Un corazón para jugar en manos de un sentimiento macabro. Esos somos todos cuando el amor pasa por delante nuestro y oprime nuestro pecho.
El amor es ciego y, sin embargo, nos dejamos guiar por él arrastrándonos tras la persona de la que nos hace enamorarnos, sin importarnos si ese ciego traidor se ha encargado de hacer que seamos correspondidos.
Toda persona es en realidad un gusano en manos de un niño travieso. Yo también lo soy, por eso sufro.