recordarte ni recordar que me regalaste los mejores momentos de toda mi vida. Sé que la foto que la cubre no durará para siempre y un día se caerá volviendo a mostrarme que sigues estando ahí en mi pared, riéndote de cómo te miro embobado y lloroso. Tal vez ese día vuelvas a mí… tal vez no.