No obstante, Elizabeth sólo materializó sin cortapisas sus violentas fantasías sexuales después de la muerte de su marido en el año 1604. Dirigía su sadismo exclusivamente contra las doncellas o mujeres jóvenes de su entorno próximo. Prueba de ello es que le agradaba morder a sus sirvientas y desgarrarles la carne de los huesos. Uno de sus apodos era "la Tigresa de Cachtice", que era el nombre del castillo en el que moraba normalmente. Además practicaba con fruición distintos y crueles métodos de tortura. La sañuda Elizabeth clavaba sus uñas en el cuerpo de sus sirvientas y colocaba monedas candentes bajo las uñas de sus dedos o llaves ardientes en sus manos. En invierno, mandaba arrojar a las muchachas afuera cuando había nevado y empaparlas con agua fría para que se helaran.
Las víctimas de la Báthory, que posiblemente rondaran la centena, eran exclusivamente de su propio sexo, por lo que es presumible que la condesa sanguinaria tuviera inclinaciones homosexuales. Esto se corrobora también por el hecho de que en su juventud practicó actividades propiamente masculinas, como la caza y la hípica, e incluso prefería llevar atuendos masculinos. En sus relaciones con la servidumbre adoptaba el papel de una superiora cruel y despiadada. Aun cuando no consta que se bañara en sangre de muchachas vírgenes, como posteriormente se difundió el mito de la Báthory, sin duda la sangre ejercía sobre ella un fuerte y embriagador efecto. József Antall y Károly Kapronczay sostienen en su investigación sobre la condesa sanguinaria que durante su delirio sádico-sexual caía en un estado de éxtasis histérico. Por ello suponen también que la cruel condesa Elizabeth Báthory estaba en su juicio y era consciente de sus inclinaciones.
A pesar de sus espantosos crímenes, que difícilmente permanecían ocultos, la condesa sanguinaria pudo hacer de las suyas durante un tiempo nada desdeñable, ya que era noble, una aristócrata húngara con derechos sobre sus sirvientes y víctimas, que en ocasiones eran eslovacas o muchachas raptadas por sus esbirros en los pueblos de los alrededores. Con los cadáveres, Elizabeth actuaba con un absoluto descuido. A menudo, los escondía debajo de las camas y más tarde sus sirvientes los arrojaban a los campos cercanos. Como los cadáveres estaban completamente ensangrentados a causa de las torturas que la condesa infligía a las víctimas, no es sorprendente que entre los campesinos surgiera la creencia en los vampiros. Pero todo tiene su fin. En este caso, la causa de su perdición fue que un día ya no le bastaron las simples sirvientas como víctimas de sus fechorías y empezó a reclamar jóvenes nobles para sus sádicos juegos nocturnos. En 1611, fue procesada, pero consiguió librarse de la pena de muerte. Mientras todos sus cómplices, tras ser torturados, fueron quemados vivos en la hoguera, ella fue tratada con más indulgencia. Se ordenó que fuera encerrada en su alcoba del castillo de Cachtice y que se tapiaran las ventanas, y allí fue apagándose como un cadáver viviente hasta el momento de su muerte, acaecida en el año 1614.
Los rumores que corrían sobre los impulsos dementes de la condesa se mezclaron aún más si cabe con las fantasías del pueblo después de hacerse públicos sus crímenes, de tal manera que, en Hungría, durante mucho tiempo el mero hecho de pronunciar el nombre de Elizabeth Báthory era transgredir un tabú. Los cadáveres ensangrentados descubiertos en los campos por los campesinos contribuyeron a que la cruel condesa pasara a la historia como la "condesa sanguinaria". Ciertamente, existe una interpretación particular para explicar su crueldad. Elizabeth Báthory era muy soberbia, y se decía que se bañaba en la sangre de las muchachas que ella misma mataba para aumentar su belleza y conseguir la eterna juventud. Incluso se había llegado a afirmar que había recurrido a esta inusual receta para evitar que se marchitara su belleza. Este impulso sanguinario podría haberse gestado en una ocasión en que su ayuda de cámara, una mujer, cometió una torpeza mientras le cortaba el pelo. Al parecer Elizabeth propinó una bofetada con tanta furia a la doncella, que ésta sangró por la nariz y cayeron unas gotas en la mano de la condesa. Cuando la Báthory se limpió la sangre con un pañuelo observó con asombro que en ese lugar la piel mostraba un aspecto rosado, vigoroso y sustancialmente distinto del resto de la mano. Según la leyenda, este hecho le llevó a pensar en la posibilidad de darse baños completos de sangre, y con este objetivo habría mandado degollar a 650 doncellas. Si así fuera, la malvada condesa habría matado por mera vanidad y por considerar que la sangre de la juventud era el producto cosmético más valioso y el más efectivo.
Dado que los autos históricos del año 1611 no aportan dato alguno respecto a la idea de que la condesa hubiera utilizado la sangre de sus víctimas para darse baños de belleza, parece interesante investigar cómo llegó a aflorar el mito de la Báthory, que además durante mucho tiempo también tuvo un hueco en las obras científicas. Junto a la ya mencionada vanidad de la Báthory, sin duda hay otras dos razones relevantes:
Primero: el sadismo sexual es del dominio de los hombres. Detrás de las fechorías como las que cometió la Báthory, en general identificamos a un Gilles de Rais, a un Drácula o a un Haarmann, pero nunca a una mujer. Por tanto, la Báthory contravino tanto la conducta de la mujer como el papel que se le atribuye. En su época, este hecho constituye una excepción mucho más singular que en la actualidad.
Segundo: No debe extrañar que la "sed de sangre" de la Báthory fuera la expresión casi instintiva de una autoprotección de sus ideas, de una forma de interpretación determinada de una imagen de mujer. Desde esta perspectiva no es difícil adivinar la relación entre su sed de sangre y su vanidad "típicamente femenina". "La sangre es un jugo muy especial", las sangre es vida y en los mitos de los pueblos, las sangre desempeña un papel de primer orden. Si la sangre es dadora de vida y simboliza inmortalidad, ¿por qué no podía la "sangre joven" de doncellas brindar juventud y belleza, al igual que la leche, una sustancia a menudo relacionada con la sangre, también conocida desde la Antigüedad como cosmético y empleada en baños de belleza? El sueño de la eterna juventud es tan antiguo como el de la vida eterna. Y al parecer, la sangre de las jóvenes inocentes parece ser la esencia apropiada para ello. La "condesa sanguinaria" es un exponente en cierto sentido de la proyección de los deseos humanos.
En 1812, el barón de Mednyansky acuñó los baños de sangre de la Báthory en el reino de la leyenda al referirse a ellos en la revista Hesperus, como también harían después otros historiadores. Pero esto no alteró sustancialmente el mito de la sangre de la Báthory. Los escritores, y más adelante también los cineastas, se quedaron fascinados por la leyenda de los baños de sangre. En este episodio se basó, por ejemplo, Leopold von Sacher-Masoch para escribir su novela corta Ewige Jugend. Hasta el propio Stoker deja entrever la influencia del mito de la Báthory: el hecho de que Drácula rejuvenezca tan pronto como ha bebido sangre, puede remitir directamente a este mito. En el cine también se advierte la influencia de la Báthory en dos aspectos: por un lado se plantea la sangre como elixir de belleza, y por otro la figura de la Báthory constituye un importante impulso para las películas lésbicas de vampiros. Evidentemente ambos temas se entrecruzan parcialmente. Es probable que la representación más lograda de la Báthory como la condesa sanguinaria sea la película Historias inmorales (1973) de Walerin Borowczyk. El refinamiento histórico-artístico, la poesía negra y las hermosas imágenes hacen que la película tenga un gran atractivo. En aquel entonces, el hecho de que Paloma Picasso, hija del genial pintor, se revolcara en sangre con deleite y vanidad como hiciera supuestamente la condesa sanguinaria fue un motivo de escándalo. Sin duda se ignora hasta que punto Paloma Picasso se inspiró en el papel de la Báthory en los inicios de su carrera. Sin embargo, ésta ha permanecido fiel al tema de la cosmética, la juventud y la belleza, aunque en la actualidad recurra a otras esencias distintas de la sangre de doncella.
NORBERT BORRMANN
Extraído de Vampirismo, el anhelo de la inmortalidad